Top 10 de toros bravos del 2018 por la Asociación El Toro de Madrid (I)
Vamos a enumerar en una serie de entradas los diez toros más bravos de la temporada 2018 venteña según la Asociación El Toro de Madrid y sus socios. Por orden, desde el décimo hasta el primer clasificado. A modo de repaso, reconocimiento a sus criadores y, en algunos casos, a sus matadores. Y también, por supuesto, porque hablar de toros es lo que más nos gusta.
10º. Licenciado, de Alcurrucén. Nº 122, 530 kg., cuatro años y medio (jugado el 24 de mayo).
Tuve la fortuna de estar presente. Fue el típico toro de Alcurrucén que vemos frecuentemente en Las Ventas. Abanto y mansurrón en los primeros tercios, creciéndose en la muleta, donde embistió muy largo y codicioso por abajo. Un huracán. El Juli tuvo un inicio de faena eléctrico, explosivo y arrollador ganándose a la parroquia. Toreando después con la franela a su manera, esto es, forzado, rectilíneo y con un proceder que a mí me resulta mecánico. Los lances por abajo, rodilla genuflexa, de muchos más quilates. No estuvo por debajo del toro ni mucho menos, a su manera le sacó lo que tenía y seguramente otros coletas hubieran sido desbordados por Licenciado. En fin, la eterna dicotomía julianesca: sí, pero no.
No se la dieron, pero no está de más recordar que un toro así nunca merece la vuelta al ruedo puesto que fue manso en los primeros tercios. Si acaso se le moteja de bravo es más que conveniente añadir el calificativo completo: bravo manso en varas.
Un momento importantísimo para dilucidar la verdad del toro es la muerte. Hay toros con muerte de bravo, muerte encastada que se dice, y toros que mansean claramente o se amilanan al morir. No recuerdo qué pasó en este caso, creo que Juli se alargó con el estoque. De todos modos hoy en día las cuadrillas no dejan ver la muerte del toro porque intentan derrumbarlos a toda prisa con sus capotes. Ni siquiera cuando ha habido una gran estocada, fomentando la solemnidad del momento y el lucimiento del matador. Es una falta de respeto, de afición y de todo tremenda. Una de las cosas que más me enerva.
9º. Ombú, de Juan Pedro Domecq. Nº 33, 548 kg., cinco años y cuatro meses (jugado el 17 de mayo)
También estaba en la plaza aquel día. Le tocó "en suerte" a Luis David Adame y salió muy similar al toro de Alcurrucén, sin llegar a esa mansedumbre fue regulero en varas y después embistió con nervio, exigiendo al que tenía delante poderío para bajarle los humos. Adame cumplió, por resumirlo en una palabra, y le cortó una oreja, dando la sensación de que el toro era para mucho más. El resto de la corrida fue muy descastada. Mi amigo Pepeíllo lo vio así en el caballo:
1ª Vara: Se empleó en la pelea pero salió suelto. 2ª Vara: Entró al caballo a topa carnero e hizo una fea pelea. En la muleta toro de 2 orejas.
8º. Chupetero, de José Escolar. Nº 10, 560 kg., cuatro años y cinco meses (lidiado el 5 de junio)
Más completo que los dos anteriores. El toro bueno de Escolar, duro, dejándose hacer, boyante, sin esa fiereza e inteligencia típica de la ganadería que apabulla hasta a la andanada. Bolívar no se lo terminó de creer o no supo. Hubo momentos buenos pero no llego a dominar ni a correrle la mano por abajo como este Chupetero pedía. Se tiró a matar a topacarnero dando un salto para librar las astas del toro y como se alargó con el verduguillo todo quedó en una tibias palmas, quizá por ser el último de la tarde, con la gente deseando echar a correr, harta de feria y de un tiempo frío muy desagradable que aguantamos todo San Isidro.
Lo banderillearon de lujo Miguel Martín y Fernando Sánchez, destacando un par muy puro de este último. Acudió al caballo hasta en cuatro ocasiones si no recuerto mal, porque hablo de memoria. Hubo división para el picador y mayoral de Victorino, Félix Majada, ya que toreó a caballo y citó con primor, pero marró picando y hubo algún metesaca que no gustó.
Interesante este debate, a mi manera de ver, si no se ceba recargando y sacando y metiendo la puya, si torea bien a caballo, dando los pechos y citando con torería, demostrando una buena monta y sin miedo a pisar ningún terreno, veo legítimo aplaudir al picador aunque marre el puyazo. Es como una estocada caída de perfecta ejecución, se ha de valorar más la pureza de la suerte que el punto exacto donde se clava la espada, dentro de un límites razonables, claro. Así es como yo lo he aprendido y es lo que intento aplicar a la hora de valorar las suertes.
Las fotos son de la web de Las Ventas y del blog Fotoro J. Alvarado, de Javi Alvarado.
Saludos a la afición. Continuará...
Publicado en el blog dominguillos.blogspot.com