La visita partió de Las Ventas. Poco a poco fuimos apareciendo los viajeros y entre comentarios nuestros ojos se iban dispersando hacía la majestuosidad de la arquitectura neo mudéjar de la plaza. Si, esa plaza que tantas satisfacciones nos ha dado y también muchas decepciones y que ahora unos empresarios tratan de convertirla en un bebedero de alcohol en paralelo con los festejos y quitarle la vitola de plaza de temporada.
En esta ocasión nuestro destino estaba en Portugal y para allá partimos a la hora prevista La pericia de Vicente, el conductor del autobús, nos impidió encontrarnos con la caravana típica de los viernes en Madrid. Rápidamente enfilamos la A 5 y cuando la frecuencia del motor se hizo patente, los viajeros fuimos cayendo en el sopor de la siesta. Los mayores delante, los jóvenes atrás. Nos esperaba un fin de semana muy activo y había que hacer acopio de energía. Poco a poco el Sol fue sumergiéndose entre la lejanía de la línea divisoria que ocultaba nuestra visión.
Paramos para cenar a la altura de Mérida, en el Restaurante Los Abades, y cuando llegamos al hotel D. Fernando, de Évora, la noche estaba muy avanzada y la mayoría de los viajeros decidimos refugiarnos en nuestra habitaciones para recibir la luz del siguiente día con la fuerza de nuestros deseos de ver toros en su habitad natural.
Pasadas las nueve de la mañana del sábado partimos hacía la ganadería de Sobral, ubicada en el pueblo de Beja, zona del bajo Alentejo. Al llegar a la finca nos recibieron los dos ganaderos, José Antonio y Manuel Sobral Justiniano, que después de unos saludos de bienvenida nos instalaron en unos remolques y desde ellos pudimos recorrer los cercados donde pastaban los toros con la tranquilidad que les ofrecía el campo tintado de un verdor que junto a los almendros en flor, ofrecían un espectáculo asombroso. Ellos ausentes de nuestra intrusión fueron mostrándonos sus lucidas capas, burracos, sardos, coloraos, castaños, salpicaos… Un crisol de tonos que los ganaderos buscan a través de los genes que va dejando el encaste de Cebada Gago, del cual están totalmente identificados. Con un grado de desconfianza por nuestra visita, los animales esperan pacientemente la temporada taurina para ser admirados en las plazas de toros
Cuando regresamos a la casa de labor ya estaba preparada la tienta, donde Manuel Jesús, El Cid, los novilleros Villita y Carlos Tirado, éste en festejos sin caballos, iban a tentar cuatro vacas seleccionadas por el ganadero. Ellos en sus labores y nosotros a la nuestra de observación, pudimos ver a un Cid sin sitio, a un Villita que le faltó mucho para intentar convencer a los aficionados presentes y a un Carlos Tirado que mostró algunos reflejos de torería. Esperemos que a todos les salga bien las ilusiones puestas en la nueva temporada.
Nos ofreció el ganadero un aperitivo que pudimos compartir con el torero de Salteras, poco antes que enfundara sus capotes y muletas y partiera en su coche. La comida estuvo muy bien y cuando reposamos con una larga sobremesa, partimos hacía Évora. El hotel D. Fernando nos esperaba para el descanso. Llegamos alrededor de las ocho, y salvo algunos viajeros, los demás decidimos partir al centro del pueblo en grupos. Había que tener presente que en Portugal cierran pronto los negocios de hostelería y la ciudad sobre las diez era un desierto.
El domingo tuvimos que madrugar un poquito para visitar la finca donde pastan los astados de Murteira Grave, ubicada en Galiana una zona lindando con España en el bajo Alentejo. La lluvia nos acompañó durante todo el trayecto pero cuando llegamos a la finca dejó de llorar el cielo. La ganadería fue creada por el abuelo y el padre del ganadero actual, con ganado de Pinto Barreiros, encaste Gamero Cívico, pero con el paso de los años fueron modificando el encaste, añadiendo ganado de Guardiola soto y posteriormente Núñez, en la línea de Villamarta, Tamarón, Juan Pedro Domecq y Jandilla. Con esta mezcla de sangres, los toros fueron perdiendo la característica de acapachados. A mí en particular me gustaba mucho su presentación. El hierro actual lo compraron a Ignacio Sánchez Ibargüen, y con ello entraron en la Unión,
La ganadería estuvo luciendo su encaste en los años noventa sin falta a la cita de San Isidro, pero poco a poco se fueron apagando sus apariciones hasta la actualidad, donde lidia esporádicamente en Madrid. Sobre un remolque con protección para la lluvia nuestra presencia se hizo notar en los distintos cercados donde el ganadero tiene apartados los toros de saca y ellos, con los coches todo-terreno, fueron moviendo a las distintas reatas para que pudiéramos contemplarlos en todo su esplendor. Fue muy bonita la experiencia, Cuando terminó el ganadero nos mostró la sala de trofeos donde lucían cabezas de toros que han marcado el devenir de la ganadería y carteles desde los años de su creación, pero fue en el año 1.964 donde adquirió la antigüedad., lidiando en Las Ventas una novillada.
Sobre las dos y media abandonamos el enclave ganadero, tomando el camino de nuestro destino, Madrid. Paramos a comer en el mismo lugar del viaje de ida, En Los Abades, era complicado encontrar un restaurante donde pudieran atender a casi 30 comensales, Ya no llevábamos en nuestras mentes la ilusión sino la realidad de haber compartido con nuestra afición un fin de semana admirando los toros en el campo.
Gracias ganaderos y mucha suerte. Como dice nuestro presidente, vuestra suerte es la nuestra.
Escrito por Pepeíllo y fotografías de Miguel Montoro, Carlos Silván y David Castuera.
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