DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Corrida de toros, 18ª de la Feria de San Isidro. Clima primaveral con ligero viento en el segundo tramo de la tarde. Se ha lidiado y estoqueado toros de Alcurrucén (3º, 4º, 5º y 6º) y El Cortijillo (1º y 2º, siendo devuelto el primero, sustituido por un sobrero de Juan Manuel Criado), de encaste Núñez, cinqueños el 1º bis, 2ª, 3, 5º y 6º, cuatreños los otros dos. Algo dispares en hechuras, sin ser una escalera pero cada uno de su padre y de su madre. Aparentemente terciados a pesar de sus pesos, protestados de salida. Abantos, huidizos de los lances, pasmados en el tercio de varas, mansos de libro en el último tercio.
La corrida entre costuras: los toros cogidos con alfileres, algún remiendo, mucho roto, mucho des-cossío, mucho toro al hilo.
21.016 espectadores según la empresa, sin saber aún si se incluyen en esa cifra los 2.800 abonos gratuitos.
Daniel Luque. De verde hoja y oro. Media lagartijera en la suerte contraria, cinco descabellos. SALUDOS. Pinchazo en la puerta de toriles, estocada trasera en los medios, rueda de peones. SILENCIO
David Galván. De azul azafata y oro. Estocada casi entera en buen sitio, un aviso. OVACIÓN Y VUELTA AL RUEDO. Pinchazo, aviso, otro pinchazo y dos descabellos. SILENCIO.
Víctor Hernández. De blanco y oro. Pinchazo en la suerte natural, aviso, estocada tendida y descabello. DIVISIÓN DE OPINIONES.
Presidente: D. José María Fernández Egea. Tardó en devolver el primero toro, inválido perdido, pero aguantó la furia isidril que le recriminaba la no concesión de una oreja a David Galván en el tercero de la tarde.
Tercio de varas: Más cerca de una unidad de cuidados paliativos que del termómetro de la bravura, esta tarde no se metieron las cuerdas en ninguna entrada al caballo, algunas de ellas fueron al relance y otras de trámite. Al 1º bis le cogió en buen sitio Israel de Pedro en la primera vara, el toro empujaba y derribó al picador. En la segunda entrada apenas hay pelea. En el 2° toro Jabato cruzó el Rubicón de las dos rayas para picar al manso más allá del tercio, en la segunda venida con saña y fruición. En el 3° se picó primero trasero, sin ni siquiera romper la piel, y en la segunda entrada se simuló la suerte. Al 4º, puyazo traserísimo, percutiendo en el lomo al toro, y la segunda vez ya a contraquerencia fue un ensañamiento para ahormar al bicho. En el 5°, Juan José Esquivel, el manso ni acude al encuentro, puro trámite, y en la segunda ya se le zurra de lo lindo, mientras el toro ni siente ni padece. En el sexto pica Juan Melgar, saliendo de najas el toro al sentir el hierro, y en la segunda vara, casi obligado, sin celo, se deja pegar sin decir “esta boca es mía”.
Cuadrillas: Gustó, y mucho, Juan Carlos Rey bregando al quinto, intentando corregir con oficio de las carencias de las que adoleció el animal.
Debe ser un fiasco mayúsculo que el día de tu confirmación de alternativa te imagines en la primera plaza del mundo con un toro de Alcurrucén y con José María Manzanares de padrino, y que ninguno de esos dos alicientes se produzca. Víctor Hernández se cruzó con inválido en el día de su doctorado, que fue devuelto en banderillas. El sobrero de Juan Manuel Criado no estaba mucho más allá del primero de los Lozano: algo terciado, flojo de remos y de intenciones poco agresivas, en las antípodas de lo que es un toro bravo, pero muy cerca de lo que es lo que quieren los toreros. Es lo que les enseñan, es lo que aprenden, y de ese círculo vicioso nadie les va a desengañar. Lo de iniciar todas las faenas por estatuarios, pedresinas, banderazos, celestes imperios… también es producto de esa trampa. El manso de Criado, Esmerado, tenía de todo menos esmero, y las largas distancias de los dos primeros pases por alto consumaron el poco combustible de Esmerado. El toro pedía doblarse, por abajo, ahormar defectos latentes, y llevarle muy tapado, nada de pases de acompañamiento, de ir y venir a su aire. Si además lo haces con viejos trucos que los jóvenes es lo primero que aprenden ahí se acaba todo. El fuera de cacho, la muleta a la altura de la cadera (se oyó en el tendido “que lo vas a dejar bizco con tanto pico!!!”)… todo eso potenció los defectos del toro, que punteaba todos los pases, protestaba en cada cite. Eso con la derecha, que fue cambiar de mano y la cosa era igual, pero con el toro ya parado.
Su segundo, Atractivo, fue un agravio para la reputación de esta plaza, una afrenta a lo que se conoce como toro de lidia. Protestadísimo de salida, indecente la lámina, podrídísimo por dentro, siempre con las manos por delante... Aun así brindó Víctor Hernández al público (¿?) y replicó la misma faena que intentó con su primero: cite desde el platillo a dos manos, banderazos de Fórmula 1, el toro suelto y distraído de cada uno de los pases, por delante y por detrás, por activa y por pasiva, y al final tras 4 pases cambiados por la espalda nuestro hombre se tropieza en la cara del toro, quedando a merced de Atractivo. Ese fue el resumen de la corrida: el toro ni se inmutó a pesar de oler la sangre y poder hacer presa, con el torero a su merced caído en el albero. Cuando se irguió Víctor quiso recomponer todo lo que estaba descompuesto, pero se puso pesado, así se lo hizo saber la gente, y al final el vacío. La nada.
De Daniel Luque se podría copiar y pegar el párrafo último, cambiando el nombre del toro y casi el del torero. Afanosito, que así se llamaba el hermano de Atractivo, era un mansurrón de libro enciclopédico, huidizo a más no poder, renuente a todo choque frontal. Lo que cambia es el matador, porque Luque cambió terrenos e inicio respecto al confirmante, más recogido en terrenos del 9, pero esto de Alcurrucén que antes traía una corrida para figuras (que no embestía) y una para los tiesos (que derrochaba bravura a raudales) ahora se ha homogeneizado, y ya no embiste a nadie. Se afanó el matador con Afanosito, pero de allí lo único que salió en claro fue que Luque mola más cuando lidia corridas con casta.
Con el cuarto, Herrerito, trotón, suelto de carnes, que no para quieto, el guion se repitió ya que el cinqueño salía distraído de los engaños. Lo recoge por bajo también a éste, en el tercio, buscando pocas brusquedades y mucha complicidad con el de Alcurrucén, pero Afanosito tiene menos mecha aún que el otro, y aquello no arde lo suficiente compara encender la faena ni calentar al tendido. Y ahí el respetable ya sólo quería que el sopor terminase. Quiere Luque, tiene la moneda, sabe que él sabe, y aquí el tesón, el suyo, se pondera.
Apareció en escena David Galván, sustituyendo a Manzanares, avalado por su última tarde en Madrid, sin nada que perder, apostando todo a grande. De su tarde despunta su porfía, toreo clásico para toros modernos, su afán y sus ganas de medrar, porque de sus toros hacer un diagnóstico es en realidad hacer una autopsia. Animales moribundos ambos, el primero que apenas se tenía en pie, las manos por delante siempre, con los cuales tampoco es que la colocación de Galván es que fuese la óptima (más de una vez fue reconvenido por ello), y la duda es saber si no se cruzaba por no mermarles más en sus fuerzas, o porque él lo siente así. Lució más en los derivados accesorios que en el toreo fundamental, sobre todo en una serie genuflexa para abrochar la faena que nos trajo aromas de otros tiempos. Como el toro era distraído y parado poco más pudo hacer Galván.
El quinto, Catalino, manso pregonado, parecía como si dijese “que si quieres arroz, Catalino”, porque cada vez que se le enfrontilaba terminaba huyendo como alma que lleva el diablo. Así le pegaron en el caballo, a ver si se espabilaba el mortecino animal. Aquí Galván se lo llevó a terrenos del seis, junto a las tablas, intentando mandar en lo que ya salió de chiqueros mandado, y con tanda de sobarle por bajo se acabó lo que se daba, porque cuando se lo sacó más al tercio, más al cinco, el toro ya había levantado la bandera blanca, no quería pelea, no quería nada. Arreones, calamocheo, derrotes por alto... todo ese catálogo de la mansedumbre. Sólo pudo sisarle pases de uno en uno, más de insistencia que de mérito, y así es muy difícil que la faena trepe por los tendidos. Quizá otro tipo de toro, con la misma predisposición del torero.
Ya, cuando salimos del tendido, los altavoces estaban a todo trapo y las barras sirviendo alcohol como si lo prohibiesen mañana mismo, Algún día podremos contar a nuestros nietos que antes este bar donde sueltan mansos era la primera plaza del mundo, y no había discoteca.
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