La tertulia del pasado día 12 de diciembre con los veterinarios Ángeles Moya y Lázaro Gómez debería movernos (a los aficionados y a la Asociación) a algunas reflexiones y también debería servirnos como base para futuras acciones. En unas plazas de toros que dan miles de espectáculos al año, y en las que estamos hartos de tragar (por una absoluta indefensión) con cuernos más que sospechosos de manipulación a simple vista, el laboratorio encargado de analizar las muestras no ha tenido ni treinta astas para trabajar durante la pasada temporada 2002. Curioso, ¿no? Si en lugar de treinta análisis al año, se hicieran quinientos y sus procedimientos se llevaran hasta los últimos estados,a más de uno le costaría un poco más caro saltarse la ley a la torera. El envió de muestras depende exclusivamente de los presidentes, pues, sin su consentimiento, por mucho que los veterinarios se empeñen en enviar astas, los resultados no servirían para nada por los siempre socorridos defectos de forma. Aún así, tampoco se escuchan muchas voces de veterinarios denunciando la situación e incluso algunas veces analizan para estudios particulares las muestras que no envían a los laboratorios por si fueran constitutivas de delito. De locos. Lo de los presidentes es caso aparte. Siendo los encargados de hacer cumplir la ley, son los primeros que la vulneran. Los pitones escobillados y exageradamente acortados que vemos cada día en esas plazas de Dios no les parecen suficientemente sospechosos de afeitado. Ni siquiera cuernos chorreando sangre por las puntas se envían para su análisis. ¿Qué pruebas necesita un presidente para cumplir con su obligación? Son funcionaros puestos, entre otras cosas, para defender los interéses del público y, de seguir así, algún día acabaremos defendiéndonos de ellos. La situación en la que quedan los laboratorios y sus encargados es de absoluta impotencia. Ángeles Moya y Lázaro Gómez abogaron por un sistema de elección de muestras similar al de los análisis antidoping deportivos. Si se eligen aleatóriamente los festejos y las reses que se analizarán, aunque sólo fuera por el miedo, el afeitado disminuiría. Si en lugar de treinta análisis al año, se hicieran quinientos y sus procedimientos se llevaran hasta los últimos estados, a más de uno le costaría un poco más caro saltarse la ley a la torera. En la charla también hubo su huequecito para la prensa, habitualmente manipuladora y casi siempre consentidora. Son pocos los periodistas que se alinean con claridad en contra del fraude y la consecuencia es la malformación del público y la impunidad absoluta de los delincuentes ante la opinión pública. La situación se agrava en los medios de comunicación masivos donde se enmascara sin pudor e incluso, con una mentalidad fenicia, se organizan ferias/paripe en las que el afeitado está siempre presente en el cartel. Los pitones escobillados y exageradamente acortados que vemos cada día en esas plazas de Dios no les parecen suficientemente sospechosos de afeitado. Muchas cosas se quedan en el tintero, pero no quiero terminar sin decir que de la tertulia más descorazonadora de los últimos tiempos debemos sacar el empuje para denunciar la situación planteada. Por encima de que tal o cual toro esté afeitado, tenemos una base para exigir que el número de muestras analizadas aumente de acuerdo con la realidad de los ruedos. Hace años se ponía la excusa del tiempo, pero los veterinarios aseguraron que con los nuevos equipos no se tarda más de media hora en hacer pruebas que antaño se prolongaban durante semanas. Ángeles Moya y Lázaro Gómez pidieron trabajo para ellos y para esos equipos que tantísimo dinero han costado. Nosotros, como aficionados, tenemos el deber moral de exigir que sus peticiones se atiendan. Lo mejor es que como contribuyentes también. Los ocho millones de pesetas que costó el último aparato comprado para el laboratorio merecen que las autoridades, esas que no se termina de saber a quien defienden, hagan un esfuercito por sacarles rentabilidad. Aunque sólo sea para amortizar el coste del criogenizador (o como demonios se llamara el aparato) queremos más análisis de pitones, ya. El éxito de esta petición depende, en parte, de nuestras próximas acciones.