DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
6 toros de Herederos de D. Celestino Cuadri vives. Encaste propio. Salvo el primero justo de cara, la corrida que trajo D. Fernando vino bien presentada, aunque de juego desigual, junto a la mansedumbre, algunos sacaron algo de casta, que no llegó a levantar la decepción de la tarde.
Luis Miguel Encabo. De celeste y oro. Estocada. Silencio. Estocada atravesada que hace guardia, tirándose fuera de cacho y cinco descabellos tras aviso. Silencio.
Fernando Robleño. De tabaco y oro. Estocada desprendida y atravesada, Aviso Saludos desde el tercio. Pinchazo y estocada en los bajos tirándose fuera de cacho. Silencio.
Alberto Aguilar. De azul y oro. Dos pinchazos, uno en los bajos y metisaca que fue suficiente para acabar torticeramente con el animal. Pinchazo, pinchazo hondo y cuatro descabellos. Silencio.
Presidencia:D. Trinidad López-Pastor Expósito. Poca afición mostró el presidente ayer cuando cambió el tercio de varas sin que hubieran sido castigados el cuarto y el quinto.
Suerte de varas: 1º Mandadero. 581 Kg. El primer toro se quedó sin picar. En la primera entrada al caballo el montado solo marcó el castigo, pero trasero y en la segunda no le hizo ni sangre. Manso que no se empleó en el caballo y se rajó en la muleta. 2º Fangoso. 581 Kg. El animal empujó en el peto con un pitón dejándose pegar, el piquero le tapó la salida. En la segunda entrada se limitó a marcar el castigo pero trasero. Manso encastado, que no se empleó en la muleta. 3º Remendón. 585 Kg. El picador marcó en los bajos y el animal hizo una fea pelea en el caballo. En la segunda entrada le costó arrancarse El picador se limitó a marcar el castigo. Manso con casta que tuvo su lidia pero el torero no lo aprovechó. 4º Tejedor. 606 Kg. Aunque tardeó en acudir al caballo, fue muy mal picado en la primera entrada y en la segunda el matador lo dejó de largo para lucir al toro pero el animal no quiso lucirse. Manso encastado que no fue picado. En la muleta estuvo por encima del torero. 5º Bienvenido. 570 Kg. En la primera entrada el animal acudió al caballo descompuesto el picador marró y derribó al montado. En la segunda entrada volvió a marrar el piquero y el toro se fue sin picar. No se le ha visto en el caballo y en el último tercio el torero no lo entendió. 6º Rastreador. 593 Kg. El picador le arreó castigo, le tapó la salida y marcó la puya baja. Peor imposible. En la segunda entrada el animal se dejó pegar pero sin fijeza. Manso y descastado que llegó a la muleta muy parado.
Cuadrillas y otros: En tarde veraniega el público no llenó los tendidos a pesar con del reclamo del ganado anunciado, llenado escasamente los tres cuartos de entrada. En el sexto los rehileteros montaron el sainete ante un animal que aparentemente no transmitía a los tendidos el peligro para que la cuadrilla de Alberto Aguilar mostrara tantas precauciones. Después de la mala lidia el toro aprendió lo que no debía y llegó a la muleta avisado. Pero la jindama es libre en cada torero. La cara opuesta la mostró Ángel Otero, un profesional como la copa de un pino. En la colocación del primer par al cuarto de la tarde, le dio todas las ventajas al toro que se arrancó con tranco y el torero aguanto el envite ganándole la cara. En el tercer par su enemigo le echó la cara arriba y no pudo dejar ningún palo a pesar de cuadrar. El torero pidió permiso al presidente a través de su matador y colocó otro par. Bonito gesto de un profesional que se gana el respeto de la afición por medio del valor que tarde tras tarde añade a su profesión. A pesar de ser una corrida de las denominadas toristas, la suerte de varas como lo entienden los aficionados, no existió. Por tal motivo y por el juego que dieron los cuadris, abandonaron el coso decepcionados ya que, salvo el cuarto que Encabo puso de largo en el caballo, los toreros no mostraron ningún interés en lucir a los toros en varas. Los picadores en su línea, castigando trasero y tapándole la salida como si se tratara de mansos “pregonaos”.
Dado el juego que ofrecieron sus toros sobre el albero de Las Ventas, la decepción de D. Fernando Cuadri tuvo que ser grande, ya que los aficionados lo consideran uno de los pocos ganaderos románticos del siglo XXI. Aunque se dieron los condicionantes expuestos, los toros no cumplieron a las expectativas que los aficionados habían depositado en ellos. Pesó mucho la divisa en los matadores donde destacó el pundonor que puso Encabo en el cuarto ante un animal que sacó casta y fue muy exigente con el torero. El de Alcalá de Henares estuvo muy digno ante su animal que tardeaba en las embestidas pero cuando lo hacía se comía la muleta. Aunque el torero tenía a los aficionados con el toro, estos pudieron comprobar que estuvo a la altura de las exigencias del astado. Su primero se rajó en la muleta y el torero después de sacarlo a los medios creyendo que en esos terrenos se prestaría al lucimiento, el toro se rajó y no hubo manera de ligarle ninguna serie. Fernando Robleño sacó a su primero a los medios sometiéndolo por bajo y su enemigo aguantó la pelea ya que tenía mucho que torear, pero el torero anduvo sin colocación situándose en la oreja de su enemigo y el animal no tenía mucho recorrido pero el torero tampoco tiraba de él con la muleta, aunque mostró disposición no estuvo a la altura de las exigencias de su enemigo. A su segundo no lo entendió. En los redondos de comienzo de faena el toro le tocaba la tela, y en ningún momento le bajó la mano, rematando los muletazos por arriba, en una palabra, todo al revés. Alberto Aguilar tuvo un buen toro en el tercero de la tarde, pero no lo aprovechó. Anduvo con muchas precauciones, influido posiblemente por la divisa, basando su arte en el pico de la muleta, sin colocarse en su sitio y por el pitón izquierdo se dedicó a bailar alrededor de su enemigo. El toro tuvo su faena, pero el torero no la aprovechó. En el sexto y después del sainete a que fue sometido el animal en banderillas, muy ilusos tuvieron que ser los aficionados para creer que el torero iba a sacarle faena con la muleta. Desde el comienzo se le vio sin recursos, y se limitó a pasarlo por la pañosa pero sin ningún atisbo de acoplar a su enemigo, ya que el animal había aprendido lo que no debía haberle enseñado su cuadrilla.