DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Feria de San Isidro, lleno de “no hay billetes”, clima primaveral y ausencia de viento. Se ha lidiado y estoqueado una corrida de toros de La Quinta, casta Santa Coloma – Buendía, cinqueña toda a excepción del tercero de la tarde, justos de presentación los tres primeros, más rematados los restantes. Pastueña, sosita, andarines, noblona, voluntariosa, muy apagada al salir de los caballos.
Morante de la Puebla. Estocada caída a paso de banderillas; SILENCIO. Dos pinchazos, estocada honda caída; PITOS.
El Juli. Estocada en todo lo alto entrando con telonazo y brinco para salirse de la suerte; OREJA. Pinchazo, estocada corta con telonazo y brinco para salirse de la suerte, descabello; VUELTA AL RUEDO.
Pablo Aguado. Estocada honda, trasera y caída entrando fulminante; SILENCIO. Estocada honda; SILENCIO.
Presidente: D. Gonzalo de Villa Parro. No tuvo complicaciones. Cambió el tercio de banderillas del cuarto con tres arpones clavados.
Tercio de varas: Hoy que había santacolomas cinqueños se ha castigado a los toros en las paletillas o bien muy trasero. Casualmente. Los toros se han limitado a dejarse pegar, tampoco andaban muy sobrados de poder.
Cuadrillas: En la cuadrilla de Pablo Aguado destacó una vez más Iván García con los palos, siendo obligado a saludar, y lidiando con el capote al sexto; así como Álvaro Montes en la lidia del quinto.
Lo primero hay que felicitar a los ganaderos porque tienen la vacada en la mano y saben perfectamente lo que echan y a quién se lo echan. Hoy que había cartel de máximas figuras la corrida no ha tenido nada que ver con aquellas de 2018 o 2019, muchísimo más serias de hechuras y de comportamiento más alegre y complicado. La de hoy en general ha sido muy pastueña, sosa y andarina, los puyazos carniceros puede que hayan influido, pero la tónica general ha sido esa, corrida de las facilonas dentro de lo que es este ganado. Tenía la viveza en los ojos y las miradas entre muletazos que tanto intimida propia del encaste, haciendo que los toreros tengan que tirar de arrestos para colocarse en el sitio, lo que a Morante y Pablo Aguado les ha costado un mundo hoy, especialmente a este último.
Morante llegó a la plaza junto con su cuadrilla a la vieja usanza, en coche de caballos. Al finalizar el paseíllo el tendido 7 desplegó una pancarta en la que se podía leer PALCOS EXIGENTES, NO AL TRIUNFALISMO; en clara alusión a los presidentes que tenemos ahora, cuyo criterio es variable y cambiante incluso dentro del mismo festejo, y a todas luces escaso y por debajo de lo que requiere la primera plaza del mundo.
Morante echó a perder al primero de la tarde a su paso por el caballo y dos lanzadas en el espinazo dejaron al animalito sin aliento. En el inicio de faena obligó mucho al de La Quinta y le dio una buena tanda por el derecho, el toro le empezó a hacer algún feo, en una tanda por el izquierdo hace hilo, y el de La Puebla, lejos de intentar sobreponerse a las dificultades del toro, cogió la calle de en medio, esto es, la espada de matar y adiós muy buenas.
El segundo capítulo de la corrida fue para el cárdeno Bellotero y El Juli, en apariencia se vio un trasteo inmaculado técnicamente de principio a fin, no obstante, vamos a explicar esas falsas apariencias. Lo recibió con unos lances sin estirarse ni quebrantar en exceso al toro, muy jaleados, entendiendo Julián que hay que ir de menos a más con estos toros, cosa que Morante no tuvo en cuenta por ejemplo en el recibo del cuarto, que le protestó en cuanto le exigió en redondo. El toro, que era cárdeno, cumplió en el segundo puyazo, pero antes El Juli le pegó un ramillete de verónicas excelsas, de una despaciosidad y un temple admirables. Los banderilleros, sin lucimiento y con rapidez, dieron paso al tercio de muleta, empezando El Juli la faena a lo grande. A continuación vino el toreo en redondo y fue ahí donde ponemos tachas a la aparente perfección técnica del Juli, ya que no convenció por la falta de ajuste y de bragueta en prácticamente toda su labor, sin crujir al toro que iba y venía como si tal cosa, hasta un cambio de mano que dio lugar a un natural muy redondo que sí calentó a la plaza. El julipié en esta ocasión fue más disimulado y la espada cayó en la yema, lo que propició una fuerte petición y que la gente, valorando el conjunto de la faena y el toro que tuvo delante, se guardara el pañuelo tras la concesión de la primera oreja, detalle que nos recordó al Madrid de otros tiempos, a lo que antaño era la mejor afición del mundo.
Pablo Aguado ha estado muy desconfiado toda la tarde, incapaz de superar las cositas del toro de Santa Coloma que hemos comentado anteriormente y, ciertamente, ha quedado por debajo de sus oponentes, escuchando protestas generalizadas durante el trasteo de ambos toros por un toreo perfilero y que parecía preconcebido y adaptado a las licencias que admite el toro comercial, como torear sin sacar el estaquillador de la cintura, y que los de hoy, a pesar de sortear un lote con posibilidades, no se tragan así como así. Su primer toro, el tercero, se dejó hacer muchísimo, pero la gente le reprochó esa falta de autenticidad que había; y en el que cerró plaza, de nuevo continuamente fuera de cacho acabó soliviantando al paisanaje.
El cuarto toro, más redondo y rematado que sus hermanos, algo pegajoso en sus acometidas, fue muy sobado por Morante, aunque le apuntamos una larga de bellísima factura para poner el toro en suerte al picador en el segundo encuentro. Se lo llevó a los medios dejando que el animal topara la muleta, cosa que nunca puede favorecer, se puso una tanda por el derecho y ante las miradas del bicho y su embestida a media altura, desistió y se puso a machetear al toro, dejando algunos pases de pitón a pitón, y tocándole las orejas al toro mientras hincaba la rodilla entre las astas, rememorando la Edad de Oro del toreo. Todo esto lo hacía entre las protestas del público que quería verlo imponerse a las complicaciones del cornúpeta en el toreo vertical, y eso no está entre las competencias de un torero de inspiración y de chispazos como Morante.
El plato fuerte del festejo acaeció en el quinto capítulo, El Juli frente a Gañafote fue una faena de las que dejan huella, aunque ciertamente el toro mostró que no andaba sobrado de fuerzas, iniciando el último tercio se le coló un par de veces y fue ahí cuando El Juli se puso manos a la obra y sacó el valor y el dominio que ha sido más presumido que comprobado por causa de una trayectoria cimentada a base de ganaderías ad hoc. Se puso en terrenos de compromiso, fijó las manoletinas en la arena y tiró del toro en redondo dejando unos cuantos naturales obligados, largos, toreados, enroscados. Le pudo por ambos pitones. Un toro que no valía un duro, ojo, lo llevó por donde quiso y como quiso, imponiéndose a un toro que parecía imposible de hacerle faena. Tenía la plaza rendida, pero pinchó y dio una vuelta al ruedo de ley.
En conclusión, podemos decir que El Juli impuso su clarividencia, su dominio y su constancia frente a dos toreros de arte y de inspiración, negados ante las complicaciones que presentó la corrida de La Quinta, escasas pero peculiares y específicas en comparación con el encaste que lidian habitualmente.
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