Resuelto el pliego de manera un poco chunga, según descubrieron Martín Marín y Gómez Ballesteros en una de nuestras tertulias (Zabala, tenías que haber venido, se te ve resentidillo), los ganadores asistieron a nuestra sede y nos explicaron lo que pudieron de la política que piensan llevar a cabo en su primer año como empresarios de Las Ventas. Como apuntó uno de los socios, con eso tan hermoso que ahora se llama “buen talante”, José Antonio Martínez Uranga nos dio una visión panorámica de lo que pudiera ser la temporada hasta el mes de junio. Se abrirá con esa novillada de Fuente Ymbro que anunció hace tiempo y que a todos nos causa una inmensa alegría. Enseguida vendrán los domingos de la Semana Santa, para los que dice contar con diestros de eso tan etéreo que es “el gusto de Madrid”. Habló de Cépeda y Uceda, que, más o menos, parecen encajar en lo del gusto. Salió el nombre de Rivera Ordóñez, pero, como él dijo, tampoco es posible que todos estemos de acuerdo. Este, desde hace muchos años, es un torero que aprecia un Madrid que no asoma regularmente por la plaza. Sin embargo, lo más ilusión despertó fue el anuncio de una posible corrida concurso de ganaderías de Santa Coloma en uno de esos dos domingos. Aquí se barajaron los hierros de Victorino, Hernández Pla, Escolar, Juan Luis Fraile, Adolfo Martín, Ana Romero, La Quinta y otros, pues hasta los sobreros provendrían de ganaderías con el mismo encaste. Independientemente de que esto termine llevándose a cabo y de que sea un éxito o un fracaso, este es el camino. Santa Coloma como representación de la casta; la corrida concurso como celebración del toro bravo y pujante que no debe desaparecer jamás del ruedo. Martínez Uranga, siempre con un tono amable, expuso luego breves esbozos de las soluciones que propone para arreglar el pésimo estado en el que ha quedado el verano de Las Ventas. Por desgracia, la imaginación sólo le llega hasta junio, periodo para el que ha asegurado que algunos de los toreros más taquilleros (Ponce, El Juli) se han mostrado dispuestos a venir a Madrid. Si es al precio de renunciar al toro, igual la ganancia no va más allá de lo económico. En ese caso, que no cuenten con mi aplauso. Ponce, El Juli y Rincón con una de Escolar (casi me entra la risa) en junio sí. El mismo trío viendo pasar mulos de Valdefresno o levantando del suelo tullidos de Gavira, no. Más allá, el gesto amable se tornó en mueca de esfuerzo inabordable. Dio la impresión de que para Martínez Uranga los meses de Julio y Agosto son una causa perdida. Los aficionados recordaban que hubo un tiempo en el que sólo por ver las ganaderías que se anunciaban merecía la pena acudir. Algunos de ellos deseaban con fuerza que llegara ese agosto, asfixiante para los toreros que tenían que vérselas con aquellos pavos que salían al ruedo candente. Martínez Uranga no tenía palabras más que para señalar la dificultad de recuperar ese mes para la afición. Su hijo, Martínez Erice, sin embargo, hacía algunos gestos que daban a entender que este tipo de ganaderías volverían a Las Ventas. Se verá. En medio quedó la feria de San Isidro, un poco más corta que otros años y en la que, si nadie lo remedia, volveremos a asistir a espectáculos de poco nivel, sobre todo porque la mayoría de las ganaderías que acudirán a la gran feria serán inquilinas de la lista de ganaderías indeseables que le entregamos a los nuevos empresarios. Ojalá yerre. Los acontecimientos más importantes previstos para la feria son las confirmaciones de los jóvenes valores que el año pasado destacaron como novilleros. Perera, Gallo, Bolivar y otros tendrán que cargar, pues, con un peso que sus aún estrechas espaldas tal vez no puedan soportar. César Jiménez también parece esperanzar a Martínez Uranga. Según sus palabras, este diestro que lleva ya un tiempo superando las cien corridas de toros sin venir a Madrid, ha pedido matar la de Victorino. A mí que me perdonen, pero ver a Jiménez en ese cartel me desilusionaría bastante. Hay tres toreros que llevan años cumpliendo con esos toros y que jamás le han hecho un feo a Madrid. Ninguno de los tres merece quedarse fuera de ese goloso y duro cartel. Esplá, El Cid y Robleño, por los méritos contraídos, mientras ellos quieran, deben cerrar la feria con los toros de Victorino. César Jiménez que empiece desde abajo con, por ejemplo, un encierro horripilante de Mari Carmen Camacho. Si con eso el chico destaca, ya irá adquiriendo el derecho a enfrentarse a toros de verdad. La reunión con los empresarios ofreció motivos para la ilusión, especialmente esa corrida concurso para la que llegó a hablarse de traer la cuadra de caballos del francés Alain Bonijol. Más allá de esa corrida, habrá que esperar. Ante las críticas que le cayeron antes de haber comenzado su labor, recordó Martínez Uranga aquello de los cien días de gracia. No le falta razón, y tendrá su periodo de gracia, que durará exactamente hasta que el primer novillo de Fuente Ymbro salga al ruedo o algo menos si antes insiste en anunciar algunas de las ganaderías que figuraban en una primera lista que enunció a los pocos días de ganar el concurso. Que las cosas salgan bien o mal en los toros no depende enteramente del empresario. Él sólo es responsable de intentar poner los mejores mimbres. La desaparición de los toros de Gavira, Valdefresno, Alcurrucen, Fermín Bohórquez, El Sierro, Domingo Hernández, José Luis Pereda, Núñez del Cuvillo o el fin de ese abuso que suponen cuatro corridas al año del Puerto de San Lorenzo supondría un magnífico comienzo para una nueva época. En la erradicación del descaste y en la corrida concurso tiene dos líneas muy positivas en las que trabajar. Señor Martínez Uranga, le esperamos en la plaza y, como usted se comprometió, al final de la temporada, de nuevo en nuestra tertulia. Nada nos gustaría más que darle una sincera enhorabuena por su trabajo. A sus predecesores nos habría encantado poder felicitarles cada uno de los años que se mantuvieron al frente la plaza. No nos dejaron la más mínima opción. No cometa usted, por favor, los mismos errores. Tiene tras de usted quince años ejemplares de cómo no debe gestionarse la ilusión de los aficionados.