DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Novillada con picadores. Primer festejo de las novilladas del mes de septiembre que ha dado en llamarse “Ciclo de Encastes Minoritarios”. Se han dado cita seis reses de don Tomás Prieto de la Cal, procedencia Vázquez-Veragua, los cinco primeros de presencia justa o correcta a secas, el sexto más basto que sus hermanos. De juego muy deslucido, para el espectador y para los novilleros, ayuno de poder y de casta, tanto en los engaños como en los caballos. El primero fue devuelto por inválido, en su lugar se lidió un novillo bien presentado de la ganadería de Juan Antonio Ruiz, manso y huidizo.
PASCUAL JAVIER: Estocada contraria con tres golpes de descabello y un aviso (silencio). Pinchazo, estocada trasera y caída (silencio).
MIGUEL DE PABLO: Bajonazo (saludos con protestas). Media estocada en buen sitio (saludos).
MIGUEL CUARTERO: Pinchazo y estocada honda baja (silencio). Estocada caída en los blandos con un aviso (silencio).
Presidencia: Don Julio Martínez Moreno, mal. Vimos novillos justos de presencia y se dice que desechó dos por exceso de trapío. En la primera plaza del mundo, jamás se debería rechazar un animal bravo por exceso de seriedad. Tercio de varas: Los animales no han sido propicios para el lucimiento de esta suerte, si bien hay que destacar dos puyazos extraordinariamente señalados y dosificados por Ismael Alcón durante la lidia del quinto de la tarde. Cuadrillas: Fernando Téllez pareó notablemente al sexto novillo del encierro y tuvo mérito, pues no ofrecía facilidades.
Mala suerte para el bueno de don Tomás, la afición sabe de su porfía en busca siempre de un animal fuerte y encastado que proporcione triunfos de mérito a los toreros y emoción en los tendidos, pero hoy, igual que ocurre tantas veces y a tantos ganaderos, su trabajo no se ha visto reflejado en la plaza. Y no es que la novillada haya pecado de dulzura y exceso de nobleza, que al menos hubiera sido útil para los espadas, es que el encierro ha sido desagradable en sumo grado; flojos en general, mansotes en el caballo y faltos de acometividad y codicia en los engaños. Así pues, los coletas poco podían hacer más que salir del paso lo más lucidamente posible, dado que la novillada no se prestaba ni al toreo de dominio y poder, ni al toreo de estética.
Salvó la papeleta el novillero Miguel de Pablo, aseado con su primero, un animal de pelo negro zaino al que recibió con tres largas afaroladas de rodillas. Lo lleva galleando al caballo, donde sale suelto en la primera y se repucha en la segunda. Empezó la faena gustándose, aunque recortando los viajes del novillo, que tuvo dos tandas que no encontraron el mando que requerían y a partir de ahí acortó el viaje, buscando el cuerpo del torero a mitad del recorrido. Sin lucimiento, aunque mostrando ganas por no dejarse ganar la pelea, remató con una estocada en el sótano por la que no debió salir a saludar. En quinto lugar, Miguel de Pablo sorteó un precioso novillo berrendo en negro aparejado que recibió con unas verónicas a la altura de tan bella estampa, siendo muy bien picado por Ismael Alcón. Protestó en banderillas pero es el único que metió la cabeza y humilló de todo el encierro; se llevó una tanda de derechazos buena pero rápidamente se sintió podido y la faena quedó en un conato. Medio estoque en lo alto le valió para salir a saludar al tercio. Pascual Javier exhibió falta de oficio con el primero bis, primero porque no supo sujetarlo en los medios y después porque no supo entender que lo poco que ofrecía el manso de Juan Antonio Ruiz y había que aprovecharlo en los terrenos de tablas. El cuarto del encierro, un bello animal de pelo colorado encendido, ojinegro, tuvo un comportamiento de burriciego que proporcionó varios sustos a los de a pie, perdiendo las manos varias veces, reculando en los caballos, cortando el viaje banderillas y pasando con la cara por las nubes en la muleta. Una alhaja, vaya. Dentro de un conjunto malo, lo peor fue a parar a manos de Miguel Cuartero, que nada pudo hacer ante el jabonero que hacía tercero, un novillo que se echó dos veces y apenas se tenía sobre las patas. Y un sexto, que huyó de los caballos y no embistió ni una sola vez, un manso con genio que sólo supo defenderse.