DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
En tarde calurosa y con el cartel de “No hay billetes” colgado en taquilla se jugaron cinco toros con el hierro de Victoriano del Río y uno con el segundo hierro de la casa, el de Toros de Cortés (3º). Procedencia Domecq y Díez. Desigualmente presentados, con alguno de ellos -como el segundo- sin el trapío necesario para Madrid. Mansos todos ellos, nobles, sosos y sin un ápice de emoción, tardando todos demasiado en caer.
Presidencia: D. Trinidad López Pastor. Estuvo mal al conceder la oreja del tercero tras una faena que no merecía un trofeo y que, además, fue pedido minoritariamente; y al cambiar el tercio en varios toros tras ser escasamente picados.
Cuadrillas: Las cuadrillas estuvieron bastante bien toda la tarde, lidiando bien a los toros y colocando los palos con eficacia. Saludó en el quinto Rafael Viotti, tras poner dos pares con exposición.
Tercio de varas: Se simuló la suerte de varas durante prácticamente toda la tarde, a excepción del tercero, al que le picaron más. El resto quiso saber poco de caballos y los picadores no hicieron su trabajo como es debido.
1º toro: Epicentro, 560 kg. En el primer puyazo, se dejó pegar, sin pelear, perdiendo las manos a la salida; mientras que en el segundo salió manseando tras que lo colocaran desde la corta distancia y la puya quedase trasera. Se cambió el tercio sin que fuese apenas picado.
2º toro: Azor, 558 kg. El primer puyazo huyó el toro hacia tablas al sentir la puya, tapándole la salida el picador y realizando una discreta pelea; mientras que en el segundo, se fue al relance al caballo que guardaba la puerta, sin que nadie intentase detenerlo, y siendo muy poco picado.
3º toro: Maleado, 540 kg. En la primera entrada, la vara quedó tremendamente trasera, rectificando el picador y dejándose pegar el toro. El segundo encuentro le tapó la salida y le picó mal, sin pelear el toro.
4º toro: Duermevelas, 574 kg. Se fue al caballo en el primer encuentro sin ser colocado, quedando trasero el puyazo y sin pelear el toro. En la segunda vara salió perdiendo las manos tras que fuese muy poco picado, y de manera trasera.
5º toro: Caminero, 578 kg. En el primer encuentro con el jaco, al picador se le partió la puya, por lo que no pudo picarle y acabó derribando; el segundo encuentro se tradujo en un picotazo, tras el que fue cambiado el tercio sin apenas picar.
6º toro: Cerillero 612 kg. Hizo una pelea muy discreta y se le simularon por completo ambos puyazos, mejor dicho picotazos, quedando ambos traseros. Se cambió el tercio sin que fuese debidamente picado.
Regresaba a Las Ventas Sebastián Castella dos días después de una salida a hombros de la que esta tarde ya nadie se acordaba, por lo que no salió a saludar tras el paseíllo. Su primer animal ya evidenció su invalidez en los primeros tercios, pese a lo cual, no fue devuelto. En la muleta volvió a dejar clara su evidente falta de fuerzas. Castella hizo una faena en tablas, intentando sacar algo de las descastadas y deslucidas embestidas del animal. No hubo nada destacable en toda la faena, que Sebastián alargó excesivamente, ante las lógicas protestas de los aficionados, que le pedíamos que abreviase con semejante animal. Su segundo fue un animal excesivamente noble y con calidad, de esos que dicen “para soñar el toreo”. Castella dio su mejor versión en toda la feria en este en las dos primeras series, una por cada pitón, buenas y templadas. A partir de ahí el toro se vino a menos y el torero se desdibujó completamente. No supo medir ni los tiempos, ni las distancias, ni las alturas, siendo excesivamente enganchado y estando muchas veces fuera de cacho, excesivamente perfilero y muy desajustado. Nada que ver con el torero de las dos primeras series en esta misma faena, faena que acabó con uno de sus ya habituales arrimones, con el toro como un borrego.
El segundo actuante era el alicantino José María Manzanares, que volvía a estar acartelado en la misma fecha y con la misma ganadería dos años después de su aún recordada faena ante aquel toro de nombre “Dalia” y de la ganadería de Victoriano del Río en la beneficencia de 2016, una de las mejores de la historia de esta plaza. Esta tarde no pudo repetir triunfo ante ninguno de sus ejemplares. Su primero fue un toro noble, sin fuerzas y que se rajó descaradamente. Manzanares toreó con su ya habitual mantel que usa como muleta, siempre fuera de sitio, perfilero, con el pico y con la pierna excesivamente escondida. Después de las dos primeras series el toro se rajó y acabó en terrenos de sol, donde optó por abreviar, en vez de intentar sacar algo de ahí. En su segundo volvió a estar sin despeinarse e igual de tramposo. Este toro, que hizo de quinto, fue tan fácil y dócil, como noble y soso. Manzanares, que estuvo siempre ventajista y desajustado, acabó aburriendo tremendamente al personal con semejante borrego. Quedó esta tarde demostrado el nulo compromiso de Manzanares en Madrid y su nula capacidad lidiadora, al traer una faena del hotel, y si el toro que quiere no le sale, no sabe lo que hacer. La palabra ventajismo no debería ir nunca ligada a lo que debe ser una figura del toreo, y dicha palabra es santo y seña en José Mari. Pues eso.
Completaba la terna Cayetano, que a punto es tuvo de salir a hombros. En su primero comenzó la faena sentado en el estribo toreando por alto, para posteriormente salirse al tercio toreando por bajo. Ahí fue donde ejecutó toda la faena ante el manso y noble toro de Victoriano. A Cayetano se le evidenciaron una vez más sus múltiples carencias técnicas, sin sitio, sin ajuste, sin poder ni mando y excesivamente acelerado. Dio muchos muletazos, algunos de ellos jaleados, sin importar cómo fueran, primando así la cantidad por encima de la calidad, dando pases por darlos. Mató de un bajonazo y tras petición minoritaria le fue concedida una bochornosa oreja, que fue muy protestada. Se paró ante el alguacil y miro al tendido 7 y a la grada del 6, esperando a que cesaran las protestas, y tras una no muy larga espera, recogió la oreja. Muchos pensábamos que la tiraría por su gesto de detenerse antes de recogerla, pero finalmente la paseó tan feliz, en lo que fue un feo gesto de chulería. En el sexto se fue a la puerta de chiqueros a recibir al toro, pero lo mejor que veríamos con el capote iba a ser un galleo por chicuelinas precioso para llevar el toro al caballo, con el que puso a la plaza en pie. Los miles de palmeros que abarrotaban la plaza estaban deseosos de sacar a Cayetano a hombros, pero Cayetano no planteó bien la faena al toro ni en distancias ni terrenos, además de que se le volvieron a ver sus múltiples y ya mencionadas carencias técnicas. Al final se le fue pedida una incomprensible oreja.
Finalizó el largo y pesado festejo, que fue muy aburrido por el poco contenido del mismo. El gran público triunfalista que abarrotaba la plaza esta tarde, se dispuso a ir a beber a las terrazas que han sido instauradas en la plaza, tan contento tras haber visto semejante tarde, demostrando así su nula exigencia y rigor y su condición de ir a los toros por el postureo, que llaman ahora. Este es el público que hoy en día ocupa la plaza de toros de Madrid, sin conocimiento alguno de la lidia, ni el toro, sin exigencia y sin importarle la categoría de la plaza de toros de Madrid. Este es el público que busca Simón: fácil, orejero y que va simplemente a ver a los toreros, despreciando así al rey de la fiesta. El año que viene el nefasto Simón volverá a programar espectáculos como este, aunque quien sabe si bajo la denominación de “la corrida de los modelos” o dios sabe qué. Luego decimos que los triunfos en Madrid ya no valen, ¿por qué será? Madrid merece la categoría que siempre ha tenido, el rigor y la seriedad que siempre la ha categorizado. Desde la llegada de esta empresa, todo esto ha desaparecido.
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