Queridos amigos, no puedo dormir esta noche sin escribir este artículo, que querría fuese un grito de esperanza, sobre todo para los jóvenes que tomarán el relevo de esta cruz y este calvario cuando nosotros ya no estemos. Lo único que nos queda ya: gritar. Podríamos comenzar con esta especie de parte de guerra: “Hoy, cautivo, desmoralizado y aplastado por la masa ese grupito de aficionados a los toros que aún creen en su pureza, los taurinos y el taurinismo oficial han conseguido su último objetivo: la plaza de Las Ventas. La guerra ha terminado. Madrid, 25 de mayo de 2002”. A los aficionados solo nos queda el maquis o la intifada. Pues...tendremos que echarnos al monte, es decir, a seguir protestando testimonialmente. ¿Cómo se ha llegado a esta situación?. Vamos a intentar explicar lo que ha pasado en los últimos días, en los que varios acontecimientos nos han desbordado a gran velocidad. 1. José Tomás y la histeria colectiva. Vaya por delante que seguimos pensando que este torero venido a menos está a años luz del resto de sus compañeros, por la quietud y los terrenos del toro en los que se introducía. Actualmente, desde que contrató a su actual apoderado, ya sólo se enfrenta a medios-toros (todos los del monoencaste), por lo que sus anteriores méritos quedan así eliminados. Además, a mi entender, está empezando a equivocarse cada vez más en esos terrenos que antes mencionaba, con lo que los enganchones, tropezones y revolcones aumentan. Antes, al hacerlo con toros de verdad y más complicados de lidiar, se le podían perdonar las imperfecciones pero ahora ya no. Sus mentores han encontrado el producto (medio-toro) que disminuye el riesgo y gracias a la labor de intoxicación de los “desinformadores” en los medios de comunicación han conseguido crear ese clima de histeria colectiva desatada que estalló el pasado día 21, en la plaza de Las Ventas de Madrid. Veinte mil personas nos habían pisoteado a los dos mil disconformes, merced a la inhibición de funciones de la presidencia, única autoridad que debería habernos defendido a la minoría, que sólo queríamos mantener la importancia que debería tener una salida a hombros aquí, en lo que era el último bastión de occidente. La baba de satisfacción llegó a la M-30, seguro, pero yo acudí al día siguiente a la plaza con un crespón negro. Yo no vivo de esto (sólo es mi máxima afición) y por tanto puedo dar mi opinión en este Muro de las Lamentaciones. Supongo que los que están mamando de la teta no lo pueden decir (pues acabarían sin mamada y sin teta) pero espero que este escrito les remuerda la conciencia. Porque ellos y nosotros lo sabemos: SIN TORO NO SE PUEDE TOREAR. Se puede hacer algo parecido pero torear de verdad no. ¿O sí? 2. El Juli se equivocó en sus cálculos. Al día siguiente, el 22, llegaba la segunda de las figuras a la feria. Los “desinformadores” de los medios de comunicación nos pretenden vender a El Juli como una figura de leyenda. Vayamos por partes. El Juli, para los que le vimos en sus comienzos, fue un niño prodigio, un torero precoz. A todos nos maravillaba su desparpajo a su edad. Pero, a nuestro modesto entender, su evolución debería haber sido acorde con su crecimiento. Nada de eso ha ocurrido. Ahora sólo es un joven con una gran ambición de llegar (lo cual es de agradecer en un sistema donde la mayoría aceptan seguir con su papel de acólitos, sin intentar plantar cara a esos poderes fácticos del taurinismo, que no les dejan salirse del tiesto, pensando que algún día les harán un hueco y podrán subirse a ese tren). Pero en El Juli, por el contrario, no crecen ni evolucionan sus conocimientos creativos para la lidia, por lo menos lo que nosotros, los aficionados, podemos apreciar día a día. Sigue poniendo banderillas para ganarse a la mayoría de la gente...pero de forma vulgar. Las sigue poniendo siempre por un solo pitón, nunca le vemos de poder a poder y salvo raras excepciones, no cuadra en la cara, clavando a toro pasado. Con el capote deslumbró, al principio, al mostrar un variado e innovador repertorio y ahora nos gustaría verle ejecutar con pureza y hondura el lance fundamental: la verónica. Pero poco o nada de eso. Y con la muleta, acostumbrado a enfrentarse a las birrias que le echan por ahí, tampoco vemos su evolución. Para eso se necesita tener un toro de verdad enfrente. Lo único positivo que le vemos es que intenta matar a ley lo que, con la cantidad de “pinchaúvas” actuales que hay en el escalafón, hace que muchas orejas caigan en su esportón. Pero de eso a ser el fenómeno del siglo va un abismo. Pues bien, a mi entender, El Juli, ya montado en el éxito, estuvo el año pasado un mes parado, debido a la cornada de Madrid y alguna complicación posterior. Suponemos que eso le debió representar una elevada pérdida de ingresos, algo que, en los tiempos modernos, ninguna empresa que se precie se puede llegar a permitir. Y prepararon este año su regreso a Las Ventas con las vergonzantes y vergonzosas reses del día 22. Pero se equivocaron en sus cálculos porque fueron cambiadas. Vistas las que salieron al ruedo nos preguntamos cómo serían las otras 26 rechazadas por falta de trapío. El escándalo fue mayúsculo. Hasta los indocumentados aplaudidores de aluvión se sintieron engañados. La autoridad, como siempre, silbando y mirando para otro sitio y para salvar la cara proponiendo para sanción a El Juli. ¿Cree alguien, de verdad, que se pagará esa multa?. Yo no, desde luego. Veremos sus próximas comparecencias con especial interés aunque, tal como está la plaza en esta feria, ya no nos puede extrañar nada...Ni siquiera que llegue a cortar un rabo. Otro pues al que le decimos lo mismo que al anterior: SIN TORO NO SE PUEDE TOREAR. ¿O sí? 3. El “poncismo” tomó Las Ventas. El apoteosis ha llegado ayer, día 24 de mayo de 2002, con el debut del ilusionista y prestidigitador de Chiva en la feria, su corte de tres orejas y su salida a hombros. Hace tiempo que la mayoría del taurinismo oficial, apoyado especialmente en los comentarios monotemáticos de los desinformadores”, intenta vender a la opinión pública que el “poncismo” (estilo estético que seguro que puede llegar a superar a su propio creador) es la perfección taurina, el nirvana y el futuro de la fiesta. Y esto lo vienen filtrando machaconamente para que, de forma continuada, se llegue a hacer creer lo que se quiera, aunque no sea cierto. Por eso decíamos al principio lo de ilusionista y prestidigitador. Y además sin TORO, es decir con el medio-toro. Por ello ha habido otro baile de corrales y se han reconocido 20 para sacar al final 4 + 2 retales. Y vamos con el estilista y el poncismo. El toreo de verdad, según siempre hemos mamado desde jovencitos, consiste en citar correctamente para dar un lance, embarcar la embestida del animal, conducirle hasta donde se llegue con las manos (pero sin descomponer la figura grotescamente y mucho menos retorciendo el tronco hasta llegar casi al ángulo recto, para que pase más lejos y por ende con menos riesgo) y luego, en el límite de lo que se ha llamado la jurisdicción, dar un toque de muñeca para que el toro no se escape, cerrando su trayectoria para quedar preparado en el mismo sitio, haciendo compás con la pierna de salida para ligar el siguiente pase. Pues bien, desde hace un tiempo, el artista de Chiva ha añadido a parte de lo anterior algo que para unos pocos aficionados es una herejía (y estamos dispuestos a debatirlo con quien lo quiera) y es la pérdida de unos pasitos hacia atrás (los “saltitos del gorrión”, los llamo yo) para hacer como que el toro no ha obedecido, pero con la real finalidad de que no se quede tan cerca al rematar el pase, con el consiguiente riesgo que ello implicaría. Ese riesgo es el que siempre ha tenido el toreo auténtico. Mediante la actual pléyade de desinformadores comentaristas existentes (de los que los máximos exponentes, por su capacidad de difusión y verborrea, son los “chicos de Valladolid”) se ha inventado y sostenido la teoría de que en el “poncismo” está la pureza del toreo cuando, en realidad, es tomarse una ventaja, es decir lo que toda la vida se ha llamado ALIVIARSE. Y no digamos ya nada lo de la mano izquierda, es decir, el toreo al natural. Como aquí no se puede poner la ayuda para que la muleta presente más superficie y poderse pasar al toro a mayor distancia usando el pico, casi siempre se hace de mala gana, al final de las faenas, cuando el medio-toro ya no puede ni con las botas, para justificarse y decir, en seguida, que el toro no va por ese pitón. Todo esto que hemos relatado es la teoría básica del “poncismo”, summum del toreo moderno del siglo XXI, eso sí, con un envoltorio, con un ropaje, de lo más estético, a base de posturitas desafiantes al bicho y de movimientos armónicos coreográficos que llevan al delirio e incluso creemos que al éxtasis (incluso al orgasmo) a sus numerosos partidarios. Pues qué bien. A mi y a algunos pocos más nos deja indiferentes, fríos y a veces cabreados, pues creemos que hace ver a sus seguidores lo que él quiere que vean, no lo que en realidad otros estamos viendo. ¿Seremos nosotros los equivocados? Que nos lo demuestren. Domingo Ortega y otros maestros coetáneos suyos decían que torear era pasarse al toro por donde éste no quería, por lo que había que cargar la suerte, nunca descargarla pues eso era aliviarse. Y a nuestro argumento recurrente: SIN TORO NO SE PUEDE TOREAR podemos añadirle el de que AUNQUE EL DESTOREO SE VISTA DE SEDA EN DESTOREO SE QUEDA (o sea ALIVIARSE). Lo malo no es sólo el “poncismo” en sí sino que está creando escuela. Por eso, ayer, creemos que la pureza de la plaza de Las Ventas ha sido definitivamente mancillada y violada por esos veinte mil espectadores que, haciendo uso de su aplastante mayoría, han conseguido tres orejas para el destoreo “poncista”. Eso es lo que algunos creemos firmemente. Se ha abierto el camino. A partir de ahora, todo lo que sea estético (aunque sea destoreo) puede “colar” hasta en Madrid. Los taurinos han necesitado para ello usar todos los medios, esto es, autoridades con dejación de funciones, veterinarios acomodaticios a sus deseos, malos ganaderos para criar el medio toro, voceros y palabreros a su servicio, dominio de todos los medios de comunicación para poder vender su doctrina a los recién llegados y aplastamiento final e intento de ridiculización de los discrepantes, ahogando sus legítimas protestas mediante ovaciones de la mayoría. Por esta razón es por lo que iniciábamos este artículo con el parte de guerra:”...han conseguido su último objetivo: la plaza de Las Ventas. La guerra ha terminado”. ¿De verdad, vamos a consentir que ganen la guerra, mientras nos quede un mínimo de afición y un verano en el que nos quedaremos, de nuevo, unos pocos con los japoneses, cuando los aplaudidores de ayer vacíen Las Ventas?. Después de una violación hay que intentar ayudar a la víctima (nuestra querida plaza), apoyándola más, si cabe. Vosotros, queridos lectores, tenéis la respuesta en vuestras manos. Ya sé que ayer, muchos de nosotros salíamos del coso diciendo que no volveríamos más a los toros. Por eso hoy no iremos (hay rejoneo con toros mutilados) pero...mañana será otro día. Siempre nos quedará París.