Decálogo en defensa del Toro de Lidia
1.- El toro de Lidia, tal y como se concibe en la actualidad, es un producto de la mano del hombre. Los ganaderos de bravo son los que han convertido un animal semisalvaje, fiero e impetuoso, en un animal bravo y noble, que sirve para los espectáculos taurinos. El toro de Lidia es un animal productor de comportamiento en forma de bravura. Dicho comportamiento se mejora por selección genética que los ganaderos practican con una metodología, en teoría, perfecta: selección por ascendencia -hijos/as de mejores padres y madres-, selección individual o masal –prueba de bravura en la tienta- y selección por descendencia –transmisión de los caracteres a los descendientes-. Y todo ello con la dificultad añadida de que los parámetros que se mejoran son subjetivos y muy difícilmente cuantificables. Este proceso de selección del ganado de lidia tiene, al menos, tres siglos de existencia y durante muchos años solo se ha utilizado en este tipo de ganado.
2.- El ganado de lidia pertenece a una agrupación racial cuyo nexo de unión entre razas es el comportamiento. El origen del toro de Lidia se encuentra en siete castas fundacionales: Casta Navarra, Raso del Portillo, Toros de la Tierra, Jijona, Vazqueña, Vistahermosa y Cabrera-Gallardo, con diferencias genéticas entre ellas más marcadas que entre otras razas de ganado vacuno. Las castas fundacionales datan de los siglos XVI-XVII, pero han evolucionado de tal manera que alguna de ellas ha llegado a extinguirse. La Casta Navarra ha quedado relegada a los festejos populares. Las castas Raso del Portillo, Toros de la Tierra y Jijona están prácticamente desaparecidas. De la casta Vazqueña solo quedan unas pocas ganaderías y goterones en otras. La casta Cabrera-Gallardo está representada, respectivamente, por las ganaderías de Miura y Partido de Resina.
3.- La mayoría de animales de la raza de Lidia pertenece en la actualidad a la casta Vistahermosa. Esta transformación se ha producido a lo largo del siglo pasado y lo que llevamos de este, porque el toro vistahermoseño es el que mejor se adecua a la tauromaquia actual al ser más completo y equilibrado en los tres tercios de la lidia. La selección exacerbada hacia la consecución de la nobleza para la muleta (último tercio) ha creado animales bonancibles, predecibles y con poco ímpetu. Aunque se haya perdido una gran cantidad de biodiversidad ganadera de la raza de Lidia, que supone una pérdida genética de gran valía, la casta Vistahermosa ha decantado en diversos encastes con variaciones fenotípicas y de comportamiento. Baste citar entre otros el encaste Murube, Ybarra, Parladé, Nuñez, Domecq…, este último claramente mayoritario. De estos últimos también se han derivado nuevos encastes que están reconocidos en el Libro Genealógico de la raza.
4.- La raza de Lidia es la primera raza española (y posiblemente del mundo) en la que todos los animales han sido identificados de manera oficial (tradicionalmente a fuego y, desde hace un par de décadas, además, con los crotales oficiales) y todos los ganaderos están inscritos en alguna de las cinco asociaciones existentes. La historia de la tauromaquia está llena de toros -y vacas- conocidos y reconocidos por el buen comportamiento ofrecido en los festejos taurinos de lidia ordinaria y en los festejos populares, que ocupan espacio en las mentes de los aficionados, en las tertulias, en los libros, en los vídeos, en las redes sociales… Este es un privilegio que muy pocos animales tienen.
5.- La producción del ganado de Lidia se asienta fundamentalmente en la Dehesa. La Dehesa es un ecosistema agro-silvo-pastoral de gran valor medioambiental, creado por el influjo de la mano del hombre. Sobre un bosque aclarado de encinas y alcornoques conviven numerosos animales de especies domésticas y silvestres, así como una flora muy rica y variada, con una producción de hierba abundante cuando acompaña la climatología -especialmente, la lluvia-; ésta, junto con la bellota, es el alimento fundamental de rumiantes -como el ganado de lidia- y de monogástricos -como el cerdo Ibérico-. El toro de Lidia, además de servirse de la Dehesa, participa activamente en su conservación. Se estima que el ganado de lidia ocupa unas 400.000 ha. de Dehesa lo que vendría a suponer del orden del 10% de su superficie total, y la carga ganadera media puede estimarse en unos 0,35 animales por hectárea, cifra muy apropiada para su mantenimiento y conservación.
6.- El sistema de cría y manejo del ganado bravo resulta absolutamente novedoso, debido, por una parte, a que se cría para producir comportamiento en forma de respuesta, ataque y bravura y, por otra, a que por su fuerte carácter tiene un manejo difícil y peligroso. Las operaciones que se realizan tales como el herradero, la tienta, el traslado entre cerrados y caminos, el embarque… necesitan gente muy experimentada para poder manejar correctamente el ganado y en mayor número que en un sistema de producción de vacuno de carne convencional. Todo ello hace que la cría del toro bravo resulte una tarea apasionante, que se transmite de padres a hijos, y en la que, además, han entrado las nuevas técnicas en Producción Animal (alimentación, reproducción, profilaxis y sanidad, manejo…). Se puede afirmar, en consecuencia, que es la aportación más genuinamente española a la zootecnia mundial.
7.- El toro bravo lleva una vida placentera en el campo a lo largo de 4-5 años de vida, preparándose para los últimos 20 min. de su existencia en el momento de la lidia. Su condición de bravo le hace crecerse al castigo y morir luchando, ofreciendo su muerte como si de un sacrificio ritual se tratara. Tiene la posibilidad, no obstante, de ser indultado por su extraordinaria bravura, con lo que se gana la condición de semental de por vida, una vez curado de sus heridas. El toro bravo es el único ser que tiene “licencia” para matar a un hombre, aquel que se pone delante de él para domeñarlo y torearlo durante la lidia, o burlarlo en los festejos populares.
8.- El toro de Lidia ayuda a la cohesión territorial en la realidad autonómica española. Por ello, la Fiesta de los toros está tan mal vista por los políticos de las autonomías con un fuerte sentimiento nacionalista. Pero es que también ayuda a fomentar las relaciones entre los ocho países taurinos existentes en el mundo (España, Portugal, Francia, Méjico, Ecuador, Venezuela, Colombia y Perú). Además, la afición a los toros que se encuentra extendida por el resto del planeta crea una comunidad taurina de gran complicidad, digna de ser apoyada por todo lo que aporta a la tauromaquia universal. El día que la UNESCO reconozca a la tauromaquia como Patrimonio Cultural Inmaterial de la humanidad, ese día habrá conseguido entrar por la puerta grande del reconocimiento universal, éste es el objetivo.
9.- El toro de Lidia participa de forma directa en la generación de riqueza económica. Riqueza por el sistema de cría y de producción del ganado bravo en el campo, con el consumo de numerosas materias primas y los empleos creados inherentes a la actividad ganadera. El beneficio económico y medioambiental de la Dehesa en términos ecológicos. La actividad económica que se genera en torno al desarrollo de los espectáculos taurinos (toros, toreros, gremios…), tanto de lidia ordinaria como los festejos populares. El ingreso por turismo que la Fiesta lleva asociado. Todo ello convierte al toro de Lidia en un motor de la economía española, sin olvidar la industria cultural que crece al amparo de la Tauromaquia (literatura, pintura, escultura, música, cine…). Además, el toro se ha convertido en el icono representativo de la marca España.
10.- El toro de Lidia es un animal que genera muchos valores. Conseguir criar un toro bravo y con trapío, con una nobleza encastada, es una verdadera obra de arte zootécnica. Los muchachos que se adentran en el mundo de la tauromaquia se impregnan de una serie de valores que a menudo no poseen los chicos de su edad, valores como el esfuerzo, la valentía, el sacrificio, la lealtad, la perseverancia, la solidaridad, la educación, el respeto… Que el torero sea capaz de domeñar al animal y crear arte con emoción es algo mágico y misterioso. Que los espectadores se entusiasmen presenciando la belleza y el juego del animal, que disfruten con la emoción que transmite un toro bravo de verdad y con el arte que crea el torero -en los toros “el arte sin emoción no es arte”-, entonces se habrá conseguido la gran esencia de la Tauromaquia: emoción y arte. ¿Merece la pena defender el toro de Lidia?
Escrito por Antonio Purroy Unanua