DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Madrid olía a primavera sevillana en el día del decimonoveno festejo del serial de San Isidro en el que se lidiaron toros de la ganadería de Juan Pedro Domecq de desigual presentación y casi todos protestados en la salida. Rescatable el tercero, Malhechoro, negro salpicado, un mansote encastado, y sí: un manso encastadito fue lo mejor de la tarde. Toros descastados, sosos y sin fondo. Increíble lo de esta ganadería, que produce toros (lo de criar es demasiado bello para aplicarlo a este contexto) como churros y que mete petardo tras petardo sin que nadie se inmute.
Cartel de “No hay billetes”, lo que se traduce en 22.964 asistentes que pasamos por taquillas y otros tantos que estaban en el callejón.
Morante de la Puebla: de nazareno y azabache. Dos pinchazos, estocada casi entera y un descabello: PITOS. Dos pinchazos y media estocada perpendicular: BRONCA.
Juan Ortega: de esperanza y plata. Pinchazo y estocada casi entera caída: SILENCIO. Pinchazo y estocada caída: OVACIÓN CON SALUDOS (los saludos porque a él le pareció oportuno apropiarse de la ovación dirigida al tendido del 7 y su pancarta).
Pablo Aguado: de sangre de toro y oro. Dos pinchazos, pinchazo hondo y dos descabellos: SILENCIO. Dos pinchazos, media estocada y descabello tras aviso. SILENCIO.
Presidente: D. Jesús María Gómez Martín. Sin demasiado trabajo ayer, debió ser devuelto el segundo por inválido y no estaría de más que actuase de oficio y pidiese un examen post mortem de las astas del sexto.
Tercio de Varas: Poco acertados con la salvedad de Óscar Bernal de la cuadrilla de Juan Ortega. Aurelio Cruz cualquier día va a picar en la penca del rabo.
Cuadrillas: Como casi siempre que pisa la plaza, Iván García fue lo más destacado por su eficacia y elegancia.
El cartel era uno de los más atractivos de la Feria para los que gustamos de ver determinado tipo de toreo. Los nombres de los matadores (si es que se les puede seguir llamando así después del desastre que presenciamos a la hora de matar) daban ganas de ponerse perfume y tirar para la plaza, pero cuando agudizas un poco la vista y lees el nombre de la ganadería (por favor, que revisen la tipografía de la cartelería, que nos vamos a dejar los ojos) con la que vienen estos tres toreros, no sabes si ponerte perfume o tomarte un protector de estómago.
Sin sorpresa llegó Juan Pedro con sus toros: feos, sin gracia, sin fondo ni forma a la que agarrarse y con poco calcio en los pitones. Los rumores de tráfico excesivo de “vehículos de cuatro o más ruedas que se usan para transportar grandes cargas” (RAE dixit) por los alrededores de Las Ventas cada vez que los juampedros se anuncian son ya costumbre. Sin sorpresa se presentaron los de luces, aunque lo de luces es un decir ¿qué manía le ha entrado a Morante con venir vestido de banderillero? ¿Qué es eso de venir de plata, Juan? A Madrid se viene bien vestido y llorado que, si el firme de la plaza está duro, lo está para todos. Que sabemos de la excepcionalidad del maestro, pero todo tiene un límite. Una cosa es ser consentido y otra ser caprichoso.
Lo que se presenció en la plaza de Las Ventas desanima a cualquiera, menos mal que los aficionados tenemos más moral que el Alcoyano y siempre salimos de la plaza con algo bueno para poder comentar con los amigos. ¿Y qué fue lo bueno? Terminamos pronto respondiendo a esta pregunta: tres excelentes verónicas de Juan Ortega para recibir a su primero y poco más. Quizá hay que mencionar que se agradece la premura con la que Morante pasaporta a los toretes que le tocan porque hay que aceptar que los toreros pueden “estar mal con el toro”, pero deben ahorrarnos ese voluntarismo impostado, insistente, de alargar hasta el hartazgo la faena. El esfuerzo inútil es una pérdida de tiempo y de ánimo que mata la emoción y, con ello, mata la tauromaquia.
Si el inicio de la tarde traía aromas sevillanos, el final de esta terminó oliendo un poco a basura. De todo se cansa uno y ya está bien de que los toreros se anuncien en Madrid con ganaderías garantistas para luego venir a echar la tarde y no querer ni ver lo que tienen delante, como es el caso de Aguado con el tercer toro. A Morante le queda la Beneficencia y, si bien es cierto que no está teniendo suerte con los sorteos, el crédito se le agota. Claro que, al menos el de la Puebla del Río ha tenido ese crédito, cosa de la que carece Juan Ortega que, simplemente, no está ni se le espera. Toreros, Ortega y Aguado, que pretender ser clásicos, pero que en ocasiones rozan el ridículo, poniéndose vulgares con desplantes, manotazos en las cachas al toro y agarrando los chismes como si llevasen el carro de la compra.
La ovación de la tarde fue para el tendido 7 que sacó una pancarta en la que se podía leer: “Hay que recuperar el toro de Madrid”. Trabajemos, pues, para recuperar el toro, los toreros, la afición y la educación en Madrid. Nos haríamos todos un gran favor.
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