DETALLES DEL FESTEJO
Plaza de Toros Las Ventas
Plaza de Toros de Madrid (Las Ventas). 28 de mayo. 17ª corrida de abono. Tres cuartos de entrada.
Toros de Adolfo Martín, bien presentados, serios, pero mansos y descastados en general. El quinto fue noble por el pitón izquierdo. El sexto fue devuelto al lesionarse apararentemente tras saltar al callejón. Un sobrero de Pallarés mal presentado y muy deslucido.
Fernando Robleño: estocada que hace guardia, - aviso - , pinchazo, estocada desprendida (saludos); más de media atravesada y dos descabellos, en el que mató por José Garrido (silencio); pinchazo, estocada y un descabello (dos vueltas al ruedo tras petición).
Román: tres pinchazos, media estocada muy baja (silencio); pinchazo y dos descabellos (silencio); estocada atravesada (silencio).
José Garrido: herido durante la lidia del tercer toro, con herida por asta de toro en la cara posterior 1/3 inferior del muslo derecho de 15 cm que produce destrozos en músculos isquiotibiales y contusiona nervio ciático. Pronóstico grave.
Tuvimos que llegar a la decimoséptima de abono de la Feria de San Isidro para ver algo de verdadera enjundia, pues como se sabe, en el arte de Cúchares, el meollo está cuando se torea al natural. El toreo con la mano de los billetes ha brillado por su ausencia en este bodrio isidril, a excepción de tres naturales de Castella, pero hubo de llegar Fernando Robleño a poner orden, y así se lo reconoció la afición.
La corrida de Adolfo Martín adoleció de una falta de casta y bravura muy preocupantes, y lo que es más inquietante, si cabe, es que esto empieza a ser habitual en los encierros de este hierro. En nada se parecen los actuales pupilos de Adolfo a aquellos fieros ejemplares que forjaron su fama, salvo en lo cárdeno de la capa. Así pues, la tarde parecía abocada a diluirse por los sumideros, al igual que el agua que había caído bajo el cielo de Madrid.
En estas estábamos cuando saltó a la arena el quinto de la tarde (que debiera haberse lidiado en cuarto lugar de no ser por el percance de José Garrido). Un cárdeno oscuro, cinqueño, que respondía por “Aviador”. El toro blandeó en el primer tercio, lo que provocó que una parte importante del público protestara y pidiera su devolución, pero en banderillas se pudo atisbar que el cornúpeta se venía arriba, tercio en el que hubo de saludar Fernando Sánchez tras un excelente par.
Ya con la muleta, Robleño sacó al albaserrada a la segunda raya con varios pases de tirón y sin más probaturas se echó la pañosa a la mano izquierda...Y al fin ¡el toreo! Fueron dos tandas en los que pegó unos naturales largos, de cartel, preñados de gran hondura y rematados detrás de la cadera. Después cambió al pitón derecho, pero “Aviador” por ahí no era el mismo, sin la misma calidad ni franqueza, pero quedaba un cambio de mano eterno que hizo que Madrid rugiera. En un pase de pecho le desarmó y partir de ahí el toro echó la persiana, por lo que faena fue de más a menos. De nuevo su cruz fue a la hora de matar, perdiendo la oreja, o quizá la dos, por el pinchazo que precedió a la estocada. Dio dos vueltas al ruedo ante el clamor de la afición, que emocionada, se rompía las manos a aplaudir, porque por fin había visto torear.
Con el que abrió plaza, un animal que embestía templado y humillado pero tenía el recorrido corto, el veterano diestro madrileño porfió con él hasta acabar sacando buenos muletazos, sobre todo por el pitón izquierdo, tirando de la embestida.
Volvía Román después de tocar pelo con un toro de Montalvo el pasado miércoles, donde había dejado gratas sensaciones. Pero esta vez se estrelló con un lote infumable. Su primero fue un toro que salía desentendido del muletazo. Le intentó ligar sobre la diestra, pero en el segundo muletazo el toro tardeaba, por lo que el torero se quedaba descolocado, teniendo que cruzarse para intentar sacarle los pases uno a uno. El corrido en cuarto lugar, excesivamente tardo, fue falto de raza y descastado en demasía, salía con la cara a media altura de los muletazos. Con el más que deslucido sobrero de Pallarés hubo de abreviar ante las nulas opciones.
La peor parte de la tarde se la llevó el extremeño José Garrido, que cayó herido por el tercero de la tarde. Ya en el recibo de capote le avisó por el pitón derecho, desarmándolo y tirando un derrote al pecho, lo que hizo que Garrido tuviera que tomar el olivo. En el tercio de banderillas, y como viene siendo habitual en esta feria, hubo de saludar José Chacón.
Al incio del trasteo, el toro volvió a desarmar al matador al igual que hiciera con el capote por el mismo pitón, convirtiendo la muleta en un andrajo. Reservón e incierto, se defendía tirando derrotes, hasta que en uno de ellos hizo presa en el muslo derecho del torero, propinándole una cornada de pronóstico grave que le impidió continuar la lidia.
Los excelentes naturales de Robleño no deben tapar el desfile de mansos descastados de Adolfo Martín que, sin duda, se encuentra en horas bajas en cuanto a casta se refiere.