DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
26 de mayo. Feria de San Isidro. Con lleno en los tendidos, se han lidiado 2 toros de Nuñez de Cuvillo (primero y segundo) y otros 4 propiedad de Victoriano del Río, el tercero con el hierro de Cortés. Todo ha sido un batiburrillo de animales mal presentados, sin trapío y feos de hechuras. Buena parte de ellos, candidatos además a ser enviados para análisis de astas… ¿Lo harán? (jajajaja). Todos presentaron una falta de casta desesperante. Por rescatar algún elemento diferenciador indicaremos que el tercero sacó peligro sordo y el cuarto mansedumbre con movilidad en la muleta. El resto, para olvidar.
Miguel Ángel Perera (teja y oro). Metisaca defectuoso y bajonazo (silencio). 2 pinchazos, media estocada y 7 descabellos – 2 avisos- (silencio).
Alejandro Talavante (blanco y oro). 2 pinchazos, 1 descabello (silencio). Pinchazo, media atravesada y 1 descabello (silencio).
Ginés Marín (teja y oro). Estocada trasera y tendida, 1 descabello (silencio). Pinchazo, media y 1 descabello (silencio).
Tercio de varas y cuadrillas: Toda la corrida pasó de puntillas por los montados. Ni rastro de bravura bajo el peto, pero como ya es habitual tampoco hubo intención en los de a pie de colocar siquiera a los toros en suerte; da igual cumplir el trámite al relance o aprovechando que “pasan por allí...” Y luego los del castoreño a lo suyo, siguiendo escrupulosamente la hoja de ruta de cada tarde con puyazos traseros, caídos, y administrados con dureza en el primer envite para realizar un mero trámite en la segunda entrada.
Tristemente, la suerte de varas solo vive en el recuerdo de los aficionados veteranos de esta plaza.
En el cuarto toro destacaron Curro Javier con dos sensacionales pares de banderillas -pedazo de feria la que viene echando- y Javier Ambel en la brega, en lo que a la postre resultó lo más torero y destacable de la tarde.
Presidencia en incidencias: Ocupó el palco D. José Luís González. No debió permitir la salida al ruedo de varios ejemplares impresentables para esta plaza como primero, quinto y sexto. Perdonó el tercer aviso a Miguel Angel Perera en el cuarto al demorarse con el descabello. Habían pasado ya 2 min. 17 seg cuando acertó con el último golpe de verduguillo. Debería enviar a analizar varios de los pitones de los toros lidiados esta tarde.
Abrirse la puerta de chiqueros para dar suelta al primero de la tarde y abrirse los cielos de Madrid fue todo uno… ¡qué manera de llover! Mala mar se auguraba para navegar a través de esta nueva tarde isidril y esto no había hecho más que empezar. Hacía su aparición ese toro en el ruedo bajo el aguacero y se recibía el primer golpe a la línea de flotación de nuestro maltrecho buque llamado “Las Ventas”. Un animal feo de hechuras, sin cara, impresentable y “astiboleado”. Algo inadmisible para Madrid pero que últimamente nos cuelan día sí y día también. Era de Cuvillo, una de las dos vacadas anunciadas para hoy y que sin embargo no ha sido capaz ni de presentar tres toros dignos de Madrid… Y éste tampoco lo era. Por allí anduvo el animal, bajo el diluvio que persistió durante toda su lidia mostrando poquita casta, justeza de fuerza, sin pelear en varas y dejándose sin más en la muleta. Y ante él Perera se mostró pues muy en Perera, administrando muletazos muy en línea, perfilero y despegado. Aquello no llegó a los presentes, que por otra parte bastante tenían con achicar cada uno su particular vía de agua en el tendido. Cambió algo la cosa en el cuarto. Fue éste un victoriano muy justito de trapío, que se salió suelto en varas y que siempre marcó tendencias a los terrenos donde menos se le molestaba. Llegó el torillo con movilidad a la muleta, pero acusando mucho las querencias y su matador comenzó el trasteo en terrenos del 6, para terminar pasando por el 4, y acabar en toriles donde el manso se rajó completamente. Hasta entonces había ofrecido 20-25 embestidas ciertamente aprovechables con las que Perera ligó muletazos muy en su estilo y que esta vez sí fueron más jaleados por la concurrencia. Luego, todo quedaría bajo la losa de un petardo a espadas que a punto estuvo de granjearle el tercer aviso que le fue claramente perdonado por el presidente. Por cierto, antes habíamos podido disfrutar de una lección de brega a cargo de Javier Ambel y dos soberbios pares de Curro Javier, que a la postre es lo que esta tarde quedaría en el recuerdo del aficionado más cabal.
Volvía Talavante a nuestra plaza tras las cinco decepcionantes comparecencias del año pasado. Pero el Tala mantiene aún muchos partidarios que no se bajan de “su barco” y aunque en honor a la verdad ha transmitido otra predisposición, delante del medio toro su toreo no dice nada. Ante su primero, el segundo que hoy malpresentó Núñez del Cuvillo, rebrincado por la falta de fuerza y a menos durante la faena, su labor tuvo poca importancia porque nula importancia tuvo el toro. Con el quinto -éste de D. Victoriano- también mal presentado, descastado y soso, el extremeño intentó justificarse, pero aquello ya no tenía justificación. El animalito hacía aguas por todos sitios (y eso que ya no llovía) y por mucho que se afananara Alejandro en transmitir sus renovadas ganas de agradar, ante un animal así en esta plaza no es suficiente. La verdadera intención de triunfar debe demostrarse de antemano, anunciándose a ley con el toro de Madrid y cuidando su presencia. Si no el barco, aunque sea el del Tala, también queda a la deriva.
Y cerraba el cartel Ginés Marín. Le tocó en primer lugar el remiendo con el hierro de Cortes muy justito de todo pero que desarrolló un peligro sordo en la muleta que dificultó mucho el planteamiento de la faena. Sin fuerza y con poca raza todo lo hizo al paso, midiendo y con la cara a media altura condicionando el quehacer de Ginés que cumplió el expediente sin más, sin darse demasiada coba. En el sexto, un animalejo anovillado y de ínfima presencia la tarde ya estaba metida en serio peligro de hundimiento y no iba a haber salvación. Aquello era un pozo sin agua del que nada se podía extraer y precisamente agua era lo que volvía a amenazar desde las alturas. Todos salimos huyendo de allí cuando las nubes descargaban de nuevo con fuerza, habiendo comprobado que otro tipo de “agua” mucho más dañina y corrosiva entraba a borbotones por las brechas que los taurinos tienen abiertas en el casco de nuestra Plaza de Las Ventas. Una tarde más el naufragio se había consumado.