DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Final del cuarto certamen de novilladas nocturnas de Las Ventas. Noche de brisa fresca con gran ambiente en los tendidos —acierto pleno de este formato —, con 9.283 espectadores según la empresa, aunque es difícil discernir una cifra exacta por el trasiego (antirreglamentario) durante toda la novillada de bandejas reciclables de fritos y salchipapas, licores espirituosos, no sólo entre utrero y utrero, así como la asistencia masiva de jóvenes católicos del otro lado del charco que hicieron escala en Madrid antes de su encuentro con el Papa en Lisboa. Mucho mejor este ambiente, festivalero y amable, que nada tiene que ver con la macrodiscoteca isidril.
Se ha lidiado e intentado estoquear una novillada de Fermín Bohórquez, procedencia Murube-Urquijo. Correctos de presentación, sin estridencias, el tercero abrochado de cuerna fue levemente protestado de salida (al final, el mejor para la muleta). En general, manejables e incluso boyantes, pero faltos de fuerzas y de un puntito más de raza.
JORGE MOLINA: De azul noche y oro. Un aviso, estocada entera tendida desprendida, segundo aviso y descabello. SALUDOS (quiso darse una vuelta al ruedo que fue abortada por las protestas del respetable). Una casi entera y descabello. SALUDOS. Estocada contraria y descabello. OVACIÓN.
CHRISTIAN PAREJO: De sangre de toro y oro. Pinchazo y estocada perpendicular. SILENCIO. Pasó a la enfermería.
ALEJANDRO PEÑARANDA: De grana y oro. Cinco pinchazos, aviso, ocho descabellos, aviso. SILENCIO. Estocada trasera, tendida, algo contraria. Aviso, tres descabellos. OVACIÓN.
Presidente: D. José Luis González González. Pasó totalmente desapercibido ante la ausencia de decisiones que tomar.
Tercio de varas: Por prevención de riesgos laborales, o por el cariz fiestero de la tarde-noche, no se metieron las cuerdas en ninguna entrada al caballo, algunas de ellas fueron al relance y otras de trámite. Al primero le picaron trasero en la primera vara, logrando derribar a Marcial Rodríguez. La segunda entrada le coge en el sitio. En el 2°, traseras ambas varas, ensañándose primero y marcando en la segunda. En el 3°, no se le metieron ni las cuerdas, pierde las manos al salir suelto. El 4°, al relance, refilonazo y otro relance. En el 5°, lidiado en sexto lugar, cumple el novillo en el primer encuentro, trasero y laxo el segundo. El 6°, que se lidió en quinto lugar, puyazo en buen sitio, pero sin emplearse ni picador ni novillo, y picotazo en el segundo.
Esta laxitud generalizada en el tercio de varas condicionó en la muleta el juego de los novillos, protestando con la cabeza alta, costándoles descolgar, lo que hacía los inicios de faena algo complicados para la bisoñez novilleril. Un par de derribos hicieron las delicias de los católicos norteamericanos que iban a de paso a Lisboa.
Cuadrillas: Mencionar la solvencia y oficio de Jesús Aguado, Juan Navazo y Mathieu Guillón.
Enfermería: Christian Parejo fue atendido de una "herida por asta de toro en cara lateral del tercio medio del muslo izquierdo con una trayectoria ascendente y hacia dentro de 20 cm. que produce destrozos en fascia lata y músculo vasto externo, alcanzando fémur y bordeándolo por su cara interna. Contusión con hematoma en tercio distal del muslo derecho. Traumatismo craneoencefácilo y erosiones múltiples en cara. Intervenido bajo anestesia general en la enfermería de la plaza de toros y trasladado al Hospital Jiménez Díaz. Pronóstico grave".
Hacen faltan cuatro sentidos para disfrutar —para guardar en la memoria — una tarde de toros. La vista, para que nadie nos lo cuente. El olfato, porque la muerte huele a quemazón de una lumbre que prende. El oído, para heredar de nuestros mayores el conocimiento que prestaremos a los que vienen detrás. El gusto, porque una vida sin caprichos y debilidades no tiene sentido que sea eso, vivida. Queda un quinto sentido, el tacto, que es el único necesario para opinar sin estar en la plaza: tocar el mando de la televisión, pulsar la tecla de las redes sociales, silenciar los comentarios de Domingo (con esto no podrán, aunque salga de la tele). De hecho, hay un sentido que en la plaza hace despertar al resto, mientras en casa es imposible abarcarlo en plenitud: la vista. Porque las tres dimensiones de estar en vivo se quedan en dos cuando lo ves en un plasma; hay una dimensión que se pierde cuando no estás en el tendido: la objetividad. Y el criterio.
Y, a partir de aquí, después de esta digresión de barra de bar, la crónica del festejo. Es similar a la de resto de medios, uniformes, como si las hubiesen redactado con ChatGPT.
A Jorge Molina, que volvía a Las Ventas con cierto ambiente después de su paso por San Isidro, le tocó pechar con su lote y uno del de Christian Parejo, que, tras su primera presencia en el ruedo, y ser cogido feamente al entrar a matar, ya no pudo salir de nuevo al albero. Tras brindar Molina a un micrófono, se las vio con “Joyerito”, 513 kilos, al que recoge en el 9, por estatuarios. Se lo saca al tercio, como se lo sacan todos los novilleros hoy en día, y el utrero acude a los toques, pero sin trasmisión alguna. Se levanta un viento molesto que, junto a la pierna retrasada de Jorge, hacen más difícil que aquello coja vuelo. Sigue “Joyerito” mandando en su destino, y terminan ambos en el 5, donde quiere el novillo, por la izquierda no pasa y se cuela hasta dos veces cogiendo y revolcando al novillero. Mermado y sin eco en los tendidos concluye con manoletinas encimistas y lo empitona de nuevo. Al final, tras matar a la última, quiso Jorge Molina, al calor de los cariñosos aplausos de los católicos venidos de USA, darse una vuelta por la cara, la cual fue abortada diligentemente por los ateos autóctonos que pueblan Las Ventas. El cuarto, “Buscador”, 536 kilos, que brinda a Parejo (quien está en la enfermería), calamochea con brusquedad, por las nubes, rebrincado. Le corta el viaje Jorge, el medio pase, pase de plata que decía Chenel, y cuando era el momento de tirar de recursos se descubrió que no había un plan B, o una tauromaquia alternativa, y sin tener muy claro por dónde meterle mano, el novillo se fue haciendo el amo. Le tocó lidiar el sexto, “Partidario”, 479 kilos, que brindó al público. En un tono similar a su anterior novillo (perdiendo pasos, sin encontrar el sitio) y ante un animal gazapón, con teclas, que embestía sibilinamente a golpe certero, Jorge Molina nunca se acopló. Pesó, junto a un concepto uniforme carente de soluciones para problemas inesperados, el tener que lidiar él solo la mitad del festejo.
Christian Parejo fue el damnificado de la tarde noche verbenera. Tras un brindis al público se fue a recoger a “Repetidor”, 534 kilos, al rebufo de las tablas del 7, por alto, con quietud e inocencia. Lo que vislumbra Christian es que intenta un primer pasito, sino cruzado con el utrero, al menos enfrontilado con él, pero a partir de ahí el resto es perder pasos y alargar el muletazo, como suplicando a El Juli que no se retire. Repone en cada final “Repetidor”, con poca profundidad y menos fuerzas que el primero de la tarde noche, aun así, le da un par de achuchones a Christian, para que no se haga trampas al solitario. Con la zocata todo es menos importante y quizá Parejo esté convaleciente de los revolcones previos. Se tira a matar con todo, escupe la espada a la primera “Repetidor” y le pega un tabacazo que, tras volver a entrar a matar y sin enterarse nadie en el momento, envía al novillero a la enfermería de Padrós.
Y al final, el triunfador, Alejandro Peñaranda, que si bien es cierto que aprobó raspado es el de quien se habló después de cenarnos Las Ventas. En su primero “Regidor”, 530 kilos, protestado de salida por su cara brocha, murubeña, resultó ser el de más clase y nobleza (¿por qué lo llaman “movilidad” cuando quiere decir “adiestramiento”?). Brinda a un buen amigo, y enseguida se dobla en terrenos del ocho a recoger a su novillo, se levanta aire y se cae “Regidor”, desluciendo entonces todo lo que abajo ocurría. Liga una tanda sin enganchones, pero también sin apreturas. Al cambiarse de mano pierde intensidad la cosa, porque las fuerzas tasadas del novillo imposibilitan cualquier éxito o gloria. Pero Alejandro liga y apechuga con el viento. Si se atisbó algún proyecto de torero en la tarde ese fue Peñaranda. Dio un mitin con la espada, entre pinchazos y descabellos, pero eso de la suerte suprema… ¿A quién le importa ya?
Lidia su segundo, el sexto, en quinto lugar, “Reportero”, 488 kilos. Brinda al público Alejandro, intentando espolear a españoles y yankees. Lo embarca por bajo de inicio, con buen son el novillo, y con pellizco Alejandro. Las maneras le avalan, sus tandas son templadas, con ligazón. Le echa la muleta al hocico (caprichos de aficionados viejos), sin quitársela entre pase y pase, tres tandas de mérito a derechas (qué bonito lo hace en los cambios de mano) que se diluyen en cuanto cambia a la zocata, done resuena poco o nada. Abrocha con bernadinas de frente, sin darse coba, y aunque a espadas mitigó la mala imagen que dejó en su primero el resto de sus argumentos: su manera de andarle al novillo, su apuesta por hacer algo distinto, la hierba en la boca… Le valió para ganar el concurso de novilladas nocturnas.
Haga clic encima de cada imagen para poder ampliarla.