DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Domingo 14 de abril. Calurosa tarde en Madrid. Segunda novillada de las programadas por la empresa para la temporada 2024, en novillada completa de Hermanos Sánchez Herrero. Muy bien presentada en su conjunto pero poco pareja, varios de ellos cercanos a los cuatro años. Novillos mansos, se dolieron en banderillas, a lo que se añade la escasez de fuerzas en el 1º, 5º y 6º. El 4º fue un manso con muchas complicaciones que se acrecentaron según fue avanzando la lidia y fue devuelto al corral tras sonar los tres avisos.
BORJA XIMELIS: Pinchazo hondo tras aviso perdiendo la muleta (leves pitos). Pinchazo perdiendo la muleta, estocada casi entera contraria y atravesada, descabello -aviso- pinchazo, estocada contraria, tendida y atravesada, dos descabellos - segundo aviso - 7 descabellos - tercer aviso (pitos).
EDUARDO NEYRA: Estocada caída (silencio). Estocada caída (silencio).
MARIO NAVAS: Estocada ligeramente contraria y atravesada que hace guardia y tres descabellos (ligeras palmas). Dos pinchazos y estocada casi entera (saludos)
Presidente: D. José Luis González González. No devolvió al primer novillo que había dado muestras evidentes de invalidez permitiendo un simulacro de tercio de varas con sendos picotazos. Incumplió el reglamento al permitir el cambio de tercio en el cuarto con solo tres palos. Le dio los tres avisos a Borja Ximelis haciendo cumplir el reglamento; en su momento no hizo lo mismo con Miguel Ángel Perera y lo justificó en el pasado Ciclo de Tertulias de nuestra Asociación aludiendo a que “estaba intentando matar al toro”. Esperemos que mantenga este nuevo criterio en futuros compromisos.
Cuadrillas: Los del castoreño pasaron sin pena ni gloria en el ya normalizado simulacro de primer tercio a excepción de D. Ismael Alcón, de la cuadrilla de Borja Ximelis, que pasó con mucha pena, recetando dos indecentes y alevosos puyazos paletilleros al cuarto toro de la tarde por lo que debería ser propuesto para sanción. No fue el día tampoco de los de plata, entre los que no destacó ni una buena brega ni tercio de banderillas. Por mencionar algo, los dos pares con oficio de Diego Ramón Jiménez de la cuadrilla de Mario Navas al quinto de la tarde.
Me causó mucha extrañeza esta semana escuchar una entrevista en la que uno de los promotores de una feria, consistente en dos corridas de toros y una novillada, comentaba que lo más difícil en la organización del evento había sido la contratación de los novilleros, pues la gran mayoría de los que habían sido llamados habían rechazado la oferta, alegando mayoritariamente sus representantes que las ganaderías reseñadas para el evento iban a contra-estilo de sus representados. De aquellos polvos estos lodos. No personalizo en la figura en concreto de los tres novilleros actuantes esta tarde en Las Ventas, -más aún al leer en el programa de mano que uno de ellos toreó dos tardes y otro cuatro en el pasado año-, pero sí que muestra una fotografía del decrépito estado actual de la Fiesta de los Toros. Si los novilleros rechazan ganaderías por ir a contra-estilo, ¿qué no harán las figuras? Se busca el toro noble y carretón que permita “expresarse” al espada y se huye del toro de lidia, razón y motor de la Fiesta, animal impredecible, diverso en morfologías y comportamientos según sus distintas procedencias y aún dentro de las mismas, que hace del enfrentarse a él una demostración de valor e inteligencia muy superior a las del común de los mortales. Hoy en día, la Fiesta transcurre por derroteros de uniformidad y monotonía empezando por los comportamientos de las reses a lidiar, término, el de lidiar, que pierde parte de su esencia precisamente porque la lidia requiere la adaptación a un ser cambiante y diverso que debe ser el toro para acabar dominándolo y poder así darle muerte con la espada.
Y en esa dificultad para lidiar, en mayor o menor medida, se han desenvuelto en el ruedo los tres novilleros y sus correspondientes cuadrillas.
El más damnificado de la tarde ha sido Borja Ximelis que se dejó vivo al serio, manso y complicado cuarto. Desde que salió a la plaza, ni él ni uno solo de los integrantes de su cuadrilla fueron capaces de adaptarse a las condiciones del animal y darle la lidia que requería; se echó en falta un solo intento de enseñar a embestir al burel con el capote. El único recurso fueron los puyazos paletilleros que le recetó el picador en el intento de, siendo benévolos, cercenar el poder de la res. El segundo tercio se convirtió en una capea con pasadas en falso y el novillo haciéndose el dueño de la situación e incluso “influyendo” en el palco presidencial que permitió el no reglamentario cambio de tercio con tres palos en lo alto. En el tercio de muleta, el mallorquín no supo ni por dónde empezar y se ve que tampoco nadie le aconsejó, por lo que rápidamente se fue a por la espada con la que protagonizó el sainete que acabó con el fracaso de los tres avisos. Previamente en el primero de la tarde, un flojo y pastueño manso, intentó agradar al respetable banderilleando con poco lucimiento; la faena de muleta transcurrió toda ella en la querencia de manera anodina aplaudiéndose por algunos un natural templado hacia los adentros.
Eduardo Neyra también evidenció estar poco toreado para enfrentarse a tan importante compromiso. Con su primero, un hondo novillo de abril del dos mil veinte no es capaz de mandar con el capote quedando desarmado en la revolera que cierra sus lances de recibo. En el tercio de varas el novillo romanea en el primer encuentro con el caballo, pero no quiere ni verlo más, y ahí que se va a por él el del castoreño con la vara por delante, como si de una justa medieval se tratase, para endosarle un desvergonzado puyazo en los bajos. Nuevamente vemos la falta del sentido de la lidia del novillero y consejeros, pues el burel marca claramente en banderillas que el pitón bueno es el izquierdo. Como la mono-faena moderna empieza dando unas cuantas tandas por el derecho, pues se empeña en ello y al coger la muleta con la izquierda, ya es tarde y el novillo se raja. Con el descastado, noble y soso quinto estuvo insulso con el capote y lo mismo con la muleta, además de descolocado todo el tiempo, pasaportándolo de estocada caída.
Mario Navas era el principal atractivo de la tarde para los habituales de la piedra venteña -por cierto, se echó de menos a varios de ellos y dio la impresión de que, al menos en el tendido del que escribe, había mucha gente invitada- después de las buenas maneras mostradas en las tres tardes en las que toreó en Las Ventas la pasada temporada, especialmente en la de su presentación en la Plaza. Pero no sólo de maneras vive el torero, sino de torear, lo que implica entender y lidiar a los novillos. Al alto de agujas tercero, muy en el tipo de su procedencia -también lo estaba el cuarto-, lo saludó destacando dos verónicas y una media notables. Canta su mansedumbre el novillo en banderillas, pero también que mide mucho por el pitón derecho. Comienza la faena de muleta con estéticos doblones que debatimos en el tendido si son adecuados o no a la condición de la res. Cómo no, muleta a la mano derecha, pitón por el que, como había avisado durante la lidia, se le cuela. Ya al natural, la embestida tiene un puntito de picante que el pucelano no es capaz de dominar; se vuelve a doblar y machetea como final de faena. En la suerte suprema la espada se le va un pelín contraria y muy atravesada haciendo guardia con el consiguiente enfado de parte del público. En el blandengue cierraplaza, Mario Navas no puede más que dejar retazos de su toreo al dejar al novillo en su segundo encuentro con el caballo con dos delantales y una media estimables. Empieza la faena de muleta con ayudados por alto ceñidos que quiere rematar con un natural cayendo el toro al suelo, lo que es premonición de lo que sucederá el resto del trasteo: a la mínima exigencia, el novillo clava los pitones en la arena. Mata al segundo intento de una estocada casi entera en buen sitio.
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