DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Plaza de Toros de Madrid. 7 de octubre. 4ª de abono. Casi lleno. Se guardó un minuto de silencio en memoria del matador de toros fallecido Luis Alfonso Garcés.Toros de El Pilar, mal presentados, sin trapío para Madrid, mansos, descastados y muy justos de fuerzas.
DIEGO URDIALES: estocada atravesada (silencio); estocada casi entera tendida (silencio).
JUAN ORTEGA: dos pinchazos, -aviso-, estocada trasera (silencio); estocada desprendida (vuelta al ruedo por su cuenta con protestas).
PABLO AGUADO: media estocada caída (silencio); dos pinchazos, -aviso-, dos golpes de descabello (silencio).
El aburrimiento y la indignación se apoderó de la afición en la cuarta de la Feria de Otoño del año I después de la liberalización de precios impulsada por el CAT y la agencia de viajes que rige los designios empresariales de la cada vez más devaluada Monumental madrileña (tanto sus estructuras y dependencias como los que las pueblan). Aquello fue un desfile de becerrotes al borde de la invalidez, sin el más mínimo ápice de casta y una terna que está muy lejos de ofrecer su mejor versión. Así, sin la emoción que proporciona la casta, la afición se aburría, mas se indignó y protestó airadamente en no pocas ocasiones ante el medio-toro que salía por chiqueros, cosa que ha sido habitual esta temporada en el coso de Madrid.
La actuación de Diego Urdiales resultó testimonial, pues por allí anduvo el veterano diestro riojano desacoplado toda la tarde. Con su primero, un animal boyante de sosa embestida que ya blandeó de salida, se dedicó a recetarle pases de manera ventajista. Con el corrido en cuarto lugar, que entraba rebrincado a la pañosa, echando la cara arriba por su falta de fuerzas, volvió a ofrecer su versión más desdibujada, con medios muletazos fueracacho intentando aliviar al animalucho. Así ponía el broche a una nefasta temporada, rubricando de mala manera lo que de mala manera comenzó.
A Juan Ortega le descubrió la afición madrileña en 2018 y, desde entonces, ha cuajado importantes actuaciones en esta plaza. Pero da la sensación de ser un espada que se aflige y no es capaz de tirar la moneda al aire cuando la ocasión lo requiere, y su paso por la capital esta temporada no ha sido el esperado. De su primero, otro ejemplar que blandeaba en demasía, lo único reseñable fue el buen recibo a la verónica. Al becerro impresentable que hacía quinto, muy noble en la muleta, le inició el trasteo a dos manos en el tercio, por bajo y por alto, en lo que fue lo “mejor” de una faena en la que el toreo fundamental brilló por su ausencia, y que acabó componiéndose de muletazos acompañando la embestida, mas nunca obligando debido a la índole del animal, y detalles pintureros que le sirvieron para darse una vuelta al ruedo que nadie pidió tras una ridícula y escasísima petición de trofeo.
A Pablo Aguado le tocó en suerte otro lote de infame presentación y de escasas fuerzas, en la tónica general de todo el encierro. Lo único destacable de su tarde fueron las excelentes verónicas que le instrumentó a su primer oponente (léase colaborador) y poco pudo hacer ante el ejemplar de la divisa charra que cerraba la tarde.
La actuación de los del castoreño se limitó al habitual simulacro protocolario, algo cada vez más recurrente en la otrora seria y exigente plaza de Madrid.
Fotos: Ana Escribano y Andrew Moore
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