Hace unas semanas me entretuve en estudiar cómo actuaban un centenar escaso de antitaurinos a las puertas de una de las principales plazas del norte de España. Ese día hubo un llenazo hasta la bandera, con más de 10.000 espectadores, pues coincidió con una de las despedidas de Padilla, junto con Talavante y Roca Rey, con toros de Jandilla. Los reventas se hartaron de ganar dinero y aún se quedaron fuera unas 500 personas. El grupo de antis perfectamente ordenados actuaron a las órdenes de una chica joven y guapa, que parecía salida de la mismísima calle de Serrano de Madrid. Ella marcaba los tiempos y las formas de protesta, coros y escenografía, y todos obedecían sin rechistar. Diez minutos antes del comienzo de la corrida les conminó con su ejemplo a que encendieran unas bengalas rojas, a modo de humo sanguíneo, para después disolverse pacíficamente. Saqué como conclusión lo que ya suponía: fue un acto organizado y pagado por alguno de los lobbies animalistas que utilizan la tauromaquia como un gran escaparate para extender sus ideas a lo largo del planeta. Por eso todo fue perfectamente grabado. El acto se reflejó rápidamente en las redes sociales, ese era su gran objetivo.
Lo que acaba de ocurrir en el Club Taurino de Pamplona persigue el mismo fin pero utilizando el atajo de la violencia, mediante el ataque con nocturnidad y alevosía de la sede de un club privado (270 socios, 70 años de vida) de ciudadanos que aman los toros con pasión y sin complejos, sede que, por cierto, siguen pagando. Los que atacaron la sede aman la violencia, los socios del club aman la libertad y el respeto.
El grupo animalista Frente de Liberación Animal (Animalien Askapenerako Frontea) no ha tardado mucho en revindicar la acción violenta y curiosamente es el mismo que provocó el ataque en los corralillos del gas antes de los sanfermines pasados. Dicen que no son antitaurinos y animalistas, que son antiespecistas, habrá que deducir que también son antihumanistas. La gente se pregunta cuándo van a ser detenidos para ser llevados hasta el juez, porque, ¿quién va a pagar los daños de tamaño desaguisado?
Se empeñan en ir en contra de una actividad, la tauromaquia, que es totalmente legal en nuestro país y que posiblemente un día no muy lejano sea reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la humanidad por la UNESCO. El flamenco ya fue reconocido en 2010. No se dan cuenta que cuanto más se le ataca más se unen los diferentes estamentos de la Fiesta en su defensa.
La tauromaquia sólo desaparecerá cuando el gran público deje de asistir a las plazas porque deje de emocionarse con lo que allí presencia y vive. Esto solo ocurrirá con la falta de autenticidad del espectáculo por la ausencia de un toro bravo y bien presentado, capaz de trasladar peligro y emocíón a los tendidos, ante el que se juegue la vida un torero creando arte, también con emoción, porque en los toros “el arte sin emoción no es arte”. El secreto está por tanto en la emoción, que no falta en los espectáculos populares de calle, por eso gozan de tan buena salud.
Que los aficionados navarros no se dejen amedrentar por acciones que nacen totalmente desacreditadas por sus formas e intenciones, que pretenden coartar su voluntad y libertad. Más vale que la ciudadanía va perdiendo el miedo a este tipo de actos que se asemejan a los de corte nacionalista radical (kale borroka) que han sido tan frecuentes en nuestra tierra. El Club Taurino de Pamplona tiene que seguir siendo un baluarte abierto no solo a los aficionados, sino a todo el que quiera conocer el rito y la cultura de la tauromaquia.
Antonio Purroy Unanua (Dr. Ingeniero Agrónomo) Publicado en el Diario de Navarra el 31-08-2018