Integridad: dícese de aquella cualidad que muestra la pureza original y sin contacto o contaminación de un elemento con un mal o un daño, ya sea físico o moral.
En la actualidad taurina impera una situación angustiosa, que incluso roza los límites más preocupantes sobre el eje fundamental de la fiesta nacional. La integridad del toro de lidia es un fenómeno cada vez más en cuestión por la falta de la misma. Llevamos un tiempo observando en ciertas localidades en ciertas plazas, que durante la temporada, la manipulación ejercida sobre el toro bravo ha alcanzado unos extremos inadmisibles. Las alarmas sobre este aspecto de gran importancia se han vuelto a encender en esta última semana, cuando por tierras americanas se ha podido ver a dos supuestas figuras del toreo como Julián López “El Juli” y Andrés Roca Rey, acartelándose con animales de presencia vergonzosa y sin ninguna justificación.
La voz de los aficionados a través de las redes sociales se ha hecho notar, mostrando su frustración y enfado con tal acto deshonroso. ¿Hasta dónde vamos a llegar? Esto es algo que se preguntan muchos taurinos preocupados por la salud de la tauromaquia que tanto les apasiona. La dignificación de la fiesta está cada vez más por los suelos, y ante la falta de respeto y valores mostrada por algunos profesionales hacia el pilar básico, es cuando más son necesarias las protestas del aficionado, el cual busca que este arte siga siendo único con toda su grandeza. Raramente, aunque para todo hay excepciones, veremos a los medios más sensacionalistas denunciar hechos que perjudican a aquellos que les financian.
“Corridas de toros”, por llamarlas de algún modo, como las que se lidiaron en Manizales o Moroleón demuestran el estado alarmante que vive la fiesta. Esto no beneficia a nadie. Que las llamadas figuras del toreo se presten a lidiar animales con tan pobre y vergonzosa presencia, es una auténtica falta del respeto a los aficionados, pero sobre todo, al toro bravo, que es quien le da de comer. Son muchos los que reclaman, y más tras presenciar situaciones como las de estos días, la vuelta de la integridad del toro de lidia. Esto no consiste solo en la no manipulación de las astas, que también hay que conseguir que no se produzca, se busca además, recuperar la condición y el tipo de toro más ideal acorde a cada encaste y ganadería.
El toreo es un arte basado en múltiples pilares, entre ellos hay varios esenciales como son la emoción, la verdad y el riesgo. Eliminadas estas características, la tauromaquia pasaría a ser un mero acto cultural sin pasión ni afición. ¿De qué sirve que un torero pegue cuarenta muletazos a un toro si no hay emoción? Sería un completo sin sentido. Nada más incomprensible es ver a toreros de la talla de El Juli o Roca Rey lidiar animales ante los que no exponen riesgo ninguno, puesto que su trapío e integridad brilla por su ausencia. Y es aún más indecente ver como son los propios perfiles de los toreros los que publican las imágenes de tal espectáculo bochornoso, celebrando un triunfo de nula importancia ante la falta de toro. Una pena y una vergüenza ver que son ellos los que se prestan y colaboran con esta “fiesta”.
La ofensa de ver toros despuntados, con medio pitón afeitado, sin presencia, trapío ni condición, nos hacen comprobar que los antitaurinos más peligrosos los tenemos dentro del propio sector taurino. Todos son culpables, quienes los torean, quienes los aprueban y quienes los permiten.
Sin toro no hay nada, recuérdenlo.
Artículo de Noelia Crespo publicado en la web altoro.es