DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Plaza de Toros de Madrid. Se han lidiado tres toros marcados con el hierro de Victoriano del Río (2º, 5º y 6º) y tres astados de Toros de Cortés (1º, 3º y 4º) en tarde climatológicamente apacible tras una feria marcada por la lluvia y las nubes grises casi negras, para los espadas Julián López El Juli, Alejandro Talavante y Andrés Roca Rey. Buen juego en general de los animales de la ganadería madrileña para la corrida In Memorim de José Cubero «Yiyo».
EL JULI. Palmas y saludos tras aviso
ALEJANDRO TALAVANTE. Silencio y silencio
ROCA REY. Oreja tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso y división en los tendidos
Presidente. D. Ignacio Sanjuán Rodriguez. Tarde complicada en la que primó la exigencia de la primera plaza del mundo a las peticiones del publico eventual y triunfalista. Acertó en no conceder la oreja que abría la Puerta Grande a Andrés Roca Rey tras una faena por debajo de los mínimos exigibles para tocar pelo. Erró al prolongar el toque del segundo aviso en el tercero de la tarde, pero su inesperada faceta de aficionado inclinó la balanza hacia la esperanza por recuperar la cordura que de uno años a esta parte se ha perdido en Madrid, en favor de un triunfalismo extremo de copa de balón.
Tercio de varas. Los animales dieron pelea en el caballo, destacando al N171 Celoso de Toros de Cortés que derribó al equino en el primer encuentro. Sin ser la tarde lo losvarilargueros, estuvieron por encima de lo visto en las semanas anteriores del ciclo continuado.
Otros. Se guardó un interrumpido minuto de silencio en memoria de José Cubero «Yiyo». Se colgó el cartel de No hay billetes con 22.964 espectadores, entradas vendidas o regaladas.
Comenzó la tarde en memoria de José Cubero Yiyo a ritmo de Plaza de las Ventas, interpretado por la banda de música a las órdenes de Rafael Zahonero. Sin megafonía que anunciara el minuto de silencio, el pasodoble que acompaña el paseíllo en la plaza de Madrid siguió escuchándose al tiempo que los tres matadores se había desmonterado frente a la presidencia de Sanjuán, que ni tiempo tuvo de asomar el pañuelo blanco para dar inicio al homenaje. Cuando paró la banda, comenzaron los tendidos; y es que tan solo diez segundos habían trascurrido desde el silencio mas absoluto, cuando este se vio interrumpido por un ¡Aupa Yiyo! No pareció molestar que aquellos que pagan la fiesta de la empresa secundaran el berrido con aplausos, eliminando así la solemnidad de un momento de respeto. A las palmas le siguió un desgañitado ¡Viva España! que, con sus correspondientes vítores dieron por finalizado el diezsegundos de silencio en memoria de uno de los toreros de Madrid.
Fue tras este esperpéntico episodio cuando desde el tendido asomaron tres pancartas que ponían en evidencia el triunfalismo actual de la plaza, el poco trapío de los astados, la manipulación en las defensas de los mismos y la situación de Madrid tras las pisadas de Istres. El Juli, que tenían una nueva oportunidad en Madrid, con una plaza mayoritariamente entregada al triunfalismo que busca la empresa, no conseguiría mas que unas tímidas palmas tras matar al primero de la tarde tras su paso por la capital. En cuanto a Talavante, dos nuevos toros que hacían de quinto y sexto en su temporada en Las Ventas ratificaban el estado actual del espada; lo que fue y lo que es tras su vuelta a los ruedos. Se le espera, pero no está.
El punto álgido de la tarde lo puso Roca Rey, que llenó la plaza y desató un enfrentamiento entre los espectadores de telediario y los asiduos a la plaza. Y es que tras una faena de contorsionismo circense que animó a la masa por su exposición, consiguió arrancar la que finalmente se convertiría en el único apéndice de la tarde. Al tiempo que sonaba el tardío segundo aviso, el peruano finiquitaba a su oponente tras dos golpes de descabello. Con el segundo, desató la locura y la división en los tendidos. La afición optó por la indiferencia ante lo que veía en el ruedo, que tampoco conseguía levantar de su embriaguez al público festivalero. Fue entonces cuando Roca Rey entendió que por lo civil no abriría la Puerta Grande de Madrid y, en un momento de silencio, se dirigió al tendido siete con un gesto desafiante que espoleó a sus partidarios. Su estrategia – y la de sus hombres de confianza – funcionó y la faena remontó. Olés en los tendidos y gritos de ¡torero!con el solo objetivo de llevar la contraria al que con preocupación ve como su plaza de cae a pedazos. Si algo funciona no lo cambies y, si puedes, repítelo. Eso debió pensar el espada, que por segunda vez se dirigió al tendido mientras lo que sucedía en el ruedo nada tenía que ver con el arte de Cúchares. Se llevó una voltereta que nadie celebró, pero muchos recriminaron para perpetuar el enfrentamiento. En esa situación se perfiló para matar y pinchó. En el segundo intento dejó media estocada y, por llevar la contraria, a la gente le pareció suficientemente bueno para concederla la segunda oreja. La deriva de la plaza se iba a consumar una vez mas, pero en esas apareció un defensor inesperado que, desde su labor de autoridad, puso en valor el sentimiento de un aficionado por la plaza de Madrid y no concedió un trofeo ante la petición mayoritaria (?) que tanto se vendió en los titulares.
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