Confesaba el ganadero al comenzar su intervención, encontrarse ante una situación nueva y algo extraña para él. Y es que en multitud de ocasiones se les ha invitado a los “Victorinos” (tanto al padre como al hijo), a comentar aspectos sobre el ganado estrella de su casa , los Albaserradas por todos conocidos. Pero en esta ocasión, la razón de la visita de Victorino hijo a nuestro ciclo de tertulias, era la de descubrir las claves del reto que en los últimos años se han marcado: hacer resurgir el encaste Vega-Villar. Todo comenzó allá por 1910 cuando un aficionado de Colmenar llamado José Vega adquiere unas vacas de Veragua que cruza con sementales de Santa Coloma. Tras cuatro años en su posesión vende a los hermanos Villar de Valladolid los cuales , por problemas económicos, se ven obligados a repartirse la ganadería y vender cada uno su parte. De estos hechos van a surgir las dos ramas principales de este encaste. La primera de ellas es la que irá a parar a la familia Cobaleda y la otra, la rama de Encinas que acabaría en última estancia en manos de la familia Galache. Victorino, cuando decide embarcarse en esta aventura en 1996, acude a Arturo Cobaleda, en cuya posesión se encontraba parte del ganado procedente de la primera de las ramas antes descritas (adquirido vía Barcial), comprando alrededor de 85 vacas. Y esa ha sido la base del hierro de Monteviejo hasta el año pasado… Hasta el año pasado porque después de diez años sin haber encontrado los resultados buscados y también con la intención de refrescar y reducir el grado de consanguinidad, opta por acudir a la segunda de las ramas en que se había dividido el encaste, la de Encinas. Según las palabras del propio Victorino, “la decisión ha sido muy positiva y esperanzadora ya que las tientas realizadas a este ganado procedente de la familia Galache han dado unos resultados de muy alto nivel y con la notable característica de una gran regularidad”. Los “patasblancas”. En boca del propio ganadero “estamos ante un toro fuera de su época”. Y es que este encaste está lleno de particularidades. Dejando a un lado las llamativas capas que presentan a simple vista, no dejamos de estar ante un animal peculiar. Es un toro que se cuaja mucho antes que el del resto de los encastes de la cabaña brava. Según Victorino “con tres años el animal ya ha llegado a la plenitud, empezando el declive a partir de entonces. Por ello, es normal ver que los mejores resultados se están dando en las novilladas y en parte también, ser la explicación del gran auge de este encaste durante las décadas de los 50 y 60, cuando el guarismo no estaba implantado y las reses se lidiaban con menor edad”. Pero a parte de estos condicionantes de la edad explicados por el ganadero, este toro tiene una forma de embestir muy especial: “es un toro muy fuerte, de mucha potencia y poca flexibilidad”. Esto es lo que condiciona que siempre haya destacado más en los primeros tercios que en la muleta. Una vez llegado a este tercio se muestra agresivo, con poca duración y va a exigir una técnica que la mayoría de los coletas actuales no aplican. El propio ganadero nos lo explicaba, “en primer lugar la colocación: con estos toros, el torero no debe estar totalmente cruzado, sino quedarse justo en el primer pitón, ya que dada la poca flexibilidad antes mencionada, se vería arrollado por el animal. Y en otro aspecto, los toques: éstos deberán ser siempre dos y fuertes, uno para citar y otro a la hora de embarcar al toro en la muleta. Además, el engaño deberá presentarse muy planchado y sin dejar el más mínimo hueco”. En definitiva, problemas que la mayoría de los toreros actuales no están preparados para solventar y que hace que incluso entre el gremio califiquen a estos toros como “Los Gremlins”… Y es que como el propio Victorino argumentaba, “¡no se puede torear un patasblancas como a uno de encaste Parladé!”. Repaso a la actualidad. Pero todo no quedaría ahí. La oportunidad de tener al representante de la casa ganadera más importante en las últimas décadas entre nosotros, y la importancia de todas sus opiniones, hacía que el coloquio fuera entrando en calor por momentos. Y ya no sólo se trataban aspectos del encaste Vega Villar, sino también de diversos temas sobre la preocupante situación por la que atraviesa la Fiesta. Como ganadero y además veterinario, nuestro invitado entró de lleno en dos problemas que le han afectado considerablemente en los últimos años. El primero y al igual que al resto de ganaderías era el de la lengua azul. Victorino se lamentó de todas las trabas impuestas por la Administración para el manejo del ganado bravo durante la temporada pasada, cuando curiosamente “no se ha podido detectar ni un solo caso de infección en las reses de lidia(…) Además, lo preocupante es que en cuanto suban las temperaturas volveremos a hablar del dichoso mosquito y a padecer los mismos problemas que este año pasado…” Por otra parte, el tema del afeitado también salió a la palestra. El ganadero, apoyándose en su condición de veterinario, defendió la postura de la invalidez de los cuatro métodos utilizados en la actualidad para la detección de fraude. Es más, en sus declaraciones apostilló: “además de no ser válidos científicamente, funciona el amiguismo. Desde luego, mientras yo pueda no irá ni un pitón mío a un análisis”. Y para finalizar, no se podía obviar la situación actual a la que ha llegado la Fiesta, (inducida por otra parte, por los propios taurinos que viven de ella). Para Victorino tenemos un gran problema: “hay una falta total de organización interna y así nos va. Cada uno tira para su conveniencia y los públicos están dejando de acudir a las plazas(…) No sabemos vender este espectáculo y estamos desaprovechando todo el potencial que nos presenta…” Incluso la conversación derivó hacia la penosa situación a la que los responsables tanto de la empresa actual, como de la Comunidad de Madrid, están llevando a la Plaza de Las Ventas. Victorino nos aportaba un dato: “ya en tiempos de Leguina a mi padre le ofrecieron formar parte de un grupo designado por la Comunidad para llevar la plaza en autogestión. Aquello no llegó a cuajar y seguimos en las mismas porque a ellos no les interesa…”. En definitiva, eran cerca de las diez de la noche cuando seguíamos enfrascados en el debate y una conclusión se me pasaba por la cabeza: tanto trabajo tiene Victorino para sacar adelante el encaste Vega- Villar, como todos los estamentos taurinos para mejorar el estado de la Fiesta. Ninguna de las dos cosas va a ser fácil.