DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Feria de Otoño. Novillada con picadores. Con media entrada y con tiempo apacible, se celebró el primer festejo de la Feria de Otoño, lidiándose seis novillos de la ganadería de Fuente Ymbro, procedencia Juan Pedro Domecq en la línea Jandilla. Bien presentados, hubieran pasado sin ningún problema como toros de figuras. Mansos y toreables en general pero sin gota de casta.
Gonzalo Caballero: De turquesa y oro. . Estocada caída. Silencio. Estoconazo en el hoyo en las agujas. División de opiniones cuando saluda.
Borja Jiménez: De verde y oro. Cuatro pinchazos de distintas versiones, recibió un aviso de la presidencia. Silencio. Estocada contraria perdiendo la muleta. Silencio.
Francisco José Espada: De blanco y oro. Bajonazo de juzgado de guardia. Silencio. Estocada algo desprendida. Silencio.
Presidente: D. Javier Cano Seijó. No tuvo problemas en presidente en ninguna de sus decisiones, salvo permitir que los peones sigan citando a los toros desde el burladero con el único propósito de dañar su integridad física.
Suerte de varas: 1º. Víbora. 493 Kg. En la primera vara no lo pusieron en suerte y empujó sin clase derribando al montado. En el desconcierto un peón lo metió debajo del caballo sin montura y sin defensa, salvo un monosabio, todos lo habían abandonado. Son los profesionales de hoy. En la segunda vara se arrancó de largo y el picador volvió a picar trasero. El novillo toreable y con fijeza. 2º. Vejado. 516 Kg. La primera entrada la hizo al caballo que tapaba puerta. Al sentir el hierro salió huyendo del montado. En la segunda y en total desconcierto de la lidia, acudió de nuevo al picador de reserva y el presidente ante la incompetencia de los toreros cambió el tercio. El novillo manso y descastado. 3º. Libélula. 501 Kg: En la primera vara salió suelto. Y en la segunda lo castigó trasero, como es habitual, limitándose a sujetarlo. El novillo salió suelto y se marchó directo a querencias, siendo de condición manso y descastado. 4º. Rebueno. 512 Kg: Que mala lidia le dieron al animal. Como no conseguían colocarlo en suerte, el picador tuvo que hacer su labor en el tendido ocho. Salió huyendo al sentir el hierro mostrando su condición de manso. En la segunda vara los toreros montaron una capea por su cuenta y el novillo al notar la incompetencia, se marchó al reserva, que le arreó de lo lindo, tapándole la salida, también por el mismo precio. El novillo manso y descastado. 5º Informal. 506 Kg: Otro novillo que llevó una lidia de pena. Acudió al picador al pasar por el tendido 10 cuando este intentaba colocarse contra querencias. Que desastre de lidia. Estos profesionales no hubieran dado la talla ni en una capea. En la segunda vara acudió suelto al caballo y fue castigado muy trasero. Como de costumbre. Nadie quiere tomar cartas en el asunto sobre la actuación de los picadores. El novillo manso toreable. 6º Iluminado. 493 Kg. En la primera entrada al montado el piquero lo castigó muy trasero. Seguro que lo tendría pactado con el matador, ya que no se explica que siempre castiguen de esta manera a los animales. En la segunda vara, metieron al novillo prácticamente debajo del caballo y el piquero incomprensiblemente, desde el punto de vista de los aficionados, picó trasero. Manso, blando y sin casta. Cuadrillas y otros: Ayer los toreros de plata en sus actuaciones particulares, en general, estuvieron por encima de sus matadores. En el cuarto Curro Robles deleitó a los aficionados corriendo a una mano al novillo para cerrarlo. Fue uno de los momentos más brillantes de la tarde. Este mismo torero se lució con los garapullos en el primero, como también lo hicieron, José Muñoz en el segundo, José Luis López, “Lipi”, en el quinto, con un precioso par de banderillas y Candelas en el sexto. Sin embargo en su conjunto y durante la lidia hubo muchos momentos que montaron el sainete. Los picadores a su aire. Pican trasero porque les da la gana, les tapan la salida a los toros porque se lo permiten y haber quien es el que se mete con ellos, dando la impresión que están todos de acuerdo que actúen de esta manera.
Tanto el ganado como los toreros, defraudaron en el primer festejo de la Feria de Otoño. Que querrán estos novilleros comentaba aburrido un espectador. A pesar que los novillos no trasmitieron a los tendidos la emoción que se espera de una animal de esta raza, su nobleza pusieron en bandeja el triunfo a los toreros, pero estos no interpretaron su mensaje y se encargaron de rematar la tarde, con sus faenas aburridas, tediosas y faltas de contenido artístico. Pero para triunfar lo primero que hay que tener son ganas y un mínimo de conocimiento, y eso fue lo no demostraron los novilleros Y eso que eran la flor y nata de los aspirantes a matadores de toros. Ni un detalle que abrigara esperanzas al aficionado de que en cualquier momento podía venirse la tarde arriba. Dio la impresión que los tres espadas estaban confabulados en hacer uso de las ventajas que la tauromaquia moderna ha puesto a su alcance, toreando fuera de cacho, haciendo uso descaradamente del pico de la muleta, rematando para fuera todos los muletazos y descomponiendo la figura. En una palabra, el anti toreo. Los novillos fueron unos hermanos de la caridad, a Gonzalo Caballero lo arrolló el cuarto y le perdonó la cornada. Con esto su enemigo le quiso trasmitir que se merecía otro trato, pero el torero madrileño pensaría que estaba descubriendo el toreo, cuando la realidad era bien distinta. En su primero y ante un novillo manejable y con fijeza, no estuvo a la altura exigida, sacando a relucir el toreo fraudulento, detalle que defraudó a la concurrencia, ya que esperaba más de este torero. El único detalle se produjo en el tercero, donde Francisco José Espadas, consiguió meter en la muleta a un manso con querencia a toriles, llevándolo muy tapadito consiguió fijarlo. A partir de aquí el torero de Fuenlabrada sacó a relucir el repertorio ventajista, estropeando todo lo que había conseguido hasta el momento. Al final se puso pesado. El sexto no le dio oportunidad para lucirse. Fue el único novillo que blandeó, y no rodó por la arena porque no se empleó, se rajó a mitad de faena dando al traste con las ilusiones del torero. El toreo del sevillano Borja Jiménez tampoco caló en los tendidos. Su primero un manso declarado, intentó sacarlo de toriles, donde se había marchado al olor de los corrales, y en cada muletazo hacía los medios el novillo se marchaba buscando los portones de toriles, siguiendo un vía crucis por el albero marcado por su enemigo al no conseguir fijarlo, recentándole un sinfín de pases sin ligazón hasta que decidió despenarlo. En su segundo y ante un manso que se dejó torear, le hizo una faena llena de ventajas, donde predominaron los redondos al hilo del pitón, rematados para fuera sin darle la distancia que le pedía su enemigo, todo ello al amparo de los aplausos de sombra. En fin, como decía un espectador, solo le faltó hacer el salto de la rana, con todos mis respetos hacía el torero, que si no lo hizo mejor es porque no sabía.