Resulta difícil relatar tanta sabiduría. Don Andrés Amorós es sinónimo de cultura con mayúsculas. Catedrático emérito de Literatura Española y autor de 150 libros hacen cimiento en su saber. En la actualidad se encarga de asumir con gran honor y responsabilidad la sección taurina ABC aunque puntualiza: “no me considero crítico taurino, me siento aficionado”. Las principales preocupaciones del crítico son la pérdida de casta, el concepto actual que se tiene de la lidia y la pérdida de afición “el toro encastado y el toreo clásico, es el matrimonio perfecto”. Según nuestro invitado, allá por el año 1947, el buen criterio de su padre en la tauromaquia fue el pistoletazo de su afición por los toros. Anota la necesidad de ver toros en todas las partes y no sólo en Madrid, así como piensa que si existe aburrimiento durante el espectáculo taurino es porque la gente no se fija en el toro. Se nota que la lengua habla de lo que el corazón le rebosa a D. Andrés. Nos cuenta que ser crítico taurino del diario ABC no ha sido el principal objetivo en su vida pero ahora allí, su prioridad es defender la fiesta. En su trayectoria como aficionado, nuestro invitado dice haber tenido la suerte de relacionarse con la familia Dominguín, los Bienvenida, toreros como Manolo Vázquez u Ordoñez y plasmando, a su modo de ver, la peculiar tauromaquia de Ignacio Sánchez Mejías y de Marcial Lalanda. Referente a la prohibición de las corridas de toros en Cataluña dice haberse sentido realmente decepcionado con la reacción percibida por parte de la profesión taurina; ante todo esto “si se puede llamar actuación, lo han hecho tarde y mal”. Asegura que toros y política están estrechamente ligados y no ve el paso a cultura una solución para nuestra fiesta. Para el profesor, una posibilidad para defender el espectáculo taurino podría ser la declaración de la fiesta como bien de interés cultural, eso sí podría blindarla de protección y no el equivocado paso a Cultura. Otro aspecto que le tiene preocupado es la situación que atraviesan distintos encastes; indica que no existe disposición alguna en preservar encastes que se tendrían que considerar como patrimonio de la casta brava. Habla de que todo el mundo tiende a la comodidad y cómo no, los ganaderos han seguido la misma directriz, no seleccionando la casta por ningún lado, porque “pocos toros son como la novillada de Moreno Silva” señala el crítico. D. Andrés matiza que a la hora de escribir su deseo es transmitir ni más ni menos que lo que ve, pero que existen muchas formas de manifestarse y analiza que una crítica puede tener el mismo tono pero muy distinto fondo y viceversa. Confiesa que su pluma no ha tenido que guardar alguna posible directriz impuesta por el periódico y se enorgullece de escribir lo que quiere. Le gusta recordar que hacer crítica es distinto que dar información. Las dos necesidades que el crítico ve que realmente han de trabajarse para que este mundo siga levantando pasiones son la casta y el concepto de lidia. Siente que los llamados directores artísticos, dícese apoderados, son unos verdaderos negociantes que sólo se encargan de apalabrar corridas y llevarse un buen bolso monetario; y continúa explicando que los apoderados tendrían que ayudar a recrear esa torería tan añorada y olvidada que tenían los toreros de antaño “hay que estar, en cada momento de la lidia”. La tauromaquia es de porte ibérico en la historia de España, hay que difundir su belleza y contagiar su afición. La prensa como sistema de divulgación, expresión y comunicación que la define ha de demostrar su apoyo a la fiesta con fuerza, fomentar su defensa y no sólo hacerse patente en la famosa corrida de la prensa. Hay que informar de la realidad, no esconder temas a tratar y asuntos por resolver. No queremos que el taurinismo servil impere en la crítica taurina y sí que vuelva a su don. Gracias por deleitarnos con su pluma y mucha suerte D. Andrés Amorós.