DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
18 Mayo 2013 | Escrito por Alberto Herrero | Fotografías de Constante
Con lleno de “no hay billetes” en tarde fría, ventosa y con amenaza de lluvia, se han lidiado seis toros de D. Victorino Martín, muy mal presentados en general y con diversos matices en el comportamiento, siempre más próximos a la nobleza moderna que a la dureza encastada típica de otras épocas en esta vacada.
Alejandro Talavante, como único espada: (grana y azabache):
- Estocada que hace guardia y nueva estocada atravesada y tendida. Silencio.
- Estocada muy tendida y atravesada y un descabello. Silencio.
- Estocada atravesada y 4 descabellos. Ovación.
- Estocada atravesada y tendida. Silencio.
- Pinchazo, estocada que hace guardia, nuevo pinchazo y media atravesada. Silencio.
- Estocada baja y atravesada y un descabello. Bronca.
Tercio de varas y cuadrillas: El primer tercio durante toda la corrida brilló por su ausencia. No hubo la menor intención ni por parte del matador ni de ninguno de los montados de realizar la suerte según los cánones. Todos los tercios de varas transcurrieron como meros trámites, no sin evitarnos advertir los acostumbrados puyazos traseros en la mayor parte de los casos, entradas al caballo al relance de un capotazo o la inoperancia de alguno de los varilargueros hasta para montar y dirigir al equino. Un auténtico despropósito.
En cuanto a las cuadrillas de a pie nada positivo que destacar, más bien al contrario. La corrida fue mal lidiada y en poco se contribuyó a potenciar las posibles cualidades de los animales.
Presidencia: Presidió D. Julio Martínez Moreno. En una ocasión más, y ya es la enésima, este señor ha demostrado su incompetencia para ocupar el palco de Madrid consintiendo que saliera al ruedo una corrida impresentable e impropia de la que se dice primera Plaza del Mundo. Por otra parte, sigue manteniendo la horrorosa costumbre de cambiar el tercio en varas cuando el toro aún está bajo el peto.
Y por fin llegó el gran día. El 18 de mayo era la fecha marcada en el calendario para que tuviera lugar el gran acontecimiento que iba a cambiar el rumbo de nuestra querida y vapuleada Fiesta. Por fin un torero puntero se anunciaba en Madrid de verdad. Una apuesta para dejar atrás a todo el pelotón de los de luces que vive instalado en la comodidad y la medianía y así, dar un aldabonazo que le colocara a la cabeza del orbe taurino. La gesta, matar en solitario una de Victorino y en pleno San Isidro. Para ello, presentación del evento por todo lo alto a los medios de comunicación, spots publicitarios y un ambiente a “revienta calderas”. Todo perfecto para una gran tarde.
Pero hete aquí, que había gato encerrado, como no podía ser menos cuando entre taurinos anda el juego, y nunca mejor dicho, porque precisamente encerrada esperaba una “gatada” con el hierro de la divisa más laureada en este coso. Corrida indigna la presentada por los Victorinos (padre e hijo) para el acontecimiento, que no hace sino confirmar su pleitesía y aquiescencia al taurinismo imperante. De sonrojo ha sido lo aparecido por la puerta de toriles en cuanto a presentación por lo que a uno le hace pensar, que para este viaje no habían hecho falta las alforjas tan vendidas y cantadas antes del día en cuestión. Porque una gesta como la que nos habían hecho creer debe ser de verdad, y si no, mejor ni plantearla. Que luego la corrida ha resultado en parte manejable y ha propiciado la posibilidad de un éxito mayor, por supuesto, pero la primera premisa a cumplir por una ganadería en Madrid es presentar una señora corrida de toros, y si hablamos de Victorino Martín, esa responsabilidad debe ser mayor si cabe, por lo que vaya por delante el suspenso mayúsculo para el ganadero, y lo que es peor y más inadmisible, para la autoridad que lo ha consentido. Flaco favor se han hecho a su propio prestigio los responsables de la A coronada, y lo que es más duro, han contribuido a darle otro golpe más a la pobre y devaluada Fiesta cuando tenían la gran oportunidad –y responsabilidad-, de precisamente hacer todo lo contrario.
Con estos mimbres por tanto, la gran gesta ya quedaba cuanto menos en simple gesto. Porque el gran protagonista, Alejandro Talavante ha tenido el innegable gesto de anunciarse, pero poco más. No ha demostrado solvencia en ningún momento de la tarde, ni para resolver problemas, ni para aprovechar posibilidades.
Se ha mostrado por debajo del que abrió plaza, astado que exigía mucha firrmeza de pies y que llegó a la muleta con viveza y humillando con el sello propio de la casa. Continuó su actuación muy descolocado y evidenciando falta de ideas ya con el segundo, por cierto de un aspecto cuasi abecerrado impropio para esta Plaza y con el tercero ha logrado al fin hilvanar tres tandas de naturales, que a la postre han resultado lo único jaleado de la tarde, pero que no han llegado ni por asomo a los niveles que le hemos visto alcanzar a este torero en otras ocasiones con la mano izquierda.
Y poco más, porque a partir del ecuador de la tarde se ha evidenciado de manera absoluta la rendición del torero ante las circunstancias. Un solo quite en toda la tarde, la palpable falta de fuerza moral para no venirse abajo –sobre todo a partir de la faena al cuarto-, las malas lidias de los profesionales de quien estuvo rodeado –claro ejemplo fue la del quinto en banderillas, quizás el que nos hizo albergar mayores esperanzas de salida-, la falta de ideas para plantear los trasteos y la mala colocación y las dudas fueron la tónica general de toda su actuación hasta la muerte del sexto. Por cierto, con la espada realmente mal matando toda la corrida de manera defectuosa.
En definitiva, un fracaso sin paliativos de toros y torero. El planteamiento quedó sólo en eso, en planteamiento, porque se demostró que no eran capaces de ofrecernos lo que en un principio nos quisieron hacer creer… y eso está mal, muy mal. Ni la afición ni la Fiesta lo merecía.