DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
30 de mayo de 2016 | Escrito por Paco Ruiz | Fotografías de Iván de Andrés
Plaza de Toros de Las ventas. Vigésimo quinta corrida de la feria de San Isidro. Lleno. Toros de Adolfo Martín; muy bien presentados, de muy buen juego segundo y quinto, muy difícil el cuarto, sosos el resto.
Rafelillo (azul y oro); estocada sin soltar, pinchazo perdiendo la espada -aviso-, estocada (silencio); pinchazo y estocada casi entera -aviso- (petición y vuelta).
Sebastián Castella (grana y oro); -aviso-, pinchazo y estocada (palmas y pitos); estocada caída (ovación y saludos desde el tercio).
Manuel Escribano (grana y oro); sartenazo escandaloso (silencio); media tendida -aviso-, descabello (silencio).
Presidencia: D. Javier Cano Seijo. Desapercibido, aunque con mayor sensibilidad taurina debería haber atendido la petición de oreja a Rafaelillo.
Suerte de varas:
viendo lo que últimamente estamos acostumbrados, entre la forma pronta con que acudieron los toros al caballo, unos con no mal tranco, otros al paso decidido, hasta quedaron desapercibidos los puyazos traseros mezclados con los caídos, y con los menos simplemente correctos tapando la salida.
Cuadrillas:
vulgares en la brega; destacar el buen tercer par de Isaac Mena de la cuadrilla de Castella y los muy buenos pares en el cuarto toro de José Mora y Pascual Mellinas de la de Rafaelillo que tuvieron que saludar.
Salieron al ruedo los albaserradas y un torero macho, Rafaelillo. Salieron los albaserradas en su pleno esplendor de lámina. De mediano peso y tamaño –eumétricos y mediolíneos, como hablan los veterinarios-, morfológicamente en reses de Saltillo, no en vano son casi todo de éste y el resto de Santa Coloma. Salieron de sienes estrechas y morro afilado (hocico de rata), de mirada típica dirigida indistintamente a engaño y a torero, astifinos, bien armados y cornalones, que también aquí hay diferencia y respecto a la dirección de las encornaduras hubo también lo característico: veletos, cornivueltos y cornipasos. De cuello largo, degollados con papada escasa. Y cómo no, todos cárdenos, alguno bragado e incluso salió uno rabicano. Un primor, al fin, la presentación de la corrida, aunque luego en su comportamiento parecieran de esas ganadería de cuyo nombre no quiero acordarme. Llamémoslas comerciales.
Y salió un torero macho llamado Rafaelillo. Recibió a su segundo con unos hermosos capotazos, rodilla doblada, sacando los brazos y llevándolo en línea hacia afuera. Fueron pocos con los que el toro fue llevado al caballo; entendió que tenía mucho sentido y podía aprender pronto. Brindó al público y cuando empieza tomándolo por alto se le cae. A partir de ahí el toro comienza a orientarse con un punto de agresividad muy duro, bronco, con un gran peligro se le queda corto y marca sus malas intenciones, totalmente en el comportamiento de alimaña de muchos de estos toros. Y también a partir de ahí aparece el torero, mejor, aparece el corazón del torero. Lo coge con los pies asentados, sabe que no sirve echarle la pierna y la muleta hacia adelante para cambiar luego la posición del cuerpo, le pone la muleta por delante y se lo trae en línea recta para intentar que el toro se acostumbre a pasar, y así le gana la fiereza con el consentimiento sacándole tres espléndidos naturales. Valiente, se desplanta rodilla en tierra tocando el pitón, estampa de torero antiguo. Es verdad, ha habido un corazón y un arrojo que han sometido a un toro. Le saca entonces otros tres naturales magníficos. El toreo de siempre, el peligro y la emoción, base de nuestra fiesta.
Todo quedó como premio en una vuelta al ruedo, no tanto por el pinchazo que precedió a la estocada, sino porque los pañuelos que pedían la oreja creo eran únicamente los de los aficionados. Público y espectadores se abstuvieron. Paradojas.
En su primero, flojo, noble y descastado, que entraba embistiendo pareciendo un carretón, el toro era una bellísima persona, lo pasó con muletazos aseados y ramplones; iba a decir tan ramplones como su enemigo, pero no, como su amigo.
Castella y Escribano contribuyeron a que la corrida durase dos horas y media hartándose de dar pases.
Las faenas de Castella a sus toros fueron sendas calcomanías. Dos benditos eran. El toro es una malva, le dijeron de su primero desde el tendido. Se desplazaban despacito, iban y venían a la muleta, embestían con nobleza, yo diría que con dulzura, el torero con una envidiable pulcritud, muy templado, pero muy al hilo, muy bonito pero mal colocado, y así pases y pases hasta escuchar cómo le decían desde la andanada del 8 que le llevaban contados ya ochenta y tres.
Escribano es un torero entregado. Sus consabidas esperas a portagayola, sus entusiastas pares de banderillas a toro pasado y sus honrados y valientes al quiebro por los adentros sentado en el estribo; erró dos y acertó en el tercero. Su primero sacó las características negativas de estos toros que se ponen de manifiesto cuando escarba mucho en que el toro espera y prueba, pero es que el torero no tira. El caso es que cuando se cruza, el toro no va mal pero al no bajarle la mano el animal no humilla y se le sube a las barbas. Su segundo fue otra de las buenas personas de la corrida. Se le vino con codicia y como un tren cuando le cambió el pase al inicio de la faena de muleta y a partir de ahí lo molió a muletazos al pobre. Pero nada más.
Y en la retina se quedó la imagen de Rafaelillo pasándose la fiereza y el peligro por el fajín sin mostrar sobresalto, sin descomponerse.
No hubo aburrimiento
30 de mayo de 2016 | Escrito por Yolanda Fernández Fernández-Cuesta | Fotografías de Iván de Andrés
Se lidió completo el encierro de las reses de Adolfo Martín, ganadería siempre esperada por los aficionados y de la que tenemos tan buenos recuerdos de toros importantes. De correcta presentación, alguno más terciado, que resultaron flojos y que desarrollaron sentido durante la lidia, escasos de casta; de variado comportamiento por lo que no nos hemos aburrido. Lo mínimo que se puede pedir en la fiesta.
Tarde apacible y muy templada, casi lleno en los tendidos.
Primer toro: Aviador I, de 543 kgs. Flojo, buenas hechuras pero escaso de pitones; Puyazo al relance del que sale suelto empujando. Puyazo caído y picotazo en su tercera entrada en la que no se empleó. Silencio en el arrastre.
Segundo toro: Cárdeno, con 496 kgs. Toro serio algo flojo con más casta que derrotó en los burladeros de 7 y del 10. Puyazo trasero tapando la salida y al segundo acude con ganas de lejos y recibe un puyazo trasero, en general peleó en varas. Protestas al picador. Aplausos en las mulillas.
Tercer toro: Cocinero con 528 kgs. toro serio, cinqueño, manso y con casta que desarrolló sentido y dio muchos problemas en banderillas. Picotazo delantero y puyazo trasero, rectifica y sale el toro blandeando de manos. Ligeras palmas en el arrastre.
Cuarto toro: Malagueño, de 531 kgs. Toro serio, corniveleto con casta, asaltillado de pitones; no se entregó en el caballo. Puyazo trasero, le deja de lejos y recibe un picotazo trasero, acude una tercera vez y picotazo sin empujar. Silencio.
Quinto toro: Aviador II, de 539 kgs. Feo de hechuras pero el más asaltillado, Picotazo en lo alto y puyazo en su sitio, sin pelear. Toro boyante y de buenas embestidas en la muleta, Palmas en el arrastre.
Sexto toro: Ebanista, de 559 kgs. algo flojo, manso de salida, aplaudido de salida y que no peleó en varas; Puyazo caído al relance, puyazo trasero cayendo a la salida del caballo. Silencio.
Rafelillo de” azul pavo y oro”; dos pinchazos, aviso otro pinchazo y estocada trasera; ligeras palmas. Pinchazo y estocada trasera y caída, el toro muere como bravo. Vuelta al ruedo.
Sebastián Castella “de grana y oro”; Aviso antes de entrar a matar, Pinchazo y estocada; división de opiniones. Estocada caída trasera; ovación.
Manuel Escribano “Sangre de toro y oro”; Bajonazo infame; silencio. Estocada casi entera, tendida, un aviso y se echa el toro; silencio.
Presidencia: le correspondió a Javier Cano, que no tuvo demasiados problemas, eso sí aunque comparto que no le concediera la oreja a Rafaelillo por no haber mayoría de pañuelos, en otras tardes de figuras con la misma petición, sí lo ha concedido. Cosas misteriosas.
Suerte de varas:
hay que reconocer que los matadores intentaron llevarlos al caballo y alguno entró hasta tres veces. Pero abusaron de puyazos traseros, cerrando la salida al toro e incluso haciendo la carioca. Seguimos echando de menos que se ejecute bien este tercio tan importante. Protestas.
Cuadrillas:
Destacar las lidia de José Chacón al segundo y el buen tercio de banderillas al cuarto de Rafelillo; pero en general se ha abusado de capotazos y muy mal llevados al caballo.
Pues no, no nos aburrimos; hubo toros de diferente sentido y comportamiento y toreros que cada uno a su manera intentaron hacer lo que saben o pueden. Ante todo respeto para los tres pues estas ganaderías no se ven cuando se anuncian las figuras y acartelarse estas tardes es muestra de pundonor o necesidad, que de todo hay. Los toros no fueron alimañas, pero tampoco borregos según su encaste y condición y había que hacerles muy bien las cosas desde el principio y no andarse con florituras y alardes como tan de moda está ahora, lo cual ya es un alivio. Eso sí, ¿hubo toreo de verdad con mando?, muy poco; de entrada el miedo sobrevuela de manera especial y las buenas lidias escasean. Es lo que pasa cuando no hay lidiadores a la antigua, pero su lidia claro que la tenían.
Rafaelillo, tiró de experiencia, empezó por bajo en su primero, pero no se acopló con la derecha, toreo despegado muy fuera, perdiendo pasos sin dejar la muleta en la cara, que se quedó corto y gazapón; faena insulsa. En su segundo fue otra cosa; toro peligros con sentido que fue siendo dominado en cada pase por un torero valeroso y que aguantó las embestidas con mando, empezó con un trasteo por abajo para sacarle uno a uno pases meritorios y muy toreros; faena emotiva que logró “asustar” al toro, y su muerte andando hacia atrás sin perder de vista al matador, fue la prueba de que había perdido la partida, muy espectacular. Rafaelillo, dominó al toro, sin adornos ni alharacas, pero eso es también torear.
Castella, hizo con honradez lo que pudo y sabe, a estos toros no se les puede dar el pase de la casa, lógico. A su primero, un toro noble, empezó en los medios y le dio una tanda con la derecha, el toro blandeó y siempre fuera de cacho y la pierna retasada. Siguió con la izquierda pero estuvo por debajo del toro que se rajó pronto, sin ganas y sosería. Toreo perfilero y aburrido que no llegó a los tendidos. En el quinto más de lo mismo, toreo moderno empieza con el pase cambiado por la espalda pero la faena con derechazos de buen gusto transcurre sin emoción, perdiendo pasos, rectificando terrenos, quitando la muleta de la cara sin rematar la suerte…todo un canto de destorero moderno y claro, con el arrimón encimista final, el toro se fue sin torear; era un toro de triunfo por sus embestidas boyantes que Castella no supo aprovechar.
Escribano, cumplió el guión, portagayolas, banderillas, empecinado en su segundo en parear al quiebro desde dentro de manera fatal…repertorio tremendista. Pero nada, es cierto que tuvo el lote menos propicio pero lo que es lidiar con mando a toros que había que poder, nada. El tercero, muy mal lidiado, lo recibe con pase por alto sin domino, muy retorcido y forzado, sacándose al toro fuera, vulgar y perfilero con un toreo aburrido y pesado y en Madrid eso no gusta. Al sexto le recibe con un pase cambiado, perdiendo pasos con la derecha, muy indeciso ante los arreones del toro; con la izquierda su falta de temple era más evidente, retrasando la muleta y dando trallazos en la cara del toro que se rajó muy pronto. Su intención de agradar es innegable pero su toreo dista mucho de emocionar, le queda por aprender.
Y así pasó la tarde, salimos algo decepcionados por no haber visto un “Adolfo” cuajado y completo pero con la certeza de presenciar una corrida de toros de verdad, con sus luces y sombras. Pero siempre viviendo emociones cuando hay casta y torería en el ruedo y no el tedio y el aburrimiento que venimos padeciendo esta feria, salvo muy escasa excepciones; sin ello no hay fiesta.