Como personalmente no estoy de acuerdo con el artículo titulado “Involución en Las Ventas”, firmado por el veterinario y taurino, según dice él , don Luis Alonso Hernández, voy a tratar de responderle. Comienza su escrito diciendo que el toro del triunfo fue el sexto de una corrida del Puerto de San Lorenzo, engordada “exprofeso” para la plaza de Madrid. Sobre eso no hay duda alguna. Era igual a todas las que se programan para cuando las figuras “protegidas o mediáticas” (ese día eran El Juli y Manzanares sus compañeros) vienen a Las Ventas y no se olvide que toros similares mataron sus compañeros de terna, que supongo más poder tuvieron para imponerla que el propio Talavante. Prosigue don Luis diciendo que el toro era manso y sin peligro alguno. Sobre esto debo decir que efectivamente era manso, pero la culpa (o el mérito) de que no diese sensación de peligro se debió a la quietud e impasibilidad del torero, que nunca corrigió la posición de sus zapatillas, nunca le perdió pasos (a su primer toro tampoco), lo que hizo que el toro sólo estuviese atento al movimiento de capote y muleta, los únicos que se movían, es decir torear con las manos, algo que, desde Belmonte, se considera la ortodoxia en su máxima pureza, cosa que sus compañeros de terna jamás hicieron, perdiendo pasos y corrigiendo su posición al no rematar casi nunca sus pases. En cuanto a que el toro era manso, yo diría que en el tercio de varas se comportó como manso bravucón, es decir, que iba al caballo pero en cuanto sentía la puya escapaba, acudía de nuevo y huía, en definitiva un bravucón (la prueba es que se le pudo hacer sangre) que llegó a la muleta completamente descompuesto en sus embestidas, cabeceando y dando una sensación de que no servía para hacerle faena. Seguro que nadie apostaba un duro por el torero. Tras la primera serie en los medios, el toro, mostrando su condición de mansedumbre, se fue cerrando hasta quedar en los terrenos de dentro. Ahí fue donde el torero, sin mover la parte inferior de su anatomía, le planteó su faena, a base sólo de jugar las manos y las muñecas para acompasar y acoplarse a las descompuestas embestidas a oleadas que propiciaba el manso. Y ahí, cerrándolo cada vez más, dejándole casi sin sitio para pasar el toro tuvo que rendirse a la inteligencia de un hombre que le podía y le obligaba a dar cornadas al vacío, incapaz de alcanzar casi nunca la muleta que le burlaba una y otra vez. Y no podía ver al torero porque éste era un poste. De acuerdo, la faena no fue perfecta, hubo algún enganchón, pero lo inverosímil de los terrenos elegidos para burlar a un toro a la defensiva y la ligazón de los pases es lo que hizo que en la plaza apareciese...la EMOCION, algo que casi nunca podemos ver, lo que exigimos los aficionados y de lo que las figuras huyen. Si el torero hubiese corregido su posición el toro le habría visto y quién sabe lo que hubiese podido pasar. Lo mismo se puede decir si lo intenta sacar de tablas, donde el toro hubiese terminado o parado completamente o huyendo sin querer pelea. En definitiva, Talavante le obligó a entrar en su muleta. Le arrancó la faena que no tenía a base de una demostración de conocimiento de los terrenos donde únicamente el toro peleaba...defendiéndose para poder huir. Respecto a las manoletinas, de acuerdo en lo que dice, pero le digo que también las hacía José Tomás al final de sus faenas “gloriosas” y no creo que casi nadie le censurase por ello. Pero le digo más. No en ese toro, pero sí en su anterior, lo que ha inventado este torero es la TALAVANTINA, que consiste en una bernardina, citando al toro con la muleta por detrás por un lado, hasta que el toro llega a su jurisdicción, donde en un último instante, sin mover la figura, le cambia el viaje por el otro lado, vaciándole la embestida. Si el toro no sigue el cambio le puede partir por la mitad. Ahí está el verdadero riesgo de esta variante de la bernardina. Y debo decir que de todos los inventos modernos que se han hecho desde el inicio de la tauromaquia es el único que aumenta el riesgo. Todos los demás “inventos”, como el de torear con la muleta montada en la ayuda (para pasarse el toro más lejos), el perder pasos tras cada muletazo (para evitar que el toro se quede a poca distancia, por no haber sido capaz de rematar con la muñeca y despedir al toro), echarse al toro hacia fuera utilizando el pico de la muleta (para que no pase tan cerca de la anatomía del torero, algo que hizo Manzanares en la misma corrida), etc. siempre lo han sido para disminuir el riesgo. Y no digamos ya nada de lo de los pares al violín (para no tener que cuadrar en la cara y asomarse al balcón) o parear a cabeza pasada, o matar al julipié, desde un lateral, en la pala del pitón, después de haber evitado la punta del asta derecha. Por todo ello, finalizaré diciendo que Talavante es un torero en formación, que está verde, pero se pone de verdad, en un sitio donde los demás no lo hacen y por eso desató la emoción en la plaza de Las Ventas el pasado día 8 de abril. De acuerdo con don Luis en que mata mal y que no se le debió conceder la segunda oreja (aunque la histérica muchedumbre la pidiese), pero a matar se puede aprender. Y si los toros no le desgracian ha demostrado a sus compañeros de terna, que tuvieron material similar, cómo se puede conectar con los tendidos de Las Ventas. Sólo hay que intentar no engañar, ponerse en el sitio, elegir los terrenos adecuados a cada toro y transmitir emoción a los tendidos ¿Le parece a usted poco, con lo que estamos viendo todos los días? ¿No es más honrado salir a hombros así que como lo hizo César Jiménez el pasado año por dos veces, sin crear emoción alguna?