DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
En tarde agradable y con más de tres cuartos en los tendidos se celebró el quinto festejo del ciclo otoñal. Antonio Ferrera se encerraba con seis toros de diferentes ganaderías en solitario en Madrid. Siendo este el mayor desafío de toda su carrera. Alcurrucén, Parladé, Adolfo Martín, Victoriano del Río por partida doble y Domingo Hernández fueron los hierros escogidos para tal evento. Aunque hubo ausencia de un toreo más profundo, fundamental y reiterados fallos con los aceros, uno de sus grandes méritos fue que nadie se aburrió a lo largo de un festejo donde empleó una gran variedad capotera siendo la tarde una enciclopedia de suertes, lidias y cabeza. Hubo quites auténticos para sacar el toro del jaco, chispazos de alegría, variedad y emoción.
ANTONIO FERRERA, de blanco y oro. Estocada corta atacando derecho (SILENCIO). En el segundo, dos pinchazos, estocada contraria y dos descabellos (SALUDOS). En el tercero, pinchazo y estocada caída (SILENCIO). En el cuarto, estocada honda, contraria, recibiendo de largo y cinco descabellos. Aviso (SALUDOS). En el quinto, estocada traserilla arriba entrando bien (OREJA). En el sexto, media en lo alto sin desviarse y dos descabellos (OREJA). Sale a hombros por la Puerta Grande.
Presidente: D. Trinidad López-Pastor Expósito. No tuvo excesivos problemas. Se limitó a cumplir el reglamento.
Tercio de varas: Notable tarde de los del castoreño. Arriba y delantero ejecutó la suerte el varilarguero Carlos Prieto. Puyazo arriba de Manuel Cid. Donde muere la pelota del morrillo hace lo propio Antonio Prieto. Pedro Prieto topa con el albero venteño tras acudir el de Victoriano al relance y coger al caballo por el anca en su primera entrada. Arriba y pelín trasero en su segunda entrada. Arriba y también trasero picaría Miguel Ángel Muñoz al quinto. Bien cogido por José María González al último de la tarde.
1.- ANTEQUERANO-29, de Alcurrucén: Negro listón, chorreado, bragado, meano y corrido. 527 kg. Ancho de sienes, fino y escurrido de los cuartos traseros. Mansea en varas. Protesta al sentir los hierros. Bruto y desengañado tras sentirse podido en la primera tanda. De corta arrancada y a la defensiva. Bronco. PITOS.
2.- LEGULEYO-47, de Parladé: Negro listón. 572 kg. Serio y hondo. Noble y falto de raza y entrega. Sin humillar. Fijo y apretando en la Puerta de Madrid en su primera entrada. En la siguiente apenas es señalado. SILENCIO.
3.- SEVILLANO-2, de Adolfo Martín: Cárdeno. 502 kg. Humillador. Se queda corto en el recorrido. Exigente y complicado. Música estribera en el caballo. PITOS.
4.- AMANTE-55, de Victoriano del Río: Negro listón. 595 kg. Serio. Con movilidad y buen fondo. Derriba en su primera acometida. Empuja metiendo la cara fija y abajo aunque acaba durmiéndose. OVACIÓN.
5.- GARBANCERO-36, de Domingo Hernández: Negro. 536 kg. Cornalón. Un pelín flojo. A menos. Empuja fijo en su primera entrada al relance. Perdería las manos y se dormiría en su segunda. OVACIÓN.
6.-JACENO-135, de Victoriano del Río. Colorado ojo de perdiz bragado meano. 575 kg. Se deja pegar en el caballo. Rajado como acostumbra esta casa ganadera. OVACIÓN.
Cuadrillas: Gran tarde de los de plata. Saludaron en banderillas Javier Valdeoro y Fernando Sánchez, éste por dos veces tras firmar una tarde antológica como tercero. Gran tarde de José Antonio Carretero en banderillas y brega, José Chacón con la capa y Antonio Prieto picando al de Adolfo. Actuaron como sobresalientes David Saleri y Jeremy Banti.
Otros: Raúl Ramírez ejecutó el salto de la garrocha en el tercer toro de la tarde.
‘Creer es crear’ rezaba el capote de paseo de Antonio Ferrera. Y vaya si creía y confiaba el torero extremeño en sus capacidades lidiadoras. Fundamentales en una tarde como la de hoy. El único lunar sería la espada, que le privaría de cortar otras dos orejas.
El abreplaza de Alcurrucén acabaría siendo un manso de solemnidad. Abanto de salida, complicado en banderillas y bronco en la muleta apenas acabaría dando opciones. Todo esto pese al esfuerzo del espada que le fue dando todas las ventajas en su buen sentido de la lidia. Incomprensiblemente ejecutaría la suerte natural a la hora de matar.
Tijerilla de salida a su segundo. Un toro hondo de Parladé. Variedad y torería poniendo y quitando el toro en el caballo. Largas afaroladas en el quite rubricadas con una preciosa media. Comienza el tercio de muleta obligando al toro. Firmaría Ferrera unos templados naturales ante un toro que no acabaría nunca de humillar y de cortas embestidas. Solo alguien que gobierna tan bien las alturas, y visto el nivel que tenía la plaza, podría haber cortado una oreja si no es por el pinchazo final.
En tercer lugar saltó uno de Adolfo Martín que le sirvió para poner a la gente de pie con su forma de pararlo sobre los pies, hecha con tanta facilidad como si de un tentadero se tratara. Después, entre la cortedad de recorrido del de Adolfo, los bregazos y un salto de la garrocha a la remanguillé, el toro dijo nones antes de tiempo y se hizo un pájaro con el que Antonio abrevió.
El cuarto supuso un punto de inflexión en la corrida. El serio toro de Victoriano del Río mostró gran movilidad. Ferrera así lo entendió y mostró nuevamente su dominio capotero, lleno de variedad y compromiso. Galleos, remates, y detalles a una mano así lo atestiguan. El burel de Guadalix cumplió en el caballo y en banderillas. El extremeño inició la faena en los medios, dándole distancia. Se arrancó en galope el toro, que obedeció al cite. Descolgó el animal y el espada encontró en las cercanías las teclas oportunas para entenderlo. También más templado el toreo entonces. Al natural hubo dos tandas de mucha reunión. Cuidando la colocación, a veces de uno en uno. Ferrera aprovechó sus virtudes. El final por bajo a dos manos tuvo mucha calidad. La estocada recibiendo a mucha distancia quedó desprendida y tuvo que emplear en varias ocasiones el descabello, perdiendo la opción de triunfo.
El quinto fue un encastado toro de Domingo Hernández. Cornalón y ancho de sienes, de buenas hechuras. Hasta la muleta, las embestidas resultaron descompuestas. Ferrera empezó la faena pegado a las tablas, semigenuflexo, prácticamente sentado en el estribo. El toro no permitía relajación ni descuidos. Muy exigente en su encastada embestida. Los cabezazos, la forma de reponer tan rápido, la intensa embestida… fue un continuo examen. Se entregó el matador en un pulso con el toro y logró una tanda notable, de buen trazo, pero no volvería a alcanzar esas cotas. La estocada quedó en lo alto. La oreja compensó el esfuerzo.
Ferrera no podía permitir que se le escapara el triunfo. Acude a portagayola en el último, también de Victoriano del Río. Lo saca del caballo con un farol de rodillas. También hubo chicuelinas y media belmontina. Vuelve a lucirse Fernando Sánchez, con los palos. Cae en la cara del toro un banderillero y Ferrera le hace el quite a cuerpo limpio, toalla en mano. Todavía pide permiso el espada para un cuarto par: al quiebro y con vistosos recortes. Único brindis de la tarde, al público. Comienza de rodillas, en el centro. Liga templados muletazos, se lo enrosca a la cintura, en muletazos desmayados. Hubo con este sexto relajo, gusto y una capacidad para improvisar. Además de una virtud clave: la medida. La misma que le sirvió para administrar la buena clase de un animal que no admitía tandas largas y que acabó metido en los adentros. Deja media estocada en la yema: otra oreja y salida a hombros.
El gesto estaba consumado y Antonio Ferrera vivió una salida a hombros a la antigua, con muchísima gente arropándolo en una tarde que nunca olvidará.
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