NEFASTA ESCUELA Y NEFASTO JULIPIÉ
Artículo escrito por nuestro vicepresidente Carlos Rodrígez-Villa Rey publicado en la revista nº45 del Club Taurino de Pamplona.
Julián López El Juli ha sido y es un personaje nefasto para la fiesta de los toros. Muchos de sus fervientes partidarios comentan que ha sido un torero trascendental para la fiesta de los toros e indudablemente coincido con esta aseveración. Este espada es creador de una escuela y de una forma de interpretar el toreo funesta: una fiesta sin verdad ni pureza, ventajista, al servicio del triunfalismo y que denigra al principal protagonista de este rito, el toro. Uno de los principales promotores de una fiesta de toros sin toros. Echando de este modo por tierra los valores y el sentido por los que la fiesta de los toros tiene su porqué. Impulsor de una tauromaquia posmoderna que también ha sido escuela para muchos de los diestros de nuestros días y que tristemente hoy se ha impuesto. Creador de un toreo que tiene de todo menos de toreo.
Muchos vehementes taurófilos dicen que El Juli pasará a la historia como un gran dominador de todo tipo de toros. Nada más lejos de la realidad. Llegados a este punto y tras la relación de ganaderías que ha toreado y matado Julián López en el último cuarto de siglo y especialmente en la última década llegamos a la triste conclusión no de que principalmente haya apenas matado reses de un único encaste o procedencia, sino que se ha centrado en lidiar y estoquear animales de únicamente cuatro ganaderías de las más comerciales, dóciles y menos encastadas robando así al aficionado de ver y analizar la disparidad de comportamientos, embestidas y bravuras que rigen en el campo bravo y de comprobar así las diferentes lidias exigidas por estas. Todo esto sin contar con el perjuicio que este modo de actuar ha supuesto en el planeta de los toros restándole de interés, variedad y enriquecimiento al espectáculo. Además de imponer el mediotoro junto con sus dudosas, arregladas y aberrantes defensas por sistema donde la integridad -valor intrínseco del toreo- en muchas ocasiones ha brillado por su ausencia.
Nos ha privado también de uno de los mayores alicientes que tiene el aficionado durante una corrida de toros como es el de la rivalidad, la contienda entre toreros. Los toros son una fiesta de pasión. Vetos, imposiciones y carteles sumamente repetitivos y de nula competencia y exigencia protagonizados por este espada mandón en ferias y despachos han reducido a lo más mínimo el interés y el entusiasmo en tendidos y arena. La comodidad es enemiga de la fiesta. Torear es incómodo, y lo es la competencia, y la rivalidad.
Por si esto fuera poco siente el desprecio más absoluto por la que hogaño fue y debería seguir siendo la suerte suprema. Suerte por la que bascula todo el porqué de la lidia del animal. Es el ejecutor de la suerte de matar más fullera existente en la historia del toreo.
Me bastaré en recordar las palabras del gran aficionado Joaquín Monfil quien relataba de manera tan magistral esta trampa en La Voz de La Afición hace ya uno años: “a nadie había visto hasta él hacerlo y que es a lo que yo bauticé hace años como el julipié, es decir, la forma del volapié que ejecuta El Juli y que es muy loado y admirado por la mayoría de comentaristas en los medios de comunicación, aunque para mí y para muchos otros aficionados no sea más que un alivio en la suerte de matar al volapié.
El julipié consiste en citar al toro para matarle a volapié enfrontilado a él, entre los dos pitones del mismo, igual a como se hace normalmente, pero, en el momento de hacer la suerte, se le echa la muleta a la cara, para tapársela y dejarle ciego por un instante, en vez de al hocico para que humille y descubra el hoyo de las agujas. Al mismo tiempo que le tapa la cara se echa fuera del pitón derecho a toda velocidad, de tal forma que se traspasa rápidamente la altura de la punta de dicho pitón y una vez tras la pala se gira el cuerpo hacia el toro, se da un saltito y se busca la cruz con la punta de la espada, empujando con todo el cuerpo tras ella. Muchas veces se pierde la muleta, pues al saltar y clavar se omite su visión al derrotar el toro en ella. Todo esto se hace a gran velocidad, de tal manera que si el toro se revuelve y busca al matador lo más que hará será darle con la parte trasera de la pala del cuerno, pues la punta está delante. Si se acerca demasiado al lateral del toro lo más probable es que la estocada quede perpendicular y si no puede acercarse demasiado entonces la estocada puede quedar atravesada y contraria, con el peligro de que le haga guardia. Es algo parecido a poner banderillas al sobaquillo, una vez traspasadas las puntas.
El julipié es otra ventaja o truco moderno, que siempre busca nuevas suertes basadas en el alivio, en disminuir el riesgo, nunca en aumentarlo. No obstante, vista la gran efectividad que consigue El Juli ejecutando el volapié con esta variante, quién sabe si en el futuro será un clásico, una manera de volapié con el nombre de su inventor. Es un invento heterodoxo de Julián, aunque lo consideramos un alivio de la ortodoxia del invento de Costillares para matar a los toros parados, cuando hasta entonces siempre se mataba a la suerte de recibir”.
Y sin más, y por todo lo expuesto, darle las gracias por su contribución a la fiesta que tanto queremos y apreciamos, torero. Y por favor, no vuelva.
Carlos Rodríguez-Villa Rey
Vicepresidente de la Asociación El Toro de Madrid