DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Se lidiaron novillos de Nazario Ibáñez, bien presentados, mansos en varas y de desigual comportamiento. Los tres primeros resultaron nobles (segundo, encastado), cuarto y quinto, inválidos y aborregados y sexto, con genio. El segundo fue aplaudido en el arrastre.
- Raúl Velasco, de grana y oro: Media estocada trasera y tendida (ovación con saludos tras petición). Pinchazo muy bajo y estocada (silencio tras aviso).
- Jorge Ibáñez, de salmón y oro: Pinchazo muy bajo, media estocada baja y once descabellos (silencio tras aviso). Estocada baja (silencio).
- Andrés Palacios, de grana y oro: Pinchazo, estocada trasera y tres descabellos (silencio tras aviso). Seis pinchazos, media estocada y nueve descabellos (silencio tras dos avisos).
Menos de un cuarto de entrada y tarde soleada.
Lo peor que puede suceder en un espectáculo como la fiesta de los toros es que, en toda una carde, no pase absolutamente nada y precisamente eso aconteció hoy tarde en la Monumental madrileña, ¡nada de nada!
Antiguamente las novilladas constituían una garantía para el aficionado de emoción y espectáculo, pues los novilleros acudían a la cita sin querer dejar escapar la oportunidad brindada y jugándose la vida, si era nece-sario, para lograr un triunfo que les abriera todas las puertas. Hoy en día los tiempos han cambiado mucho y resulta que vienen a Madrid, la plaza más importante del mundo y en la que podrían dar un salto en su carrera, a cubrir el expediente, cual primera figura del escalafón, como si tuvieran ya numerosos contratos que les garantizaran un gran futuro por delante. A todo esto hay que añadir su incapacidad como lidiadores, por no hablar de su concepto artístico, donde todos hacen lo mismo, imitando perfectamente todos los defectos de las figuras del escalafón superior. Así pues, todas estas circunstancias, han convertido a las novilladas en un espectáculo sumamente aburrido para el aficionado que a ellas acude (que por cierto, no son muchos), más aún cuando, como en la novillada de esta tarde, los novillos no ponen mucha emoción sobre el ruedo.
Los astados de Nazario Ibáñez saltaron al ruedo luciendo un irreprochable trapío, alguno incluso con hechuras de toro, ahora bien, ninguno de ellos cumplió en varas, donde todos mansearon claramente. Los tres primeros novillos, especialmente el segundo, pusieron en bandeja el triunfo a los novilleros, por la nobleza que desarrollaron y la claridad de sus embestidas (parecían santos, de lo buenos que eran). Cosa distinta resultaron ser los tres últimos, especialmente cuarto y quinto, pues en ellos hizo acto de presencia la falta de fuerzas, provocando con ello el aburrimiento en el tendido.
Actuaba Raúl Velasco, el cual se mostró como el de más oficio de los tres espadas y aunque estuvo volunta-rioso, especialmente ante su primer enemigo, le faltó calidad y ajuste en sus muletazos, dejando escapar una buena oportunidad. Aún así se solicitó por parte de un público festivo la oreja que, acertadamente, don Cesar Gómez no concedió. Ante el cuarto de la aburrida tarde, no sucedió nada digno de mención.
Jorge Ibáñez, por su parte, refleja perfectamente el estado actual del escalafón novilleril, pues conoce y utiliza a su corta edad todos los "trucos" de las supuestas
figuras del escalafón superior. Estos consisten en embarcar constantemente con el pico de la muleta, componer la figura cuando el novillo ya ha pasado y, por supuesto, perder pasos entre mule-tazo y muletazo ¿Por qué será esto lo primero que aprenden en las escuelas de tauromaquia? Así se le escapó con las orejas puestas su primer novillo, segundo del festejo, el cual, tras ser muy poco castigado, llegó al tercio de muleta noble y repetidor, estando muy por encima de su matador. Además anduvo horrible en el manejo de la espada y descabello.
Por último, Andrés Palacios, novillero ya conocido en esta plaza, no demostró nada nuevo, dedicándose exclusivamente a dar más y más muletazos sin lograr uno aceptable. Lo único reseñable de su actuación fue el recibimiento a portagayola a su primer enemigo, del cual salió muy apurado. Como su anterior compañero, estuvo negado con la espada toda la tarde, en especial en el que cerraba el festejo.
En definitiva, tarde aburrida por la escasa ambición mostrada por los novilleros, los cuales dejaron escapar una nueva oportunidad para lograr un triunfo que lanzara su carrera y que hicieron que en toda la tarde no pasara nada.