Han pasado unos días desde la presencia del torero Enrique Ponce en nuestra sede Puerta Grande, y con más calma y reflexión quisiera escribir unas impresiones sobre lo que a mi parecer, más que un intercambio de ideas entre aficionados e invitado, fue una puesta en escena, casi una performance del torero para describir y “blanquear “ su teoría de lo que es torear.
Vaya por delante mi respeto a un hombre que ha estado más de treinta años en activo, y vuelve a los toros, tal y como le declaré a comienzos de mi intervención el jueves 29 de febrero. Pero a pesar de mantener las formas, la educación ante un invitado de nuestra asociación y la compostura, he de decir que a mi me pareció su “actuación” una manera sutil y astuta, de intentar convencer a los reunidos de que su trayectoria, técnica y forma de entender la lidia de un toro, es la racional, correcta, moderna, emocionante y la que el público quiere y que por eso paga. Incluso se levantó, cogió una silla a modo de toro, nos quiso convencer con lecciones prácticas, dónde esta el peligro del toro, por dónde pasa, que el cruzarse es casi un alivio, que torear a media altura tiene mucho más peligro…una serie de argumentaciones con posturas pintureras y toreo de salón, que me parecieron alardes de mago, trazando pases de su repertorio a modo de pájaros de la chistera, para engatusar a la parroquia. Y de eso se trataba y con muchos lo logró.
A pesar de sus elegantes formas, muy fino vestido de solemne negro, me sospecho me irrita que de alguna manera nuestra invitación le haya venido muy bien por dos motivos. Primero para dejar claro que él como verdadero Maestro, no cae en la soberbia del figura y acude humilde a someterse a la crítica de los aficionados que se presume, son los más exigentes. Y en segundo lugar porque con sus palabras, halagos oportunistas al Tendido Siete y a la plaza de Madrid desgranaba con cierto tono de enfado y advertencia, críticas a su intransigencia y a veces desconocimiento, dando una de cal y muchas de arena a los aficionados rigurosos de Madrid, fue pretendiendo y creo que algo logró, desarmar las críticas y atraerse a muchos de los asistentes algo embelesados con su verbo, su trayectoria y esos pases de salón solemnes que dio a una silla. Dejando en cierto rídiculo a los aficionados detractores de su toreo basado en trampas y engaños. Algo que más tarde, él sabe van a explotar periodistas para ensalzar al torero, como he leído en algunos medios.
Toda una serie de afirmaciones para defender y encumbrar a ese toreo moderno que entre él ha ayudado a crear como escuela: se debe torear a media altura, al hilo del pitón, hoy se arriman más que nunca, salen los toros más bravos que nunca, defendiendo las ganaderías comerciales, y a ese público aplaudidor y triunfalista que tanto cuidan,,, y más perlas del cánon del antitoreo actual
A mi desde luego no me convenció en absoluto; es más, en mis intervenciones lo dejé muy claro y no le dije más por respeto a los turnos de palabra y porque en las largas respuestas impedía la réplica adecuada a sus afirmaciones.Toda una estrategia de comunicación, ha aprendido mucho. Hay que reconcerle que nos supo “utilizar”, aunque algunos no nos dejásemos.
Sr. Ponce así no se va a una tertulia, palabras de agradecimiento, protocolo muy bien aprendido, dar coba a los ponentes, justificar su toreo…pero con un tufo de superioridad y de estar en posesión de la verdad que ralla en la soberbia. En definitiva, nos utilizó y se fue tan contento con su placa de la Asociación El Toro de Madrid, aplausos de la concurrencia y de amigos y periodistas que abundaban esa tarde y con el disgusto y mal sabor de muchos de nosotros, al menos del mío.
No Sr. Ponce, no crea que nos engañó; pero cuando alguien es invitado a nuestra casa recibe trato elegante y cortés, cosa que usted en algunos de sus comentarios, no fue.
Como dijo Paco Camino: ”Dónde se para Enrique puede seguir toreando hasta los cien” . Claro que el Maestro Camino era un torero de los sesenta y setenta del pasado siglo y como dijo Ponce en la tertulia, esos no toreaban nada más que toritos sin bravura, para “bravos los de hoy”. Y se quedó tan ancho
Yolanda Fernández Fernández-Cuesta. Socia de honor de La Asociación El Toro de Madrid