Estas líneas son mi humilde homenaje al toro de lidia a su bravura y casta.
Cobradiezmos, salió en la Feria de Abril sevillana por la puerta de toriles de la Maestranza un 13 de abril de 2016. Cárdeno, de impresionante lámina, tocado de pitones, herrado con el número 37 y exhibiendo la majestad y el poderío de sus 562 kgs de casta y bravura. Hijo de la vaca Cobradiezma y el semental Jaquetón, venía de familias de demostrada calidad en la casa de la A Coronada. No defraudó, en todos los tercios se empleó con nobleza, acudía con codicia a los engaños, arrastrando por la arena el hocico mientras buscaba la muleta que presentaba el torero en una lidia de muerte o vida. El toro estaba cumpliendo con su razón de existir pues en ese diálogo de miradas y retos precursores de la muerte, se esconde el ritual taurómaco y están las más misteriosas esencias que desde hace milenios explican la lucha que entabla la fragilidad y astucia de un hombre frente a la fuerza totémica de un toro en terrenos cambiantes, en la soledad de una plaza paradójicamente llena de gentes que asisten atónitas y asombradas a ese ritual. Uno ha de morir, otro vivirá pero los dos habrán cumplido con su destino. Y eso es lo que otorga grandeza a una corrida de toros.
Cobradiezmos no murió con la dignidad del toro bravo: en la plaza, defendiendo su vida, retando al torero…fue indultado. Se me dirá que merecía ese indulto, que el Reglamento de 1996 en su art. 83, regula la concesión de esa gracia, el indulto cuando se dan una serie de condiciones en la lidia de un toro etc. etc. ¿Y qué? Considero que ese indulto privó al toro de morir de manera grandiosa, dignamente, cumpliendo su parte en ese ceremonial que es la lidia. Ante miles de personas que impresionadas por su bravura le aclamaban, a la sombra de los arcos de la majestuosa plaza maestrante y con la Giralda de testigo al fondo. ¿No hay mejor homenaje para un toro de lidia que ha luchado hasta el final por su vida que morir en esa plenitud?
Así debió morir Cobradiezmos. No estoy de acuerdo con los indultos me parecen que es una traición a la esencia y al porqué de la fiesta taurina en la que la muerte debe estar siempre presente, y más en contra todavía con los que últimamente piden los toreros para beneficiar a ganaderos amigos de la mano de un triunfalismo que nada refleja lo sucedido en el ruedo; a más de un ganadero de históricas vacadas he oído decir esta misma opinión.
Ahora llegan los homenajes, Victorino Martín ya ha dicho que lo va a mandar disecar y lo donará al Museo de la Maestranza, como también hizo en su momento Manuel Escribano con el vestido que llevaba aquella inolvidable tarde, existe un azulejo en la plaza recordando la gesta, pues era el noveno toro indultado en el coso maestrante en sus lagos años de historia.
El toro ha vivido dieciséis años, ha padreado en la dehesa, habrá dejado una herencia genética fundamental para la ganadería, pero al final ¿Cómo murió Cobradiezmos?, peleando, dando cornadas, defendiendo su territorio, demostrando el instinto de lucha para el que fue creado, su verdadera razón de ser. Quiero pensar que esa muerte de bravo era la que buscaba una tarde de abril en el albero sevillano mientras se enfrentaba a un hombre para cumplir con su destino pero… un pañuelo naranja se la robó.
Yolanda Fernández Fernández-Cuesta. Socia de Honor de la Asociación el Toro