DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Corrida de toros. Segunda de la Miniferia de la Comunidad de Madrid. Cuatro toros de Fidel San Román, (1º, 3º, 4º y 5º) de procedencia Marqués de Villamarta y dos toros de El Ventorrillo (2º y 6º) procedencia Juan Pedro Domecq Solís y propiedad del mismo ganadero, Fidel San Román, cuatro cinqueños y dos a punto de serlo, correctos en presentación; el sexto fue ovacionado de salida y a la postre sería el menos malo del encierro, pues en general fueron deslucidos; el primero manseó, el segundo resulto noble pero muy flojo, el tercero descastado y el cuarto y quinto sosotes sin ninguna emoción. El peso medio de la corrida fue de 570 kg.
TOMÁS SÁNCHEZ: que confirmaba la alternativa (azul pavo y oro): tres pinchazos y estocada trasera (saludos desde el tercio por su cuenta); estocada habilidosa (saludos, no sabemos por qué, desde el callejón).
ALFONSO ROMERO: (nazareno y oro): pinchazo y estocada caída (silencio); estocada (silencio).
JOSÉ MANUEL MAS: (verde manzana y oro): estocada desprendida, bajonazo perdiendo la herramienta (silencio tras aviso); bajonazo infame (silencio).
Tercio de varas: lamentable actuación de los del castoreño, peor es imposible, ha habido picadores que prácticamente no han actuado, pues han hecho un simulacro, otros puyazos han sido descomunales en la paletilla y otros muchos traseros.
Cuadrillas: ninguno sobresalió, por señalar alguno, a Domingo Navarro por estar siempre atento al desarrollo de la lidia, pero con las banderillas esta vez dejó mucho que desear. Incidencias y otros: Presidió el festejo don Julio Martínez Moreno, sin complicaciones. Un tercio de plaza en tarde nublada.
A la llegada a la plaza solo se hablaba del indulto de Manzanares en Sevilla a un ejemplar de Núñez del Cuvillo; para la mayoría de la afición venteña no era de indulto pero ya se sabe que por tierras andaluzas reina el triunfalismo que tan flaco favor hace a la Fiesta. No hay problema, el taurinismo ya lo ha conseguido, ya está contento.
Hoy primero de mayo, es el día del trabajador, su festividad. Quien mejor que los taurinos para honrar este día dando muestras de su deficiente trabajo ¿Verdad, sevillanos? En Las Ventas en la tarde de hoy nadie cumplió con su profesión. Primero la empresa y la CAM por confeccionar un cartel de tan poco interés, como así se apreció en la respuesta de la poca asistencia de público en el tendido, el ganadero porque no consiguió o no quiso traer una corrida completa de su hierro titular, cosa que nadie entiende, pues esta corrida ya estaba comprada y era la que se iba lidiar en sustitución de la de Adolfo Martín en la pasada feria de San Isidro y que finalmente “gracias” a El Fundi se lidio una corrida del Marqués de Domecq. Los toreros, bastante voluntad intentaron poner, pues entre los tres sumaron la temporada pasada tan solo diez festejos. Los que de verdad fueron eficientes con su trabajo fueron los del castoreño ¡¡¡Ay, madre, cómo están los picadores!!! No pica bien ni uno, no se dan cuenta que ellos mismos están promoviendo la devaluación de la suerte de varas. Lo de hoy ha sido de juzgado de guardia, los seis deberían recapacitar sobre sus actuaciones. Tan sólo por intentar salvar a alguno - y no parecer tan crítico - valorar a Juan Sabriegos, primo de Leiro, por intentar llamar de largo al bicho y querer marcar un puyazo correctamente, que tan caro le salió, pues se llevó una costalada de las de aúpa. Confirmaba la alternativa, después de 14 años como matador, el valenciano Tomás Sánchez quien, a pesar de su poca actividad, hizo un titánico esfuerzo con Chabero (así se llamaba el toro del doctorado), que desarrolló genio y sentido, acudiendo al engaño con la cara alta y propinando una fuerte voltereta a Sánchez que, a mi juicio, se equivocó de terrenos, pues quiso siempre sacarse al toro al centro y ahí era donde más complicaciones tenía por lo que se le notó la falta de oficio. En el cuarto, un animal excesivamente sosote, sin decir nada y falto de fuerzas, el diestro valenciano quiso mostrar su predisposición, adelantando la muleta y torearlo con temple, pero a media altura no existe la ansiada emoción. Mató de estocada habilidosa y saludó desde el callejón a todos sus amigos y paisanos, los únicos que le ovacionaron. El segundo de la tarde, del hierro de El Ventorillo, un colorado muy justito de fuerzas desde su salida, no impidió que el murciano Alfonso Romero, torero de buen corte, nos deleitara en el recibo con tres verónicas de auténtico lujo; ahí, en los terrenos del 8, el pelirrojo matador se asentó esperando a su oponente, al que le recetó una primera verónica cargando la suerte, corriendo la mano y moviendo los vuelos del capote con mucho gusto por el pitón izquierdo que provocaría un ¡olé! A continuación, otra más por el pitón derecho y otra por el izquierdo, rematada con una media que provocarían el entusiasmo en el respetable. El bovino no daba para mucho más; ni en un quite por verónicas de José Manuel Mas ni luego en la muleta se empleó lo suficiente, debido a la justeza de fuerzas, por lo que poco a poco se iba parando más y no hacía más que defenderse. El quinto, un “pavo” de 589 kilos, imponía, por lo que se supuso iba a recibir un fuerte castigo. Pero lo inimaginable fueron las varas que recibiría de Antonio García, justo donde más daño hacen, en el hueco de la paletilla; allí fueron a parar las dos eternas que le propinó al pobre animal. Debido a ello, el moribundo toro llegó a la muleta sin recorrido, ni transmisión, ni nada, por lo que pronto torero y público empezaron a aburrirse. El testigo de la ceremonia fue José Manuel Mas, torero de la “casa Choperita”, que tuvo como primer oponente un tercer toro hondo, complicado, con una embestida áspera y siempre con la cara arriba. Mas se justificó en una labor que no tuvo mayor brillantez. El sexto tenía la divisa de El Ventorrillo, con gran presencia, serio y con mucha cara, por lo que levanto los aplausos de los aficionados. Se arrancó con alegría en el primer encuentro derribando a jinete y equino. Lluego, una vez más, no nos dejaron o no quisieron que viéramos el toro en el caballo. Ya en banderillas el toro se vino arriba y en la muleta Bohemio, que así se llamaba, desarrolló movilidad y fijeza, pues tomaba bien los engaños y repetía la embestida ¡Por fin, era un toro! Y por lo tanto había que hacerle las cosas bien y ejecutar los tres cánones del toreo: parar, templar y mandar, además de estar bien colocado, algo que no hizo el joven madrileño, que anduvo queriendo lograr buenos momentos sobre el pitón derecho pero que no llegaron a redondear una faena mal rematada con la espada. Así termino la corrida en el día del trabajador. Que cada uno compruebe si tiene o no la conciencia tranquila con su labor.