En la tarde de ayer volvimos a vivir un episodio pernicioso para el estatus de la plaza. La deplorable actitud del presidente, don Gonzalo de Villa Parro, quien tarde tras tarde menoscabe la exigencia y el rigor de la plaza, fue la principal causante de tan triste acontecimiento.
Sin duda hay que destacar la poca vergüenza torera que tuvo ayer Perera. Pudo haber declinado el segundo apéndice como muestra de respeto al público venteño y a la categoría de la plaza. Ese gesto habría sido recordado por mucho tiempo por los aficionados ayer presentes y se habría ganado el profundo respeto de la afición de Madrid. El diestro extremeño pudo haberse marchado a pie con el resto de su cuadrilla recibiendo una sonora ovación con dignidad y, lo más importante, vergüenza torera. Pero decidió que no merecía la pena. Se marchó con una actitud desafiante y chulesca, con una sonrisa picarona y lanzando ‘besitos’ a aquellos que le recordábamos que estaba saliendo a hombros sin merecerlo, para acabar indicando con seis dedos de las manos las veces que ha salido por la puerta grande de Madrid. Ni dignidad ni vergüenza torera.
Ni siquiera la mitad de los asistentes al festejo pidieron que se premiase a Miguel Ángel Perera por su faena a Pijotero de Fuente Ymbro. No rehuso a admitir que le dio una buena serie por el pitón derecho, bajando la mano y obligándole al toro a embestir por abajo, pero, ¿realmente mereció cortar las dos orejas? ¿Realmente es posible que esté tan barato desorejar a un toro en la plaza más importante del mundo? ¿De verdad es este el criterio que hay actualmente en el palco? Si estas preguntas se las hacen a don Gonzalo de Villa Parro, responderá afirmativamente en las tres.
Él fue el artífice de tan bochornosa tarde debido a su imperdonable actuación. El susodicho ya nos tiene acostumbrados a sus desacertadas decisiones al frente de la presidencia de la plaza, llevándola a tal punto de encontrarse en un estado de precariedad total. Cuando las llaves de la puerta grande son entregadas a un presidente tan incompetente y desconocedor -o ignorante- de la exigencia de Las Ventas, ocurren este tipo de aberraciones.
Don Gonzalo no merece sentarse en el palco de Las Ventas ni una sola tarde más, o de lo contrario la exigencia de la plaza seguirá cayendo en picado. Se deben tomar decisiones drásticas y prohibir que presidentes ineptos y dañinos vuelvan a encargarse de la presidencia del coso venteño. De lo contrario, esta plaza seguirá navegando a la deriva.
Diego González Gilaberte
Publicado en el blog entrehierbayalbero.wordpress.com