
Corrida de toros. Penúltima corrida de la feria de San Isidro. Con más de tres cuartos de entrada, en tarde calurosa y de bochorno, se lidiaron seis toros de la ganadería de Hijos de Celestino Cuadri, impecablemente presentados, serios, con cuajo, remate y trapío. Bravo el primero, encastado y noble el segundo, complicado y con transmisión el tercero, peligroso el cuarto, con mucho carbón el quinto y encastado el sexto. Fueron ovacionados en el arrastre todos a excepción del quinto. Al finalizar el festejo salió a saludar el mayoral, D. José Escobar.
- Rafael Rubio "Rafaelillo": (de frambuesa y oro): Pinchazo hondo, pinchazo, media perpendicular y un descabello (leves pitos); cuatro pinchazos y dos descabellos (bronca); en el que lidió y estoqueo en sexto lugar por la cogida de Javier Castaño, estocada desprendida (silencio).
- Javier Castaño: (Celeste y oro): En el único que mató, tres pinchazos, estocada entera atravesada y tres descabellos (palmas).
- Luis Bolívar: (Verde manzana y oro): Pinchazo y estocada entera desprendida (pitos); media desprendida (pitos).
Presidió el festejo don Trinidad López-Pastor Expósito. Sin incidencias.Incidencias: El matador de toros Javier Castaño resultó cogido en el segundo de la tarde cuando se disponía a solicitar el cambio de tercio, siendo volteado, sufriendo un esguince cervical y traumatismo craneoencefálico que le impidió matar el quinto. Ingresó en la enfermería tras la muerte del segundo toro.
Existe un oasis de casta en la cabaña brava española. Una reserva natural de bravura dentro del inmenso desierto de descaste de las ganaderías que se dicen llamar de toros bravos. Un rincón en el que el toro es TORO (con mayúsculas y con todas las letras). Un lugar llamado "Comeuñas", sito en la carretera onubense que une Trigueros con Gibraleón. En esa inmensa finca el toro es el rey. Al toro se le respeta, se le mima, se le cuida y se le cría como siempre. Dándole el espacio que requiere, la comida que necesita y la selección que la familia Cuadri lleva a cabo desde hace más de cincuenta años. Un toro con personalidad propia, con carácter y con rango de toro. A la arena de las Ventas saltaron seis ejemplares cuajados, hondos, serios desde la mirada hasta la penca del rabo. En primer lugar salió al ruedo el ejemplar más bravo de toda la corrida, el de mejor nota en el caballo. Pronto y alegre, empujó siempre humillado y con poder. El astado se empleó mucho y fue duramente castigado por el del castoreño. Esperó mucho en banderillas, como es impronta en este hierro. Rafaelillo brindó al público e inició por bajo su trasteo saliéndose hasta el tercio. A la faena le faltó acople y decisión. Acortó las distancias de forma injustificada y no lo probó al natural hasta el final de la faena, cuando el cuatreño ya se lo pensaba más. Javier Castaño era el gran esperado de la tarde. En la retina del aficionado aún perduraba el grato recuerdo del gran tercio de varas que nos regaló en este mismo escenario hace apenas dos días. También en esta ocasión ejerció como un auténtico director de lidia. Colocó al burel con cirujana precisión y dominó los terrenos como los maestros de antaño, mas cometió un error imperdonable. Cuando se dispuso a solicitar el cambio de tercio, al entender que el toro ya estaba picado, le perdió la cara durante medió segundo, el mismo tiempo que empleó el astado en arrancarse hacia su lidiador y propinarle una fortísima voltereta. Fuerte fue el impacto y dramática la caída, ya que el cuello de Castaño golpeó torcido contra la arena. Las consecuencias del percance pudieron haber sido trágicas, pero afortunadamente y después de unos momentos de confusión, el lógico mareo y el agua milagrosa, Javier consiguió rehacerse y pudo matar a su oponente. A la muerte de este “Aragonés” tuvo que ir a la enfermería, de donde ya sólo salió camino de la clínica para continuar las pruebas radiológicas, dejando en suerte a Rafaelillo el quinto de la tarde, que a la postre se lidió en sexto lugar. Aunque visiblemente lastimado y mermado físicamente, Castaño anduvo decoroso con el toro que le había prendido y brindó al público. Tuvo la claridad de entender que el Cuadri le ayudaría más en los medios y allí fue donde construyó su faena. Hubo pasajes meritorios, incluso lances de bello trazó pero sin ligazón. Sin llegar a ser una obra maciza, el espada salmantino apuró las embestidas del astado, lo que repercutió negativamente a la hora de acabar con su vida. Escuchó palmas.
