DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Sexto festejo de la feria de otoño, corrida de toros. Se lidiaron seis toros de ADOLFO MARTÍN, procedencia de Marqués de Albaserrada. En líneas generales, desiguales de trapío, algunos justos de presentación, pero muy ofensivos de pitones; todos flojos y descastados a excepción del 2º. Sobrero de PALLARÉS, de procedencia José Benítez Cubero- Quintanilla lidiado en séptimo lugar, bien presentado y noble. Según la tablilla mentirosa, el peso medio del festejo fue: 531 kg.
ANTONIO FERRERA: de turquesa y oro. Dos pinchazos, estocada corta perpendicular y dos descabellos (silencio). En el segundo, estocada caída. Aviso (petición y saludos). En el tercero, tres pinchazos y estocada (silencio). En el cuarto, pinchazo, media y siete descabellos (silencio). En el quinto, dos pinchazos y estocada. Aviso (palmas). En el sexto, cuatro pinchazos y tres descabellos (silencio). En el séptimo, media trasera (oreja).
Tres cuartos de entrada sobre el aforo permitido de 11.840 espectadores.
Presidencia: D. JUAN FRANCISCO GARCÍA GONZÁLEZ. Muy mal. Incumplió el Reglamento en diferentes ocasiones y estuvo a merced de los caprichos de Ferrera. Ejerciendo su labor sin ninguna autoridad y sin defender los intereses de los aficionados ni el prestigio de la seriedad de la plaza.
Suerte de varas: A parte del espectáculo del matador, de quitar el caballo de puerta, intentó dejar a los toros en suerte, algunos a larga distancia y a otros cambiando de terrenos. Estuvo con ganas de agradar el espada en este tercio que no se vio muy recompensado por el deslucimiento del encierro en conjunto.
Cuadrillas y otros: Destacaron los picadores Antonio Prieto (2º) y José María González (5º). Se desmonteraron tras parear Fernando Sánchez y Javier Valdeoro en el segundo de la tarde; José Chacón en el tercero; José Manuel Monotoliú y Fernando Sánchez en el quinto; Joao Ferreira en el sexto; y Fernando Sánchez, José Chacón y Joao Ferreira en el séptimo.
El aficionado venteño, por norma general siempre se ha caracterizo por ser ortodoxo. Es decir, se identifica con unas normas y practicas tradiciones marcadas por el reglamento vigente. Esto no ocurrió ayer, pues Antonio Ferrera incumplió en diferentes ocasiones el Reglamento, bajo el consentimiento de la Autoridad. Estas decisiones sobrellevaron a un perjuicio para la seriedad de la primera plaza del mundo y el respeto a la afición. Fueron varios incumplimientos como por ejemplo retirar del ruedo el picador reserva, lidiar un sobrero, compartir el tercio de banderillas con los subalternos, en este caso fueron cuatro, con chulería de salir en fila india e incluso se atrevió a pedir un segundo sobrero... y lo triste del todo es que gran parte del público lo aplaudió y el señor presidente lo consintió...
Pero la tarde dio para más. Se vio una corrida de Adolfo noble, descastada, mansa, deslucida y encima flojos. Tristemente definirlo así, pero es el momento en que vive esta ganadería, ni presenta bien las corridas ni su juego el deseado y esperado por la afición. Adolfo, así no y tú lo sabes. Un fracaso para un ganadero que debe volver a ganarse a la afición, a base de trapío, casta, peligro y emoción de sus toros.
Afrontar el compromiso de matar seis toros como único espada para sufrir el examen de la cátedra venteña es arriesgado y en la historia hay hasta ahora más desafueros que éxitos. A pesar de que la plaza es más facilona y Ferrera lo sabe, aún queda un reducto de buenos aficionados repartidos por todos los tendidos de la plaza que le van a exigir mucho y regalar poco.
Ferrera ya le habíamos visto este año en el mano a mano con de Justo y estuvo mal. No está en el momento ideal para esta encerrona, por eso no estuvo bien y fue un fracaso. Ni una verónica destacable de Ferrera en toda la tarde. Ferrera estuvo espeso, en una especie de voluntarismo torpe, a años luz de su anterior apuesta en solitario de hace un par de temporadas cuando sorprendió con originalidad y toreo de altos quilates.
Lo más vistoso de la tarde fue comprobar que los ‘adolfos’ iban de lejos a los caballos. Antonio Ferrera supo ponerlos a distancia, a veces exagerada-, pero en el peto simplemente se dejaban pegar. Eso sí, permitieron el lucimiento de dos de los subalternos, Antonio Prieto, en el segundo –único con cierta codicia-, y José María González en el quinto.
Fueron los dos que permitieron también a su matador, a veces pisándoles el terreno, extraerles algunos buenos medios pases por ambos pitones. Del resto, nada destacable salvo el mal manejo con el estoque del extremeño.
Si destacaría los extraordinarios pares de banderillas que festonearon Fernando Sánchez en sus dos toros, y Valdeoro, Joao Ferreira, Montoliú –que cayó en la cara del quinto bicho y se salvó de milagro de un percance-, José Chacón y Vázquez.
Consciente, quizás, Ferrera del fracaso, pidió un primer sobrero, de Pallarés. Después ante su dócil embestida pudo, por fin, dar redondos y naturales, varios de ellos con abuso de pico, y bien rematados con variedad.
A pesar de que lo mató de media estocada desprendida, un público blandito y que quería irse a casa presumiendo que se había cortado una oreja, la pidió para el coletudo. Quien también pidió un segundo sobrero, con la intención de intentar tapar el fracaso de su tarde con otro trofeo que le abriera la Puerta Grande. Pero a ello, el usía, reglamento en mano, no accedió. Por fin, algo bien.
Escrito por Roberto García Yuste
Foto: las-ventas.com