DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Mañana de agradable temperatura otoñal. Festival Homenaje a Antonio Chenel “Antoñete”. Se lidiaron 1 novillo de El Capea para rejones, 5 de Garcigrande y uno de Osborne reglamentariamente despuntados. Dieron buen juego en general para el fin que se perseguía.
Pablo Hermoso de Mendoza: Saludos
Curro Vázquez: Dos orejas
Carlos Escolar Frascuelo: Vuelta al Ruedo
Cesar rincón: Dos orejas
Enrique Ponce: Una oreja
Morante de la Puebla -con el de Osborne-: Una oreja
Olga Casado: Dos orejas.
Que difícil resulta expresar en estas líneas lo que hemos vivido esta mañana en la Plaza de Las Ventas. Qué difícil es hablar de los sentimientos, de los recuerdos renacidos y de la emoción que puede llegar a transmitir el toreo. Es muy complicado porque, precisamente, así de grande es el toreo.
Acudíamos ilusionados a la llamada de Morante, al que hay que agradecer el detalle de homenajear a uno de los grandes Toreros de Madrid. Veinticuatro horas antes, se levantaba en honor del Maestro Antoñete una escultura en los aledaños de la Plaza, y en su memoria se organizó este Festival que va a quedar marcado a fuego en la mente y en el corazón de todos los que allí nos dimos cita. Así que vaya por delante nuestro más sincero agradecimiento al torero de la Puebla que, si bien posteriormente no tuvo opciones de gran triunfo, tuvo el detallazo de traerse para la ocasión un animal de Osborne muy similar a aquel “toro blanco” que en el 66 inmortalizó el Maestro del mechón en este mismo ruedo. Morante vive la Tauromaquia como seguramente ningún otro compañero suyo del escalafón, y si ya nos sorprendió con la organización de este merecido homenaje, no menos sorprendidos nos dejó con el cartel de toreros confeccionado para el Festival. Sorpresa tras sorpresa, detalle tras detalle … ¡Dios sabe qué será lo próximo con lo que nos sorprenderá el cigarrero!
Si ordenamos la crónica de menor a mayor intensidad en lo vivido y sin seguir el orden de lidia, comenzaremos con Pablo Hermoso de Mendoza. Lidió un novillo de El Capea (procedencia Murube) en una actuación a caballo que sirvió de prólogo para el resto del festejo. Por cierto, que mató el navarro de un rejonazo incalificable en su colocación.
Enrique Ponce, torero también retirado, pero mucho más actual y aún fresco en el recuerdo de todos, estuvo como en un tentadero. Ante un animal de condición floja y embestida bondadosa, el valenciano encontró la horma de su zapato. Erguida la figura, templado, lo pasó en numerosos muletazos más superficiales que profundos donde destacaron los cambios de mano y algún muletazo por bajo marca de la casa. Ponce estuvo muy en Ponce.
De Morante poco más que añadir, que por cierto vino impecablemente vestido con inspiraciones gallistas. El “toro blanco” de hoy no fue como aquel de hace casi sesenta años que permitió el resurgir de Chenel. A pesar de ello dejó alguna verónica destacable y detalles de su toreo innatoy con mucho gusto. Muy emotivo fue su brindis al cielo.
Y cerró el festival Olga Casado, a la que hay que reconocer de antemano la papeleta a la que se enfrentó y que resolvió más que decorosamente. No se arredró y mostró su concepto de toreo elegante, buena composición y estimable temple. Queda mucho camino por delante y debe medirse en el mismo circuito que todos sus compañeros donde deberá mostrar el verdadero alcance de su toreo. Recetó la mejor estocada de la mañana y se fue por la Puerta Grande con una compañía que no olvidará jamás.
Y no fue fácil lo de Olga porque lo verdaderamente importante ya había sucedido.
Por ejemplo, lo del maestro Carlos Escolar “Frascuelo”, destilando esa torería en sus andaresque llenó el escenario desde que se hizo presente. Tuvo la mala suerte de encontrarse el novillo más complicadillo de la mañana y a pesar de sus facultades, sus setenta y siete años y la fragilidad de unas piernas que apenas permitían hacer posible lo imposible, dejó impreso su toreo añejo en alguna verónica a pies juntos, en aquella media del quite o en cuatro muletazos y tres remates impregnados de ese regusto especial que no se aprende en las escuelas actuales. Qué torero y qué gusto dio presenciarlo.
Pero es que antes Curro Vázquez ya nos había hecho retroceder en el tiempo tres o cuatro décadas y había puesto la Plaza boca abajo. Porque lo de Curro fue una locura. Gran parte de los asistentes no le habían visto torear en vivo (entre los que me incluyo porque solo le recuerdo en mi niñez a través del televisor). Y es que la torería, la difícil facilidad para elegir el terreno,la distancia y la colocación solo se perciben en directo. En su carta de presentación, un saludo a la verónica abrochado con una media hizo rugir el tendido. Y faltaba lo mejor. Ya con la muleta,dejó planchada la tela desde el inicio para enlazar los derechazos con suavidad, despidiendo el muletazo con la precisión exacta que permite enganchar el siguiente y arrancar el olé al unísono de toda la plaza en un trincherazo que pareció no acabar nunca. Y luego la naturalidad alnatural, como debe de ser, y en las trincherillas, o en el cambio de mano al paso y en ese por bajo con una pierna genuflexa con aroma de chenel y en homenaje a su gran amigo. Ahí quedó eso. Una lección magistral de toreo clásico, ese toreo eterno tan alejado de la vulgaridad actual,que supo a gloria.
Y César Rincón, el “César del Toreo” como le gritaron, que Madrid descubrió y encumbró allá por el 91. Hoy, casi treinta y cinco años después, ha sido capaz de volvernos a traer aquellocomo si de una máquina del tiempo se tratara, y así volver a sentir lo bonito que cruje su Plazacon su toreo. Actuación maciza y redonda ya desde el soberbio saludo capotero a la verónicaque fue in crescendo en la faena de muleta. Citó de largo el colombiano, a esa distancia herededa de su padrino de alternativa pero con sello propio, para torear con la “pata alante”, y ligar con la suerte cargada (que sí se puede) y enganchar adelante y mandar hacia detrás (que también se puede) … Y la Plaza enloqueció y de nuevo la emoción se manifestó en gritos de TORERO, TORERO, los mismos que antes había escuchado Curro… Y las lágrimas afloraron al sentir lo grande que es el toreo.
Todo ello compuso algo inolvidable, algo que nos hizo muy felices durante esta mañana del 12 de octubre de 2025, cuando vivimos un Festival histórico, con un toreo que hoy retrocedió en el tiempo y se elevó para homenajear a uno de sus mejores intérpretes. No pudo ser de mejormanera.
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