DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Decimosexta corrida de la feria de San Isidro. Toros de Victorino Martín para conmemorar la presentación, justo hace hoy cien años, del Marqués de Albaserrada en Madrid. Casi lleno para ver una corrida dispar en hechuras y comportamientos, con dos toros (primero y tercero) protestados de salida, un cinqueño que hizo segundo y otros dos (quinto y sexto) recién cumplida la mayoría de edad ganadera. Degolladitos sin estridencias, con badanas proporcionadas, bocas cerradas hasta el final, tocaditos de pitones sin llegar a ser tan aparatosos y playeros como los escolares de ayer. Un primer toro correoso y marrajo que brincaba a golpe seguro (aplaudido en el arrastre), un segundo más boyante de esos que dicen “mexicanizado” (ovación), tercero protestón soltando tornillazos (pitos), cuarto boyante y humillador (ovación), quinto reponedor y a menos (palmas), y el sexto el más pastueño (ovación).
Presidente: D. Trinidad López-Pastor Expósito. Pasó inadvertido, que es tanto como decir que no tuvo que intervenir.
Tercio de varas:
1º Milhijos, empujó en su primer encuentro hasta casi derribar, mas en la segunda visita al negociado de Juan Melgar, a pesar de ponerle más de largo, marra el pica quien está a punto de caerse. Hay un tercer encuentro, con un picotazo en buen sitio, pero sin emplearse.
2º Mingano, Juan de Dios le clava la primera casi en la penca, emanando sangre allí como si hubiese sido un ajuste de cuentas. Rectifica el varilarguero, el toro se duerme en el peto, pero sin más. En la segunda venida le ponen incluso más de largo, pero con el navajazo de reyerta de la primera vara ahora ya sólo se le marca.
3º. Venceguerras Vicente González lo engancha al relance y el toro va, pero no se emplea. Palmas de tango para la segunda vara, poco más que añadir.
4º Bolsiquero, Santiago Pérez marca el picotazo, y punto. La segunda vara aterriza en la paletilla.
5º Bochornoso, se arranca desde la segunda raya, y acude pronto al peto, pero sin hacer pelea. La segunda visita al aleluya se resuelve con un puyazo trasero y sin forzar.
6ª Director, Germán González poco tuvo que cotizar hoy, ya que en el primer encuentro el toro acude pero no empuja, y en la segunda Germán ni mete las cuerdas.
Octavio Chacón, de berenjena y oro con cabos negros. Estocada algo más que desprendida, casi caída (leves palmas) y estocada caída tras un aviso (silencio).
Daniel Luque, de tabaco y oro. Estocada casi entera desprendida, inmisericordemente trasera (saludos tras un aviso) y pinchazo hondo tras un aviso y tres descabellos (silencio).
Emilio de Justo, de negro y oro. Pinchazo hondo y una entera tras un aviso (silencio) y estocada desprendida (oreja).
Cuadrillas: saludaron en el sexto de la tarde los banderilleros de Emilio de Justo, Morenito de Arles y Manuel Pérez Valcarce por sus pares y Ángel Gómez en la brega, que trastabillado con su capote quedó a merced del toro Director, el cual hizo por él, saliendo el subalterno indemne de una acción digna de ser revisada por el VAR.
Cuando ya en el sexto la cuadrilla de Emilio de Justo salió a saludar y en los tendidos nos relamíamos pensando en que quizá este toro sí tenía postre, que éste sí que sí, más de un periodista taurino tenía ya la crónica hecha (seguro que habrán esbozado algo así: “infumable corrida de Victorino, alimañas que no dejan a uno sentirse a gusto ni expresar su Tauromaquia”) y los capitalistas estaban ya pensando en Roca Rey. Antes los chavales que venden las cocacolas habían visto cómo hoy nadie les compraba nada, hoy nadie comía pipas ni perdía de vista lo que ahí abajo se mascaba. Porque cuando hay toros que aprenden rápido no hay tiempo para el ocio. Cuando hay que prestar atención permanente todo esto de los toros vuelve a cobrar sentido.
Y este sexto, Director, ya se había llevado los primeros aplausos cuando de salida Emilio de Justo abrochó el recibo capotero con dos medias verónicas que parecieron una. En el caballo se hizo el longui, pero en banderillas ya se orientó y no paró de hacer hilo a los banderilleros. Algo vería de Justo para brindarlo al público. Y algo más descifraría para empezarle la faena ya con la mano izquierda, más allá de la dos rayas del ocho. Ahí le dio una distancia y un mimo justos cuando le echó los a la altura vuelos por delante al garlopo, y entre el viaje del toro, siempre para los adentros, y la verticalidad de Emilio brotaron dos escuetas tandas de tres naturales y uno de pecho, de esos que lo das no para ponerte bonito, sino porque no te quedan más cojones. Todo pura pausa, casi telegrafiado, tirando de Justo de él, haciendo eso que decía Joaquín Vidal que había que otorgarles a estos animales: consentir, templar y mandar. Y cuanto más se vencía Director más consentía Emilio. Cuanto más para los adentros reponía el toro, más porfiaba de Justo. Y cuando ya había mutado en pastueña la embestida del victorino quiso nuestro hombre probar por la derecha, pero ese no era el pitón, y ahí sólo había quina que tragar y ponderar el arrojo por encima de la técnica. Y ahí Emilio al ver que no va a sacar nada decide que, con seis tandas, tres por cada mano, es más que suficiente. Aún enjarretó unos naturales de pies juntos, y todo terminó donde había empezado: en las dos rayas del ocho. Más allá de la estocada desprendida, la oreja y la ovación para Director lo que queda es que este Emilio de Justo no es el del día de Jandilla, sino más bien el de Otoño. Ni siquiera es el de su primer toro de hoy, Venceguerras. Recto el lomo, más alargado que sus hermanos, pero protestado como el primero de la tarde. Un toro probón, parado en banderillas, venía ya del tercio de varas renqueando de los cuartos traseros. Asomaron pañuelos verdes cuando brindaba al rey emérito. En terrenos del cinco vuelve a perder las manos, y ahí ya todo fueron tornillazos y remates por alto, de cara suelta, todo protestando. Lo intentó Emilio pero no caló en los tendidos. Si se hubiese llamado Julián en lugar de Emilio lo mismo le hubieran cambiado el toro en la muleta.
Queda la de Ibán, Emilio, a ver qué vas a hacer.
El que siguió siendo el del día de Pedraza fue Octavio Chacón. Le tocó el bombón, el cuarto, Bolsiquero, que ya desde los inicios la cogía por abajo, encelado y fijo en la muleta. Y con la muleta por delante el toro era un tejón. O debería serlo, porque eso imaginábamos, ya que Chacón no nos los enseñó. Principió todos los muletazos desde la cadera y no en el hocico de Bolsiquero, que era donde el toro le reclamaba . A pesar de las coladas, de resabiarse, el de Victorino seguía los engaños hasta el final, buscando las telas de Octavio, reponiendo tela este Bolsiquero. Y Chacón, que se pone intenso, por no decir pesado, justo cuando la gente más se desesperaba y el toro más fuelle perdía dejan la sensación de que han sobrado 30 muletazos. Cuando sonó el aviso la estocada caída degolló al toro, y cuando se le aplaudía en el arrastre todos pensamos en ese toro en manos de otro torero (¿Robleño ayer?) y Chacón en la cabeza de otro Chacón (¿el del año pasado, quizá?).
En el primero de la tarde, Milhijos, el marrajo de la tarde, el que rebañaba por arriba al final de cada pase, anduvo igualmente desconfiado Chacón, se vio cuando se cambió la muleta a la zocata, que ahí el dije se desengañó, y empezó a colarse cada vez que Octavio no iba tapadito con las telas. Quizá percibió la no seguridad de Chacón en su trasteo, lo que hizo venirse arriba al albaserrada, que reponía cosa mala. Y mira que metía el morro hasta el final, pero punteaba siempre el ultimo toque de Chacón. Otra estocada más que desprendida, casi caída. Aun así vendió cara su Milhijos, que cayó rodando sin puntilla en los medios. Aplaudido en el arrastre, el toro, y Chacón que vuelve el día de Cuadri.
Y al final, Daniel Luque. La incógnita del cartel, el punto de fuga de hoy. Porque Luque hoy ha sido menos Luque en su primero, pero ha sido Luque al cuadrado en su segundo. Si con Mingano , cinqueño, que era el más mirón, le ha querido torear a media altura y con la barriga fuera al menos lo ha hecho perdiéndole pasos, tragando mucho le ha sacado dos tandas con la derecha más que estimables. Aún Luque le sacó dos, tres cuatro tandas más de uno más uno, pero ya en la quinta serie no hubo más que esfumato y parón. Siempre con la derecha. La puñalada trapera que ejecutó en lugar de la suerte de matar hizo que las palmas se las llevase el toro.
El quinto, Bochornoso, fue el de más peso, pero también el de menos remate. Y con los mismos argumentos que antes, pero ahora más despegado y ventajista si cabe, la cosa no coge vuelo. Cuando a regañadientes solventa la tandas sacándole pases sueltos al toro los de la grada del seis (¿o acaso es la andanada?) le reprochan que sea fiel a sí mismo, y Luque pensando que es el siete quien le recrimina la actitud se engalla y lanza una mirada torva y desafiante. Así que cuanto más pesado se pone más le instigan los jóvenes del seis, que le reprueban tanto arrimón y abuso. Pero Luque sigue y sigue... eso sumado al pinchazo y los tres descabellos nos vuelven de súbito a la realidad, recordándonos cuál es el Daniel Luque de verdad.
A ver si en la de Adolfo se venden también pocas CocaColas.
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