Tras el reciente fallecimiento de nuestro asociado José Luis Fernández Fernández-Cuesta. Querido José Luis, algunos ya te conocíamos a través de tu querida hermana Yolanda. Habíamos coincidido contigo en el templo de Las Ventas varias veces, descubriendo en ti la mesura, la tranquila discrepancia con los despropósitos de los taurinos, los razonados comentarios que desgranabas sobre la degeneración de la fiesta brava (cada vez menos brava) y el inevitable abismo al que se dirigía. Más tarde, cuando pudiste comprobar que las dos ideas vertebrales de nuestra Asociación eran las defensas de las integridades tanto del espectáculo como la del toro de lidia, comprendiste que estábamos en el mismo lado de la trinchera. Y te uniste a nosotros con alegría e ilusión y te pusiste a nuestra total y completa disposición, afiliándote de forma desinteresada, como un miembro más de nuestra Asociación. Cuando te fuimos conociendo más profundamente, sabiendo de las tremendas servidumbres físicas que tuviste que sufrir en tus últimos años, lo que más admirábamos en ti era la entereza, la tranquilidad, la sosegada sonrisa con la que nos acompañabas, casi siempre en coincidencia con nuestras, a veces exaltadas, protestas contra los malos toreros, contra los toros inválidos, contra las absurdas ovaciones de los claveleros, contra las insólitas decisiones presidenciales, contra los pésimos carteles de los organizadores y contra muchas otras barbaridades más. Y tú estabas siempre de acuerdo con nosotros, aunque con las fuerzas justas, las pocas que te quedaban, pero siempre a nuestro lado. Tus acertados comentarios siempre nos hicieron reflexionar, intentando buscar una posible solución al imposible intento de regeneración de nuestra fiesta brava. Porque tú sabías muy bien que esto no tiene solución si los que mandan (política y económicamente) no quieren implicarse de lleno en ello. Y por ahora, desde luego, no les es ni política ni económicamente rentable. Por esta razón no hacen nada. Por todo lo anterior y porque en el sorteo de la vida te tocó apechugar con una salud muy precaria, eran aún más admirables en ti los esfuerzos que tenías que hacer y las dificultades a vencer para venir a las corridas, por subir las cada vez más empinadas escaleras de la plaza (a mí cada año así me lo parece) y también por acercarte a nuestras reuniones y coloquios, con el consiguiente problema añadido de tener que regresar a tu casa a altas horas de la noche. Pero todo lo llevabas con naturalidad, con amabilidad, con la sonrisa a flor de piel, pues considerabas que tus esfuerzos eran necesarios para apoyarnos, para ayudarnos, en definitiva para implicarte en esta maravillosa lucha en la que nos encontramos, intentando devolver la grandeza y la emoción que este maravilloso espectáculo nunca debió perder. Y aún te admirábamos más. Nos queda, además, el recuerdo de la última excursión que compartimos contigo en la visita a la ganadería de Fuente Ymbro. Sabemos cómo fuiste un día antes a tu obligada sesión de diálisis, para poder realizar el viaje con tranquilidad. Y cómo te reías cuando tras dar varias vueltas a la provincia de Cádiz en el autocar, finalmente conseguimos llegar al hostal muy de noche, a oscuras, a consecuencia de un gran apagón, Y cómo nos tuvimos que acomodar más de veinte personas en tres plantas con la única ayuda de la luz de tres linternas colocadas en los rincones de los pasillos, hasta que me dio la risa contagiosa por cómo los elementos se nos ponían en contra. Y cómo nos divertimos, al día siguiente, viendo en su “salsa” las chirigotas gaditanas locales, pues eran las fechas de los Carnavales. Y sobre todo cómo mereció la pena el viaje por poder admirar al toro en el campo y el sensacional e insólito tentadero de machos con que nos obsequió Ricardo Gallardo el último día, a pesar de la intensa lluvia que nos acompañó en todo momento. Fue todo tan maravilloso – y así nos lo confirmaste – que mereció la pena el esfuerzo, tu esfuerzo, que en tu caso particular era muy superior al de todos nosotros. Por todo ello, creemos que, de alguna forma, hemos podido compartir contigo los más felices momentos del final de tu corta vida, lo que nos llena de orgullo. Es muy duro y muy triste comprobar que ya no te veremos más entre nosotros, aunque tu recuerdo lo llevaremos siempre muy dentro. Y allí donde estés, a partir de ahora, sabremos que nos acompañarás en espíritu en todos nuestros actos, en todas nuestras reivindicaciones. Y ese recuerdo nos ayudará a apretar los dientes y esforzarnos más aún en esta lucha, en esta trinchera. Te lo prometemos. Eres el segundo socio que se nos va en plena juventud. Pero como decía muy bien Joseto, nuestro otro ex, hay que seguir protestando en la plaza, que es lo único que entienden y les molesta de verdad a los taurinos. Esperamos que desde donde estés lo puedas comprobar. Por ganas no va a quedar, te lo aseguro. Hasta siempre...o hasta pronto, quién sabe, querido José Luis.