
DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Jueves 22 de mayo. Decimosegunda de Feria. En tarde primaveral de agradable temperatura se ha verificado un encierro de la divisa toledana de Alcurrucén, de encaste Núñez, cinqueños el 2º, 3º y 4º, cuatreños el resto. Por debajo del trapío mínimo exigible en esta plaza, varios de los ejemplares han sido protestados de salida. Mansos, blandos y descastados. El cuarto fue devuelto tras sufrir una lesión durante el tercio de varas; en su lugar salió un sobrero de Zacarías Moreno, de encaste Domecq, mal presentado, manso, noble y encastadito. Según la empresa se ha colgado el cartel de “no hay billetes” si bien, en la plaza, se apreciaban algunos huecos vacíos en las andanadas. Casi lleno.
SEBASTIÁN CASTELLA, de tabaco y oro: estocada baja y trasera en la suerte contraria (silencio). Bajonazo en la suerte contraria –aviso- (leve petición y saludos).
MIGUEL ÁNGEL PERERA, de azul marino y oro: aviso antes de entrar a matar, pinchazo hondo en la suerte natural, estocada caída y atravesada que hace guardia en la suerte natural y tres descabellos (silencio). Dos pinchazos traseros y media trasera, caída y tendida en la suerte natural –aviso-, un descabello (silencio).
DANIEL LUQUE, de verde hoja y oro: media estocada trasera y caída en la suerte natural (división al salir a saludar tras palmas). Estocada trasera en la suerte contraria –aviso- (silencio)
Presidente: D. José Antonio Rodríguez San Román. Mal. Varios de los ejemplares que saltaron al ruedo no deberían haber sido aprobados. Permitió que el tercio de varas se convirtiera en un simulacro cambiando el tercio en la mayor parte de los toros con meros picotazos. Devolvió a los corrales al cuarto toro de la tarde tras salir lesionado del caballo después de un puyazo trasero.
Tercio de varas: Hoy hemos visto la otra cara de la moneda en la que ha derivado el primer tercio con la complicidad de matadores, cuadrillas, equipos gubernativos y, en este caso, ganaderos. En primer lugar porque saltaron al ruedo animales sin la casta y el poder necesarios para que este tercio tenga sentido, no hubo toros de lidia. Esta falta de la materia prima esencial ha ocasionado que apenas se piquen los toros, animales que no hubieran aguantado los dos puyazos legales que marca el reglamento en plazas de primera. De esta manera, se ha presenciado un simulacro, convirtiendo en mero trámite lo que debiera ser parte indispensable de la lidia. Aun así, los “puyazos” han caído siempre traseros, llegando a producir la lesión de uno de los ejemplares corridos que hubo de ser devuelto a los corrales.
Cuadrillas: Pasaron desapercibidas. Como es lógico, para que haya lidia es necesario que haya toro y, sin toro, carece de sentido el desarrollo de la corrida de toros tal y como ha llegado a nuestro tiempos. Sí que se pudo intuir la categoría de alguno de los hombres de plata presentes, como algún capotazo templado de Viotti al primero, el oficio de Vicente Herrera con los palos en el segundo, la correcta brega de José Chacón al 4ºbis ayudando a que el toro fuera a más y la profesionalidad y exposición de Caricol banderilleando al 6º.
1. CHUFLÓN-219: negro, 545 kg. de peso y nacido el 05/21. Mal presentado. Sin trapío para la plaza de Madrid; un novillote con kilos que recibe alguna protesta al salir al ruedo. Manso en el caballo, rehuyendo a acudir al mismo en su segunda entrada. Recibe dos picotazos. Blando, soso y descastado. Pitado en el arrastre
2. RECTOR-97: colorado ojo de perdiz de 553 kg. de peso y nacido el 01/20. Largo, escurrido y sin cara, una anchoa de Santoña. Manso en el caballo, sale suelto y quiere irse a chiqueros tras el primer picotazo. Bobo, blando, sin casta ni poder. Algún pito camino del desolladero.
3. RABANERO-36: castaño listón, lucero, bragado meano de 567 kg. de peso y nacido 01/20. Justo de presentación. Primera vara traserita, pero arriba en la que empuja con un pitón. Sale suelto de la segunda vara según siente el hierro. Noble, manso y descastado. Silencio en el arrastre.
4. CAPORAL-59: negro, 578 kg. de peso y nacido el 10/19. Largo, sin cuajo. Justo de presentación. Muestra su escasez de celo y fuerzas de salida. Sale lesionado tras un puyazo trasero en su primera entrada al caballo. Es devuelto a los corrales.
4. BIS. BANDOLERO-25: negro, 543 kg. de peso y nacido el 10/20. Mal presentado; anovillado, parece una vaca camarguesa, por lo que recibe alguna protesta aislada de salida. Mansea en el caballo queriendo irse a chiqueros tras una primera vara en la que sólo recibe un picotazo trasero. Tras el correspondiente pinchacito de la segunda vara sale suelto. Después de una buena brega se viene arriba en la muleta donde, si bien escarba, se arranca con arreones encastados transmitiendo emoción en sus embestidas. Manso, noble y con un punto de castita. Palmas al toro al ser arrastrado por las mulillas.
5. TAMBOR-69: negro, 594 kg. de peso y nacido el 10/20. Otra vaca, esta vez una vaca gorda que ocasiona alguna protesta de salida. Recibe una primera vara al relance muy trasera, rectificando caído el picador. Segunda vara trasera en la que se deja pegar. Soso, descastado y manso. Fue pitado en el arrastre.
6. CORNETILLO-78: negro de capa, 551 kg. de peso y nacido el 12/20. Mal presentado. Una cabra sin cuajo alguno. Se deja pegar en una primera vara trasera donde empuja con un pitón. Cuesta ponerlo en suerte para la segunda entrada, mostrando su condición de manso. Manso, noble y descastado. Silencio al ser arrastrado.
Ocupan los fieles aficionados venteños su pedazo de prisma granítico aún comentando lo acontecido en la tarde de ayer y echando de menos más carteles como aquel, que le sacan tanto de la monotonía imperante en lo relacionado con los de cuatro patas como con los de dos. Fortes y Morenito de Aranda, dejaron ganas de volver a verlos pero, Dios sabe cuándo serán acartelados de nuevo en nuestra plaza. Para devolvernos a la cruda realidad, la empresa al cargo nos ha preparado un cartel con escaso atractivo para los más asiduos, por lo repetitivo de los matadores que lo componen, más que amortizados, y por lo previsible del comportamiento de los bureles anunciados. En esta ocasión, se anuncia en el cartel la ganadería de Alcurrucén que, en sus últimas comparecencias en nuestra plaza -véase la novillada del pasado 13 de mayo o las dos tardes donde se corrieron sus toros en el San Isidro pasado- se ha caracterizado por su nobleza bobalicona y descastada aderezada con sus dosis de endeblez que, sin embargo, o mejor dicho, por eso mismo, es habitualmente solicitada por las, mal llamadas, figuras, como las que componen la terna actuante en el día de hoy. Pero como una de las características del aficionado a los toros es su fe inquebrantable, acude, una vez más, a su Plaza, al encuentro de la Verdad de la Fiesta, Toro y Toreo mediantes. No obstante, se ven caras nuevas en los tendidos puesto que muchos de los aficionados asiduos han descartado esta corrida del abono por lo poco atractivo del cartel.
Tristemente, la corrida correspondió, coma por coma, con lo previsto. Madrid no se ha enterado, concretamente los responsables de la Comunidad de Madrid y de la empresa que gestiona la Plaza, de que este tipo de cartel, repetitivo e insulso, es pan para hoy -pues la plaza estaba llena- y hambre para mañana –pues no hay quien se aficione a la Fiesta después de vivir este tipo de espectáculo-.
Sebastián Castella tuvo la única oportunidad de lucimiento de la tarde ante el impresentable pero encastadito, noble y manso sobrero de Zacarías Moreno, que fue a más en la muleta tras una buena brega de José Chacón acompañada por el buen hacer de Viotti y Alberto Zayas con los palos. Antes, de salida, lo capeó con verónicas insulsas donde el burel dio alguna muestra de debilidad que provocó, como toda la tarde, un simulacro de tercio de varas, enseñando el animal su mansa condición. Ya en la faena de muleta, el comportamiento del toro viró; solía escarbar y ser un poco tardo antes del primer muletazo de cada tanda pero, cuando se arrancaba, embestía con codicia, nobleza y transmisión. El francés comenzó la faena citándolo desde los medios -el animal en tablas- y le recetó sus habituales pases cambiados por la espalda, muy despegados y largando trapo. Posteriormente, no pasó de estar acelerado, perfilero y trapacero, obteniendo aplausos siempre que encadenaba, que no ligaba, los muletazos. Los mayores muestras de júbilo del público llegaban, cuando remataba ese destoreo enganchado con un pase de pecho prácticamente en redondo, tan cerrado tan cerrado, que convertía el muletazo en una noria; efectismo vacuo y tramposo. Para colmo, no tuvo sentido de la medida y se pasó de faena, por lo que el fervor alcoholizado fue a menos. Lo mató de un sartenazo perdiendo la muleta, pese a lo cual, afloró algún que otro pañuelo en los tendidos, petición que no fue suficiente más que para que acabara saludando una, más que generosa, ovación. Previamente, con su primero, sólo cabe destacar el recibo capotero por verónicas templadas pero sin emoción alguna, donde el astado ya mostró su condición floja y descastada. Con la muleta, Castella recurrió a los bruscos toques para conseguir estimular la arrancada del semoviente acabando el público desentendido de lo que sucedía en el ruedo. Lo mató de descarado bajonazo.
Miguel Ángel Perera aburrió. Desplegó, eso sí, su habitual repertorio de aparente poder pleno de ventajismo y destoreo. Esta vez -por lo descastado y bobalicón de la embestida de los toretes- no caló entre sus fieles ese clásico muletazo suyo en el cual adelanta la pierna de entrada, cita medio a la remanguillé y traza un arco de circunferencia de tan amplio radio que prácticamente se convierte en una línea recta, para terminar expulsando lejos, muy lejos al toro; le deja la muleta puesta alargando el brazo, gira sobre su propio eje retrasando la pierna de salida y repite la secuencia. Pero si el animal tiene tan poca casta que al salir del muletazo, no repite, hasta el más bondadoso se aburre. Y así estuvo Perera toda la tarde y, para colmo, pesado, escuchando un aviso en cada uno de sus toros. Indecente el manejo de la espada del extremeño, especialmente al dar muerte a su primero, haciendo guardia la tizona.
Daniel Luque mostró en Madrid una versión muy cutre. En su primero, sólo cabe destacar su recibo capotero donde sobresalieron dos buenas verónicas llevando toreado al burel que fueron rematadas con dos medias. En la faena de muleta estuvo muy vulgar, recurriendo al efectismo ramplón y circense para intentar mendigar el favor de los más bondadosos. Ligazón forzada, molinetes, zapatazos, gritos, arrimón, luquesinas –que creo que así llaman a un engendro que realizó mediada la faena-, fingido desmayo y teatro perfilero en las cercanías. En el sexto de la tarde, estuvo más moderado en la vulgaridad, y basó su estrategia en encadenar, repito, que no ligar, los muletazos. Para que haya ligazón es necesario rematar el muletazo anterior; si no lo haces, estás trampeando como ardid para conseguir aplausos entre los menos doctos. En esa falsa ligazón ante otra babosa sin cuajo, Luque encadenó un pase de pecho casi circular que entusiasmó a algunos. Y eso fue lo más destacable de su faena que terminó metiendo pico en la distancia corta. Sinceramente creo que Luque sabe, puede y debe hacerlo mucho mejor.
En fin, que no por manida deja de ser clarividente la frase que dice que sin Toro nada tiene importancia. Pero Madrid no se ha enterado.
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