En los últimos tiempos, se está poniendo de manifiesto la ignorancia del público (y digo público, no aficionados) que acude a la plaza de Las Ventas de Madrid. Sus actuaciones y comportamientos hacen sentir vergüenza ajena a cualquier aficionado. En primer lugar, se ha puesto de moda aplaudirlo todo, incluso a los alguacilillos cuando saltan al ruedo. Así, se aplauden cosas que resultaban impensables hace años: Hoy en día se aplaude a los picadores por no realizar su trabajo, es decir, por simular la suerte de varas. Los banderilleros son obligados a desmonterarse por clavar “a toro pasado”. Cuando se produce un desarme; esto, que se supone es una deshonra para un torero, se aplaude como si de una suerte bien ejecutada se tratara. Otro ejemplo es el momento de la estocada, ¡aquí sí que vale todo!, el caso es que la espada quede enterrada en su totalidad; siendo indiferente si ésta es colocada en la paletilla, si atraviesa al toro, o si se encuentra “pescuecera”; lo que realmente importa es que produzca un rápido efecto, y así, todos contentos. En segundo lugar, nos encontramos con la petición de los trofeos para el matador: ésta se realiza en muchas ocasiones sin que hayamos presenciado nada relevante y por faenas que no pasan de ser vulgares. Es aquí donde hay que sufrir a los presidentes que tenemos en esta plaza, los cuales no poseen ningún rigor ni seriedad y sólo se dedican a regalar orejas en cuanto asoman en los tendidos algunos pañuelos, desprestigiando con ello más aún a esta plaza y su Puerta Grande, como hemos podido ver esta misma temporada con las dos salidas a hombros que se han producido; ojalá tuvieran tanta rapidez para sacar el pañuelo verde cuando la invalidez del toro es manifiesta. En tercer lugar, el público es tan ignorante que últimamente, al finalizar el festejo, no se les ocurre mejor idea que arrojar almohadillas al ruedo, como si de un pueblo se tratara, generando con ello una imagen vergonzosa y constituyendo, además, un peligro para el resto de la gente. Ante todos estos acontecimientos, la afición, en clara minoría, no puede hacer otra cosa más que protestar y es ahí donde se produce una de las situaciones más preocupantes, que no es otra que la de soportar a todo ese público tan “entendido” increpando e insultando a los aficionados por defender la verdad e integridad de la Fiesta. En fin, ésta es la realidad y así está la fiesta, los taurinos están reuniendo todos sus esfuerzos para echar de la plaza a todos los aficionados ya que para ellos éstos son los que molestan y, desgraciadamente, lo están consiguiendo. Esperamos que no se salgan con la suya y para ello lucharemos con todas nuestras fuerzas.