DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
14 Mayo 2010 | Escrito por Roberto García Yuste | Fotografías de Constante
Novillada con picadores. Duodécima corrida de la Feria de San Isidro 2010. Novillos de don José Joaquín Moreno Silva, de procedencia Marqués de Saltillo. Bien presentados excepto el primero que era impresentable para esta plaza, escurrido sin cara y sin culata, el resto de la novillada en la línea de este encaste, con poca cara excepto el sexto y bien rematados de atrás. Todos fueron encastados, dejándose torear los tres primeros y el sexto, resultando ser el 2º noble, el 4º y 5º mansos pero con casta y mucho peligro. El peso medio de la novillada fue de 509 Kilos, para el que siga creyendo en la báscula.
PACO CHAVES: de grana y oro. Pinchazo, bajonazo haciendo guardia y bajonazo. TRES AVISOS. El novillo fue apuntillado en tablas del tendido 4. BRONCA. Estocada atravesada haciendo guardia y estocada corta. BRONCA.
MIGUEL HIDALGO: de grana y oro. Bajonazo. SILENCIO. Estocada atravesada haciendo guardia, pinchazo y estocada corta. TRES AVISOS. PITOS. El novillo fue devuelto a los corrales con vida.
ANTONIO ROSALES: de obispo y oro. Estocada desprendida. SILENCIO. Estocada casi entera. SALUDOS.
Presidencia: don Manuel Muñoz Infante, quien demostró que está perdiendo afición y se está poniendo a la altura de los demás. No debió cambiar el tercio de varas en algún novillo al que se le podía haber puesto en suerte alguna vez más, por lo que luego acusaron durante el resto de la lidia que se habían quedado crudos. Tuvo sensibilidad a la hora de conceder más tiempo de lo permitido a los dos novilleros a los que les dió los tres avisos.
Tercio de varas: esperábamos que fuera una gran tarde en el tercio de varas, pero ni los novillos se emplearon como deseábamos ni los del castoreño estaban por la labor de hacer las cosas bien, pues sin dejar al novillo en suerte, sin torear con el caballo y sin coger la vara correctamente es muy difícil que la suerte de varas salga bella como así fue. Tan solo señaló correctamente un picotazo Isidoro Rubio en el tercero.
Cuadrillas: debemos destacar especialmente a Domingo Navarro, pues su predisposición en todos los novillos, estando atento a cualquier compañero en apuros es un seguro para los de luces. Igualmente a Curro de la Rosa, por su lidia correcta al tercero de la tarde. El resto de subalternos pasaron las de Caín, “más miedo que carracuca”.
Incidencias: tres cuartos de entrada, en tarde de temperatura muy agradable.
De camino a la plaza de Las Ventas del Espíritu Santo, como si fuéramos en carro tirado por caballos, nos dirigimos a presenciar el duodécimo festejo de esta feria de 1870 (?), con una corrida del Marqués de Saltillo, en la que alternan tres jóvenes de aldea que solicitan una oportunidad para ganarse el pan y tan solo sueñan con montarse en el tren del toreo para alcanzar la gloria y cumplir su sueño. Con escasa preparación pero con sobrada ilusión, los tres espadas se enfundan sus mejores galas y se preparan también unas cuadrillas de poco jornal, que han ido eligiendo a su paso por los pueblos castizos hasta llegar a la capital del toreo. Los varilargueros esperan impacientes a que suenen clarines y timbales con su pitillo en la boca mientras los jacos, esqueléticos y viejos, esperan nerviosos la incertidumbre que les espera. Los aficionados acaudalados ya están colocados en sus asientos, con sus puros caros y sus sombreros elegantes, acompañados de señoras guapas, muy bien engalanadas para la fiesta, mientras los aficionados del sol, descamisados por el calor sacian el sudor con la bota de vino manchego. Suenan los clarines, se puede escuchar el silencio del miedo, se abre la puerta para que salgan los alguacilillos y comienza el ritual del paseíllo.
Sale al ruedo el primer ejemplar de Saltillo, mal presentado, pitos del respetable, engaña la báscula al tendido, pues es un animal escurrido, sin cara ni culata. Pronto muestra su casta, prueba evidente de ello es que se crece en el castigo y en banderillas, que pone el matador a toro pasado. Se viene arriba con un tranco y un galope que continúa con las embestidas en la muleta de un tal Paco Chaves, que abre el cartel, el cual se ve desbordado por la casta y por la acometividad del animal, pues es un bichejo que tiene lo suyo y sin mandar en sus embestidas y sin bajarle la mano es imposible poder a tal codicioso animal. Quizás se equivocó el inexperto matador o sus mentores y debió recibir una tercera vara su oponente, pues así habría llegado al último tercio mas ahormado si el varilarguero hubiera hecho las cosas bien. Pero nada de esto ocurrió y el de Moreno Silva empezó a desarrollar sentido y no se dejaba matar, así que la Autoridad del palco, el comisario Muñoz Infante, le mandó tres recaditos al diestro pacense para que dejara ya de intentar pinchar al animal y que finalmente fue apuntillado en tablas del tendido 4.
El segundo de la tarde está bien presentado, en línea Saltillo, algún aplauso recibe. En el saludo de recibo descubre sus verdades el matador. Pocas. En el tercio de varas, el novillo es castigado con un primer puyazo en las costillas y un segundo trasero, por lo que el animal inevitablemente pierde las manos a la salida del caballo. Con la muleta, el novillero granadino Miguel Holgado intenta hacer el toreo vertical y de sentimiento pero no llega a conectar con los espectadores, porque el animal es demasiado noble y transmite poco y el diestro con su torpe figura, su mala colocación, su escaso temple y su concepto del toreo de no adelantar nunca la muleta son argumentos suficientes para no emocionar al respetable, por lo que al parecer el torero, molesto, le receta un bajonazo infame al animal, que rueda sin puntilla. En tercer lugar hace su salida al albero un animal con una alegría que emociona a los tendidos, bien presentado y con un tren trasero que no termina de empujar al caballo que monta el picador Isidoro Rubio, que tiene una actuación regular y su segundo puyazo lo marca delantero y dosificando el castigo. Buena brega del subalterno de turquesa y plata Curro de la Rosa, dando los capotazos justos y llevando la embestida muy larga para que el diestro madrileño Antonio Rosales no pasara apuros ¡Y claro que no los pasó! pues en todo momento estuvo toreando fuera de cacho, a media altura y sacando la mirada del toro hacia fuera, para acercarse lo menos posible. Muy habilidoso con la espada, el madrileño lo despachó con una desprendida.
Después de que los tendidos terminaran de merendarse casi todos los productos de la matanza del invierno y de las cosechas de esta buena primavera, salió en cuarto lugar un puro Saltillo de tres años justos, que fue recibido a porta gayola por Chaves, que el buen hombre se quería desquitar de los tres avisos. Desde el principio la lidia deja mucho que desear, el novillo es manso y con casta peligrosa, el animal rehúye el acero de la puya, dando la impresión de haber estado tentado y por tanto conocedor del daño que hacen los actuales varilargueros. Por ello, el animal se dedicó a corretear por el albero, metiendo miedo a unos y a otros, entre ellos al matador, que no fue capaz de poner el tercer par de banderillas. Parecía como si el morlaco tuviese más hambre que él y quisiera comerse todo lo que rondaba por allí. El ruedo se convirtió por momentos en un alboroto, debido al descontrol por la mala lidia. Luego, el novillero, ya con 25 años cumplidos, no quiso pelearse con su oponente y pronto se fue a por el estoque para recetarle una estocada atravesada, haciendo guardia por las costillas, después un pinchazo y una estocada baja, lo que provocó el enfado del respetable que le recriminó con una bronca su poca predisposición en toda la tarde. Y además el tío se reía...
Otro novillo bien hecho procedente del Marqués de Saltillo hizo de quinto ¡No hay quinto malo!, exclamó una joven aficionada del tendido. Pues sí que le hay, sí. Y si no que se lo pregunten a todos los que vestidos de luces estuvieron corriendo por el albero durante todo el tiempo que estuvo en el mismo “Orquesano”, pues así se llamaba este quinto, que salió con alegría pero que pronto fue mostrando su mansedumbre y su peligro. Fue otro que tampoco se llevó bien con los del castoreño. Como no quería caballo, los varilargueros, tanto el que le tocaba en suerte como el que hacia puerta, le dieron multitud de picotazos, siendo incapaces de taparle la salida y darle un puyazo a su medida. Con tal percal, la lidia fue un auténtico desastre, las banderillas se pusieron tal como se fabrican, es decir de una en una y el novillero, cuando cogió los trastos, no sabia ni dónde se encontraba. Poco a poco se fue viniendo abajo, produciéndose alguna “espantá”, sin recursos ni ganas, por lo que Hidalgo no lo dudo y se fue a por el estoque de verdad en cuanto pudo. Aprovechando que no le miraba el novillo y sin perfilarse le recetó una estocada atravesada...haciendo guardia cerca del meano. El saltillo, con la espada tan mal clavada, vendía cara su muerte y mordía a quien se acercase, haciedo correr tanto a los banderilleros como al propio matador, que por dos veces tiró muleta y estoque para salir corriendo a la barrera y llegar el primero, ya que hoy la tronera del burladero estaba muy cotizada y para conseguirla había empujones, pisotones, gritos y hasta agarrones. “¡Nos ha jodido, estando un saltillo manso y con casta en el ruedo, maricón el ultimo”, habrán pensado los de luces. Así fue transcurriendo el tiempo y sonaron otra vez los clarines tres veces, por lo que el novillo se fue arropado por los bueyes de Florito, pensando que había ganado su batalla Y la ganó, pero no su libertad.
Casi ya sin luz, pues habían transcurrido mas de dos horas de festejo, salió el sexto, un utrero justito de edad, con más cara que el resto de sus hermanos, con mucha alegría y descubriendo de nuevo la falta de oficio del diestro madrileño en el saludo capotero, quien debió pensar que no quería pasar los apuros de sus compañeros, por lo que le encargó al picador que hacia puerta, de nuevo Isidoro, que le castigara bien. Y efectivamente el picador obediente le recetó un puyazo descomunal, lo que no hizo que el novillo aflojara y perdiese muchas fuerzas porque tenía casta. Llegó a la muleta con opciones, pero el joven diestro no se acopló en ningún momento, siguiendo su toreo muy perfilero, abusando del pico y sin conectar con el publico, por lo que Rosales, con su característica habilidad le propinó una estocada casi entera que le hizo suficiente daño al animal para que doblara.
Terminada la corrida, la gente no toreaba a la salida de la plaza pero sí que se parlaba, camino de las tabernas unos o camino del pueblo otros, de lo que es la casta de los Saltillos, de los novilleros inexpertos, de los pocos recursos que se tienen hoy en día con estos encastes, de lo que criticarán esta novillada los taurinos de turno a don José Joaquín Moreno Silva, de la suerte de varas. De todo en general se discutía ya con un chato de vino en la mano, pero lo que ponía a todos de acuerdo es en que hubo casta, de la buena y de la mala, pero casta, que es lo importante en un toro de lidia, por eso nadie se aburrió. Algún día por el año 2010, en plena Feria de San Isidro, saldrán todas las corridas como éstas, emocionantes, por la gran casta ¿Será verdad o es que todo lo he soñado?