DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Quinto festejo de la temporada 2022. Se anunció un desafío ganadero, en el que se lidiaron tres toros de Saltillo (encaste Marqués de Saltillo), lidiados en primer, segundo y sexto lugar, además del sobrero (sexto bis), que cerró plaza; y tres toros de Los Maños (encaste Santa Coloma por la vía de J. Buendía), lidiados en tercer, cuarto y quinto lugar. Los de Saltillo gozaron de buena presentación, en tipo, bajos de cabos, finos y de desarrollados morrillos, siendo el sobrero (sexto bis) el de mayor trapío. Por el contrario, los tres ejemplares de Los Maños estuvieron muy por debajo del trapío exigible en Madrid: anovillados, sin remate y con exceso de kilos en los ijares, siendo el de peor presencia el acochinado quinto. Destacaron el bravo segundo (Sandiero I, de Saltillo), el noble y pronto tercero (Matón, de Los Maños); y el pastueño y noble cuarto (Ciervo, de Los Maños).
SÁNCHEZ VARA, de canela y oro. Estocada entera, pasada y baja (silencio); pinchazo en suerte natural y media estocada baja, saliéndose de la suerte (leves pitos).
LUIS BOLÍVAR, de purísima y oro. Estocada trasera hasta la yema, con necesidad de puntillazo (leves pitos); media estocada tendida en suerte contraria (sonora bronca).
THOMAS DUFAU, de grana y oro. Estocada tendida y pasada tras pinchazo (leves palmas); pinchazo en los bajos y media estocada tendida, con necesidad de puntillazo (sonora bronca).
Presidencia: La labor de D. Juan Fco. García dejó mucho que desear durante la lidia del sexto toro, en la cual, hasta que el burel no se cayó por séptima vez, mostrando continuamente señas de su invalidez, no decidió sacar el pañuelo verde. El toro en el primer tercio ya demostró la imposibilidad de su lidia completa y no fue devuelto hasta después del segundo par de banderillas gracias a las continuas protestas de los aficionados.
Suerte de varas: Se cuidó en mayor medida que otras tardes, aunque seguimos sin ver picar arriba con asiduidad, además de que los varilargueros se han habituado a hacer siempre la carioca a todos los toros, independientemente de si su condición es mansa o no. Rubén Sánchez, de la cuadrilla de Bolívar, quiso hacer su tarea con decoro frente al segundo, pero solo dejó el primer puyazo en el sitio. Juan José Esquivel, de la cuadrilla de Thomas Dufau, representó un infame sainete con el sobrero (sexto bis), ya que, además de mostrar no saber hacerse con el jaco, masacró al de Saltillo con mala saña, dejando tres puyazos traseros después de que en el primer encuentro el burel lo derribase.
Cuadrillas y otras observaciones: «El Algabeño», en el tercero de la tarde», puso dos excelentes pares, de poder a poder y clavando asomándose al balcón. Sánchez Vara anduvo toda la tarde dispuesto, desarrollando de forma atenta y cuidadosa su labor como director de lidia. Al festejo asistieron, según la empresa, 6.534 espectadores, casi un tercio de plaza. El albero venteño, además de no tener pintadas las rayas propias de un desafío ganadero, mostró un estado calamitoso, el cual estuvo desde el inicio lleno de excesiva arena, junto con grandes cantos y hoyos, que dificultaron la labor de los actuantes.
Acudimos esta tarde a nuestra Plaza de Las Ventas deseosos de disfrutar de un espectáculo basado en la casta, la bravura y las lidias cuidadas. Sin embargo, otra vez más, nos volvimos con sabor agridulce, ya que, si bien salieron por toriles ejemplares dignos de un triunfo sonado en la primera plaza del mundo, no nos encontramos con la casta en su esencia más indómita, a excepción del brazo segundo, el cual fue un vendaval de codicia en varas. En términos deportivos, podemos afirmar que el duelo fue ganado por la divisa zaragozana Los Maños, la cual, a pesar de la baja presentación de sus tres ejemplares, lidió un trio de bureles de juego interesante aunque excesivamente noble, dócil y pastueño, más cercano al toro de Santa Coloma de los ochenta que al que actualmente se estila, de mayor fiereza. La terna no supo aprovechar las amplias posibilidades de sus lotes, siendo espectadores de unos trenes que vieron pasar sin conseguir subirse, cediendo ante la posibilidad de hacerse notar en la antesala de San Isidro.
Sánchez Vara es un coleta de enorme afición, estudioso y conocedor de las tauromaquias antiguas, al que además le gusta cuidar la lidia con esmero. Trenzó el paseíllo con el deseo explícito de poner todas sus buenas intenciones en agradar al aficionado venteño, pero su estética y maneras, sobradamente conocidas en esta plaza, dejaron mucho que desear. El guadalajareño es avezado con el toro bravo, al que hay que parar y someter con una lidia sobre los tobillos, pero no sabe asentarse en el albero y lucir los ejemplares que con nobleza y dulzura acuden repetidamente a una tersa franela. Todo ello le ocurrió en su faena al cuarto, un pronto y pastueño toro de Los Maños -más cercano por su amplia badana, su altura y su pinta a la línea de Graciliano-, ideal para un muleteo ligado en redondo, que en los medios le pidió repetidamente mando y que se fue sin merecer el trasteo que el matador propuso. Inició voluntarioso este, doblándose por bajo y posteriormente le dio sitio, terrenos que Ciervo aprovechó para no cesar de embestir por abajo ante la muleta despegada de Sánchez Vara. El matador estuvo muy retorcido en su forma de citar, no aportó ninguna tanda aseada y el toro acabó mostrando sus carencias y su falta más que significativa de temple.
Con el primero de Saltillo anduvo oficioso, parándolo en los medios de salida y ahormando la embestida del cárdeno Tiburoneto II con unos doblones poderosos al inicio del trasteo en los terrenos del 7. Se lo sacó a los medios y, debido a la falta de asentamiento y al exceso de artificio en la colocación del matador, acabó el toro parándose y colándose por entre su estampa y una franela que no entiende de dulces embestidas. Dejó una estocada baja a un toro a la defensiva que acabó orientándose.
Luis Bolívar, matador que últimamente andaba bastante desaparecido, dio una muy mala imagen a lo largo de todo el festejo, dejando ir un lote más que potable. Se le vio poco placeado y carente de oficio a pesar de su ya muy dilatado bagaje. Le tocó en suerte el más completo de la tarde, Sandiero I, de Saltillo, un toro veleto, bajo de agujas, serio de hechuras, encastado y bravísimo en su lucha en varas, arrancándose de largo en el segundo y en el tercer encuentro, en los que tiró de riñones y codicia frente al jaco. Incluso hasta honró su inestimable bravura mediante un bellísimo duelo frente a la muerte al oponerse a caer con la espada traspasando su organismo. Justo antes, acabó parándose ante un trasteo vulgar e indeciso de Bolívar, basado en trapazos sin sentido, trallazos destemplados, cambios continuados de terrenos y ausencia total de mando. Finalizó el larguísimo trasteo sin acoplarse, ahogando al de Saltillo, el cual acabó llevándose una calurosísima ovación en su arrastre. Con el quinto, Bonito, un descastado, mansote y noble burel anovillado de Los Maños mostró semejante inoperancia, llevando a cabo otra faena sin asentamiento ni templanza. El toro iba y venía sin emoción en una faena que entre enganchón y enganchó acabó enfadando a buena parte de los asistentes, que despidieron su actuación con una fuerte pitada.
Thomas Dufau se encontró en primer lugar con un regalo caído del cielo, de color cárdeno claro y de 509 kilos de estampa. Matón, de Los Maños, más que un fiero ejemplar como de su temible nombre se podría deducir, fue un toro anovillado, huidizo en varas pero pronto ante los cites, pastueño y de embestida larga y entregada. La faena fue de más a menos. Dejó un pase de pecho excelso en la segunda tanda, pero se fue viniendo abajo al no conseguir ligar. Estuvo siempre al hilo, dejando derechazos deshilvanados sin conseguir conjugar el temple y la ligazón necesarias para que la faena tomase altos vuelos frente a un burel de embestida mejicana, que iba a la franela como un españolito común a las torrijas por Semana Santa.
Con el sexto bis, Rastrojero, el toro de mayor trapío de todo el festejo, se produjo un espectáculo digno de una película de Berlanga, incluyendo una gotas de pesadilla surrealista. La labor de su cuadrilla fue estrafalaria, mostrando además un temor inusitado ante el serio toro de Moreno Silva. El picador Juan José Esquivel se ensañó como si no hubiese un mañana en las tres entradas, dejando puyazos traseros de fea ejecución y mala baba a un toro que se amilanaba, los cuales encendieron al personal, que ya de por sí estaba quemado por lo muchísimo que tardó el presidente Juan Fco. García en sacar con el toro anterior el pañuelo verde. Además, observamos repetidamente el lanzamiento de los pares de banderillas, capotes rotos por la arena, acabando dicho esperpento con un trasteo sin mando de Dufau, el cual finalizó dicha labor con un infame pinchazo en los costillares en el primer volapié antes de la estocada tendida que dio muerte a Rastrojero. Recogimos los bártulos observando, desde la Grada 7, los irrespetuosos, incívicos y por desgracia cada vez más habituales lanzamientos de almohadillas desde las andanadas de Sol, acompañados de potentes abucheos a una terna que tomaba el camino de vuelta hacia la Puerta de Cuadrillas y a la que dicho festejo le vino excesivamente grande.
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