DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Con un cuarto de entrada y tiempo agradable y otoñal se ha celebrado una corrida concurso de ganaderías dentro de la serie de festejos de cariz torista que vienen celebrándose los últimos años en el mes de septiembre. Con toros, por este orden, de Juan Luis Fraile, Fermín Bohórquez, Pallarés, José Escolar, La Palmosilla y Sobral.
Javier Castaño. Pinchazo saliéndose y estocada delantera; SILENCIO. Estocada rinconera y unos diez golpes de descabello; PITOS.
Rubén Pinar. Buena estocada ligeramente trasera, SALUDOS. Estocada contraria; DIVISIÓN DE OPINIONES.
Gómez del Pilar. Estocada traserilla; SALUDOS. Pincha saliéndose, estocada corta, pinchazo y estocada honda caída; SILENCIO.
Presidente: D. Ignacio Sanjuán Rodríguez. Tuvo que cambiar el tercio de banderillas del primero de la tarde con tres palos debido a la infinidad de pasadas en falso que llevaban los banderilleros. Al primero de Juan Luis Fraile y tercero de Pallarés los cambió con dos puyazos, uno por blando y el otro porque el picador Juan Manuel Sangüesa lo inutilizó (esperamos que lo sancionara) cuando la premisa hoy era de tres entradas al caballo.
Tercio de varas: Mal, muy mal. Solo se salva la actuación de “Puchano” con el de la Palmosilla que casi puso más el toro y el jaco de su parte que el propio picador. El resto han venido a machacar a los toros sin valorar las condiciones, sin calcular que hay varias entradas y posibilidades sobradas de ir ahormando al toro paulatinamente. Juan Manuel Sangüesa, con el jugado en tercer lugar, arreó un leñazo al de Pallarés en el brazuelo y lo dejó inútil para la lidia, sin ver que el toro se estaba templando por momentos -embestía pastueño- y que no le sobraba alegría, quitándole todas las posibilidades a su matador; esperamos que fuera sancionado por ello.
Cuadrillas: Marco Galán estuvo bien con el capote todo el festejo, sin embargo los banderilleros Joao Ferrera y Mariano Ruiz dieron un sainete y un ejemplo de incapacidad en la lidia de burel que abría plaza. Por otra parte y a las órdenes de Gómez del Pilar, destacaron Ángel Otero, con un primer par primoroso, y Pedro Cebadera, con el tercer toro de la tarde siendo obligados a saludar.
Por orden de antigüedad de cada hierro rompió plaza el toro de Juan Luis Fraile (Gañanito nº 84, 576 kg. 04/18; silencio y algún pito en el arrastre), de pelo negro y de fachada más bien discreta, rehuyendo del capote de Javier Castaño y blandeando en los primeros compases. Evidenciaba falta de fuerzas y, tanto fue así, que al salir del segundo encuentro con el picador perdió las manos y el presidente, meditándolo, se vio obligado a cambiar el tercio. Las opciones que pudiera tener este Gañanito se fueron al traste conforme los banderilleros iban pasando en falso, incapaces de dejar cuatro palos en lo alto, el astado estiraba la gaita impidiendo que los rehileteros clavaran a la par que fue desarrollando sentido y reponiendo las energías, de manera que cuando Castaño cogió la muleta el de Juan Luis Fraile ya se sabía la tabla de multiplicar. Hay que decir que la actuación del salmantino ha sido todo un desastre por falta de pundonor y de capacidad, para replanteárselo. Recortó al toro en los lances de inicio, le pajareó dos tandas por el derecho desde la lejanía, con muchas precauciones y, sin enseñarlo al natural, se fue a por la espada para entrar a matar a paso de banderillas, ¡menudo recital!
Continuamos con el ejemplar de Fermín Bohórquez, elección que ningún aficionado se explicaba dado el pésimo recuerdo que dejó en Madrid la última vez que lidió a pie, allá por el mes de junio de 2018, dando una exhibición de invalidez y descaste. Embarcaron un toro muy en el tipo murubeño, voluminoso, que atendía por Reducido (nº 47, 556 kg, 02/2018; tímidas palmas en el arrastre) y en los primeros compases dio señales de su falta de fuerzas. En varas salió suelto en los dos primeros puyazos, si bien en el tercer encuentro se queda y no se naja; en banderillas se dedica a mugir y a abrir la boca observando parsimonioso como le ponen las banderillas. Sin sorpresas, el toro se dedicó en la muleta a lo mismo que hizo durante toda la lidia, es decir, a blandear. A esto hay que sumarle la buena condición que tenía, así que Rubén Pinar estuvo ahí, machacón, dando muletazos y más muletazos, una veces el toro perdía las manos, otras pegaba el derrote en el trapo y, las menos, Pinar le pegaba algún muletazo de buen trazo. La estocada, eso sí, fue superior y apreciada por los aficionados que le tocaron las palmas por ello.
Para Gómez del Pilar aguardaba un cárdeno de Pallarés de nombre Pantera (nº 92, 490 kg, 12/17; despedido con aplausos), recibido con algunos reproches porque no aparentaba gran cosa y, más todavía, después de que el ojo se acostumbrara al aparataje del toro de Bohórquez. Esto se olvidó pronto porque Gómez del Pilar lo esperó decidido en el tercio y le ligó un ramillete de verónicas de buen trazo, tres medias y una larga llevándoselo a los medios que puso a la gente en pie. El toro tenía una embestida muy templadita y humillada, asaltillada que dicen algunos, lo vio toda la plaza menos Sangüesa que, sin venir a cuento, le arreó un segundo puyazo en el brazuelo con dolo y premeditación que dejó al animal medio cojo y manando sangre el resto de la lidia como un guarro en la matanza. Gómez de Pilar quería lucirse con esa embestida dulzona, estaba a gusto, claro, y el toro muerto en vida. Así que se pasó de faena y el toro terminó por echarse merced a la escabechina de Sangüesa, quitándoselo de encima con una estocada pasada y saliendo a saludar por el conjunto de su labor: capote, lidia en varas y estocada.
José Escolar escogió un señor toro para esta concurso, Minerito (nº 10, 587 kg, 10/17, división en el arrastre), de apabullante trapío, terrorífica testa y mirada penetrante, recibido con gozo y con aplausos por los aficionados como no podía ser de otra forma. No sabemos si lo avieso de su condición era una cualidad que traía del campo o una creación de Javier Castaño y su cuadrilla durante la lidia. Y es que ya desde salida empezó dudándole mucho, incapaz de hacer que pasara en el capote y de enseñarlo a embestir. Antes de que saliera la caballería Minerito ya había dejado varios capotes para ponerlos en venta en el segunda mano. Era un pavo de Escolar así que lo de las varas lo estábamos barruntando: le pegaron tres buenos lanzazos, dos en el mismo agujero, sin que Minerito desarrollara trazas de bravo, y todavía lo quiso llevar Castaño para que le arrearan un cuarto puyazo que finalmente no se produjo. A duras penas consiguieron dejar cuatro palos los peones y Castaño, que no lo veía por ningún lado, lo probó un par de veces por el derecho −era un prenda por el izquierdo− y cogió la calle de en medio yéndose a por la espada de verdad, sin someterlo ni machetearlo. Duro de patas, el poderío de tamaño toro salió a relucir a la hora de morir, negándose a doblar con una estocada en lo alto Castaño necesito una decena de descabellos para acabar con la historia de este Minerito que, si bien no fue bravo, hace justicia a la leyenda de ese ganadero sin par que es José Escolar.
Se cumplió el aforismo de no hay quinto malo con el ejemplar de La Palmosila. El ganadero embarcó dos toros y aquellos que se decidieron por este Brasero (nº 38, 560 kg, 11/06, ovación de despedida) acertaron de pleno. Era cinqueño, negro, bajo y generoso de carnes, no impresionaba en demasía quizá por la comparativa reciente que teníamos con el de Escolar. Salió de la jaula muy vivo e incierto enganchando el capote de Rubén Pinar y en varas dio un juego interesante, romaneando en las tres reuniones que tuvo con “Puchano”, propiciando un tumbo en la primera de ellas. Recibió un castigo medido, no salió suelto, pero hay que tener en cuenta que antes de acudir a esa tercera vara buscó excusas y se fue a capotes, lo que no me terminó de convencer acerca de la bravura innata del astado. Se descompone al ser banderilleado, muestra la lengua y no llega nunca a tablas, lo que no fue óbice para que el de La Palmosilla diera un recital en la muleta, acometiendo incesante por ambos pitones sin echar una mala mirada. Embestía como un tejón y Rubén Pinar no consiguió templarlo en las primeras series, toreó mecánico y tirando líneas, despegado, lo que provocó el enojo de muchos. Gracias que lo mató bien, el toro lo merecía, aunque los peones lo atosigaron y estropearon lo que hubiera sido una muerte digna de tan notable ejemplar.
Con expectación venía el ejemplar de Sobral, cuyo historial como sobrero de Pamplona era conocido por muchos, un toro grande de espectacular pelaje ensabanado, botinero, capirote, que atendía por Cebadito (nº 55, 520 kg, 02/17, despedido con silencio). Se dejó torear con la capa antes de que hiciera aparición a horcajadas Aguado, dando un ejemplo más, el enésimo de la tarde, de cómo picar un toro sin atender a sus condiciones. Salió de najas Cebadito al sentir el hierro y cuando regresó Aguado se cebó de manera desproporcionada con el animal. Lo pusieron de nuevo, le arrea otro puyazo y Cebadito sale perdiendo las manos vaticinando lo que iba a pasar a continuación. El animal se fue desfondando progresivamente, acusando el castigo sobremanera, de modo que se aplomó en la franela de Gómez del Pilar, que no tuvo otra que abreviar y terminar con la historia de este espectacular toro de Sobral, cuyo desenlace ha resultado decepcionante para todos.
Antes de finalizar no quiero concluir sin señalar el recital que dieron Gómez del Pilar y Rubén Pinar con el capote poniendo los toros en suerte, especialmente este último. Manejaron los vuelos de manera primorosa, variada, ciertamente bella y efectiva, propiciando lidias alegres, vistosas y colocando los toros para que los picadores mostraran una vez más su incompetencia a la hora de administrar el castigo.
El premio al toro más bravo se lo llevó el ejemplar de La Palmosilla, su picador el del mejor tercio de varas y el de la lidia quedó desierto.
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