Después de más de un año de parón de actividades camperas por la epidemia del Covid, y de otras muchas que aún siguen inactivas, por fin pudimos volver a reunirnos y charlar de toros con muchos de los aficionados que formamos parte de la Asociación El Toro de Madrid. Un buen puñado de románticos a los que el toro les da vueltas en la cabeza a todas horas acudieron a la cita desde todas partes de la región y de varias de sus provincias colindantes. El reencuentro, con todo lo que se ha vivido este tiempo, fue emocionante.
Qué mejor lugar que el campo bravo madrileño, de arraigo secular para la crianza del toro de lidia, donde antaño careaban los famosísimos Toros de la Tierra, que traían de cabeza a más de una figura del momento, a pocos kilómetros de la ciudad y de la plaza que nos metió el veneno de la afición. Así es, fuimos a los pagos de la casa ganadera de Fernando Guzmán Guzmán, divisa azul y blanca, horquilla en ambos apéndices, sangre santacolomeña. En el término de Cabanillas de la Sierra.
Desde primera hora de la mañana un sol bien candente barruntaba uno de los primeros días de canícula del año. Con la parpusa bien calada el ganadero, don Fernando Guzmán, daba los saludos de rigor y nos atendía con cercanía, esmero y con un entusiasmo de los que hizo gala durante toda la jornada, al igual que su señora, Verónica, y sus hermanos Alfonso y Leonardo. Por otra parte, una llaneza característica de los ganaderos de nuestra serranía, alejada de las magnificencias de los grandes terratenientes y criadores meridionales.
Los diferentes hatos de ganado están distribuidos en diferentes cercados. Visitamos tres de ellos, en primer lugar un cerrado donde se encontraba la última incorporación que Fernando Guzmán ha hecho, un lote de vacas de Flor de Jara. La hierba y el pasto, todavía verde, levantan medio metro, los cuetos de piedra colmenareña sobresalen de la tierra y las antiquísimas cercas limitan aquel terreno sobre el que se alza el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. El marco para reencontrarnos con el hábitat natural del toro bravo no podía ser mejor.
El ganadero aprovechó para hacer un repaso somero de las diferentes sangres que han ido conformando su ganadería hasta hoy, aunque en los inicios también hubiera ganado de ascendencia murubeña, actualmente se puede decir que la totalidad de la vacada posee sangre santacolomeña, principalmente, de la vertiente Buendía. En los orígenes por vía de María Dolores de Juana Cervantes así como Hernández Pla y, posteriormente, con las incorporaciones de reses de Adolfo Rodríguez Montesinos y, actualmente, con Flor de Jara, como se ha dicho.
Fuimos a una segunda y quebrada finca donde pastaban una piara de vacas con sus rastras y un joven semental entrepelado de magníficas y contenidas hechuras. Una vaca jabonera con reminiscencias vazqueñas daba la nota exótica entre tanta cárdena, haciendo ostentación del ardor de su ascendencia, pues era la más atrevida y curiosa con los visitantes que las observábamos. Aquel cerrado sobresalía por los majestuosos y centenarios arboles que daban sombra a los animales y proporcionan alimento fresco con el ramoneo del verano, según exponía ganadero.
La vacada no sobrepasa las cien cabezas, la camada se suele lidiar en las sin caballos y sólo se suele dejar una corrida de novillos para picadores y algún ejemplar suelto para concursos, como aquel del año 2017 en Guadalix de la Sierra donde se jugó el fabuloso novillo Español, ganador de aquel desafío. Aquel novillo-toro, de trapío irreprochable y una capa que recuerda a los añorados Hernández Pla, ha generado leyenda en la comarca por su encastado comportamiento. El ganadero entona las azañas de Español con orgullo, sabedor que si le dan más oportunidades hay alguno más como aquel en sus cercados.
El plato fuerte de la visita campera llegó en el cerrado de los machos, una llanura dividida en dos partes. En la primera vimos los erales, utreros y un cuatreño apartado para evitar las cornadas de sus hermanos, allí aprovechó el ganadero para llenar los comederos y mostrarnos los utreros que hay reseñados para el Circuito de novilladas de la Comunidad de Madrid, novillos de cola para no complicar demasiado a una novillería todavía bisoña. Seguidamente vimos la corrida de toros que, excepcionalmente, hay preparada para esta temporada porque el confinamiento no permitió que se pudieran lidiar de novillos. No me voy a recrear en el trapío y la admiración que despertaron estos ejemplares porque las imágenes que adjuntamos lo cuentan mejor que mis palabras, lo que sí podemos decir es que la corrida está en venta para este año y no se van a quedar para cinqueños. Por desgracia, tal y como se maneja el corrompido sistema taurino, donde prima el torito facilón con las astas retocadas, difícil salida tiene tan espléndido lote de toros. Ojalá podamos verlos demostrar lo que llevan dentro en una lidia íntegra, es lo que demanda la seriedad que lucen, esperanza siempre hay pero no podemos dejar de ser realistas.
Tras la visita a las reses presenciamos una tienta de dos vacas en la castiza placita de Pontezuela que data del año 1940. Nos esperaba el matador de toros Fernando Robleño, habitual en casa de Fernando Guzmán, acompañado por el torero de plata César del Puerto. Vimos una erala, la primera, reacia en varas, pero de extraordinaria embestida por el lado izquierdo, es decir, la mano prodigiosa de Robleño, así que pudo deleitarnos con su toreo al natural. Sin embargo, lo mejor vino por el lado derecho, ya que la vaca rebañaba y buscaba constantemente. Robleño demostró el momento de maestría y clarividencia que atraviesa sobreponiéndose y metiendo en el canasto a la vaca, se impuso y toreó limando las asperezas del animal, arrancando los aplausos de la concurrencia. La otra vaca, más hermosa, fue más voluntariosa para el caballo, noble en la muleta embistió con la cara a media altura, Robleño y los dos maletillas que acudieron la exprimieron todo lo que dio de sí.
El colofón lo puso después del almuerzo nuestro presidente, Roberto, con un discurso en el que volvió a dejar bien claro que vamos a seguir luchando por la reapertura y el regreso de la temporada a Las Ventas. Agradeció la presencia de Fernando Robleño y lo obsequiamos con una fotografía toreando a Navarro y una dedicatoria por sus veinte años de alternativa que, desgraciadamente, no pudo celebrar en 2020. Por supuesto, agradeció al ganadero su acogida y generosidad para con nosotros y le deseamos mucha suerte en el futuro, haciéndole entrega de un recuerdo por nuestra visita. Una entrega de trofeos en la que nos acompañaron los retoños del presidente y del que suscribe, Verónica y Lidia, y Alonso, respectivamente.
Al fin, un día fabuloso para vivir la afición al toro bravo, para hacer nuevos aficionados entre los niños que nos acompañaron y para sentirse orgulloso de formar parte de la Asociación, ¡por muchos más!
Escrito por Pedro del Cerro.
Fotos: Miguel Montoro y David Castuera.
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