El pasado día 23 de junio, nos dejó un torero de época, Gregorio Sánchez. Una persona que antes de llegar a ser matador de toros tuvo que formarse en las duras corridas del hambre, donde a pesar que las cornadas no mataban si dejaron un sello especial en las personas que las padecieron. Para Gregorio Sánchez ser torero no fue un capricho, sino una necesidad conjugada con una afición que marcó en él un carácter que le acompañó siempre, permitiéndole mantener una lucha titánica por conseguir un lugar privilegiado en la profesión elegida, donde le tocó vivir un papel de gladiador enfrentándose a corridas donde solo personas como él podían salir triunfantes. Salió por la Puerta Grande de Las Ventas en siete ocasiones, pero una de ellas tuvo un significado especial al cortar siete orejas con ganado de Barcial, haciendo vibrar a los espectadores aquel 19 de junio de 1.960, en la corrida del Montepío, anunciándose como único espada, reto que solo personas como él podían conseguir. Fue siempre directo en sus manifestaciones, no escamoteó nunca halagos ni críticas a quien se las merecía, hecho que le marcó durante toda su carrera y en especial en su etapa en La Escuela de Tauromaquia, Marcial Lalanda, donde muchos aspirantes a toreros tuvieron que vivir la verdad de la vida a través de sus comentarios directos, sirviéndoles como molde a su formación. Pero la muerte no conoce ni verdades ni mentiras, cuando llega hay que recibirla, porque ella forma parte de la vida y así la recibió Gregorio Sánchez, con la verdad por delante como siempre mostró la muleta a sus enemigos. D. E. P.