Los miembros de la Asociación El toro de Madrid se desplazaron a la ganadería salmantina de los herederos de Miguel Zaballos Casado, donde se crían astados de procedencia Saltillo y Clairac. Los primeros hicieron las delicias de muchos aficionados y acapararon casi todos los comentarios.
A las ocho y media de la mañana esperaba el autobús que desplazaba a los miembros que participaron en la actividad. El punto de salida es el mismo por le que quieren salir los toreros que hacen el paseíllo en Las Ventas: la Puerta Grande de la plaza de toros. Después de un agradable viaje en autobús con la acostumbrada pausa para el desayuno de camino, se hizo una primera parada con interés para el aficionado. Por indicación de Alfonso Navalón se pudo visitar el primer mueco industrial de la historia de este país. Un lugar que anteriormente fue el embarcadero de los Pérez Tabernero y donde se cuenta se afeitaban las corridas que mataba Manolete. Este embarcadero tenía una situación privilegiada en aquella época, pues estaba junto a la línea férrea y la parada para cometer el fraude era relativamente sencilla. El padre de uno de los socios, vecino de una localidad cercana, aseguró haber estado presente mientras se procedía a afeitar toros. Entre la indignación, por ser un lugar en el que se cometían fraudes, y la sorpresa, los componentes de la Asociación El Toro de Madrid no dudaron en tomar como recuerdo alguna de las piezas restantes del mencionado mueco. Otras vez al autobús, para llegar a nuestro destino pocos minutos después, a “Cabeza de Diego Gómez”, donde aguardaba el representante del hierro y anfitrión: Miguel Hernández Zaballos. Como la hora ya no era muy temprana se dio comienzo al tentadero de cuatro vacas por parte de los dos diestros invitados: Carlos Escolar “Frascuelo” y Andrés Sánchez. Aunque el comportamiento en el caballo de las vacas no fue demasiado espectacular, sí derrocharon picante en la muleta. Tanto es así que los toreros explicaron que les sirvió mucho el tentadero para ponerse a prueba y medirse con animales que demandan cierto oficio por parte de sus lidiadores. Otra prueba de su casta es que no abundaron los “tapias” y algunos de ellos se fueron cuando vieron la presentación de las dos últimas. Cuando concluyó el tentadero se preparó una barbacoa en la praderita adyacente a la plaza. Los propios miembros prepararon las ascuas, mientras se entablaban interesantes y distendidas conversaciones con los dos toreros y el ganadero: Miguel Hernández Zaballos. Aunque el buen tiempo invitaba a echarse una siestecita al sol, el ganadero nos puso a todos en marcha, habilitando dos remolques para, con orgullo, enseñar la camada de novilladas que tiene para esta campaña de 2002. Este agradable paseo hizo de las delicias de nuestros estudiosos del toro bravo y sus encantes. De hecho, llegaron a comentar el parecido de las hechuras de estos animales con una foto antigua de Lagartijo con un toro de Saltillo. La exclamación exacta de Facundo (quizás nuestro socio más “asaltillado”) fue: “¡¡he visto el toro que toreó Lagartijo!!”. Acompañó el comentario con numerosas explicaciones posteriores que Gonzalo (socio multiencaste experto en genealogía) completaba con precisión. Al concluir el paseo entre novillos se puso punto final a la visita, donde todos los miembros se sintieron como en casa gracias a los esfuerzos del ganadero. Junto al autobús y mientras nos despedíamos, nuestro secretario ejerció de presidente haciendo entrega de una insignia de la Asociación El Toro de Madrid a Miguel Hernández Zaballos: ganadero charro de Saltillo y Clairac.