TERTULIA CON D. PACO UREÑA. TORERO.
Jueves, 2 de noviembre de 2023
Presentación, por Carlos Rodríguez - Villa
Hoy, y para inaugurar este nuevo ciclo de tertulias invernales, nos visita el torero Paco Ureña. La entrega y la pasión son las claves de su vida. Esas dos virtudes las tiene metidas y afianzadas en la cabeza y en su forma de pensar. El dramatismo que desprende su cara preside un cuerpo enjuto en el que se refugia un torero grande que reconoce no buscar la perfección en sus faenas.
Francisco José Ureña nace en Lorca el 26 de diciembre de 1982 y desde muy joven siente una profunda pasión por el toreo. Debuta con los del castoreño en su pueblo natal el 27 de abril de 2003 para estoquear un encierro de Santiago Domecq. De tal forma inicia su andadura en el escalafón menor, en el que suma un elevado número de festejos antes de hacer su presentación en Las Ventas el 22 de julio de 2005. Ese día obtiene un triunfo importante al cortar una oreja a un novillo de Espartaco. Toma la alternativa en Lorca de manos de Javier Conde y Morante de la Puebla como testigo, el 17 de septiembre de 2006, con toros de Gavira. Sus inicios como matador fueron unos años complicados y Paco los pasaba entre el banquillo y las corridas duras. Iván García le confirmó en Madrid una tarde de verano de 2013 con toros de Martín Lorca.
La historia de Paco Ureña con Madrid no ha sido del todo idílica, incluso en sus primeras comparecencias las actuaciones del de Lorca no fueron las esperadas. Pero, dos tardes hay claves en la relación de Ureña con Madrid: una del fracaso y otra del triunfo. No se puede entender una sin la otra.
Es en San Isidro de 2015 cuando Ureña se topa con Agitador, un auténtico toro bravo de Fuente Ymbro que desbordó al torero murciano. En palabras del propio diestro, supuso un antes y un después en su carrera: “Agitador, agitó mi vida. Ese toro me tuvo mes y medio en cama con una depresión brutal. La crítica me fulminó y no era para tanto, pero gracias a él conseguí resurgir de mis cenizas”.
Será en la Feria de Otoño del mismo año cuando Ureña entrara por fin en la afición de Madrid. Una memorable obra en la cual cuaja una de las faenas más intensas de la temporada al torear al natural de manera primorosa al toro Murciano de Adolfo Martín.
Tras varios toques de atención en nuestra plaza es en 2017, y en la corrida de Victorino Martín, cuando el toreo de Paco Ureña nos ganara definitivamente. En el recuerdo queda esa lucha épica del torero ante ese torrente de bravura que fue Pastelero. Una faena para el recuerdo. De nuevo la pureza, la entrega, la colocación, la raza y su naturalidad. Una actuación maravillosa. Su clasicismo revivía al aficionado hastiado de toreo moderno.
Con toros de Victoriano del Río, el 15 de junio de 2019 el torero de Lorca lograría abrir la Puerta Grande de Madrid al pasear las dos orejas del quinto toro tras erigir toda la tarde un monumento al toreo natural. Esa tarde no habíamos visto una faena, habíamos visto una historia. La de un torero y la de un hombre.
Siendo uno de los toreros predilectos de la primera plaza del mundo, Ureña se ha sentido en Madrid más entendido que en ninguna otra plaza. El desgarro, la entrega, la hondura tan pasional y la pureza a la hora de torear han tenido en Las Ventas y en su afición, el mascarón de proa.
Pero centrémonos en la recién acabada campaña. Dos de las tardes que con más intensidad hemos vivido y más nos han compungido han sido la corrida de Victorino Martín del pasado mes de junio y el encierro de Victoriano del Río del reciente ciclo otoñal. En ambas dos, y que pasaremos a desgranar a continuación, el torero Paco Ureña mostró su verdad, su disposición y su entrega.
En la corrida del 4 de junio, y en un mano a mano con Emilio de Justo, esta vez si los toros de Victorino Martín hicieron honor de la divisa azul y encarnada. Corrida tan seria, tan rematada y con tanto trapío. Seis señores toros, cada uno con sus señas y sus características. Tarde sin claudicaciones ni mojigaterías. Pasaremos a desglosar los toros que tocaron en suerte al diestro murciano.
La tarde comienza con la salida de Playero, una pintura, una lámina de La Lidia, un tratado de armonía y de seriedad. Comienza el torero su trasteo por abajo, luego prosigue con la derecha y en seguida se viene el primer momento de compromiso cuando el toro ve al torero y este se libra por hallarse tras la pala del pitón. Este es el primer momento comprometido de la tarde para Ureña, pero muy pronto viene la segunda en la que Playero derriba al torero y se queda aquerenciado con él entre las patas y sin seguir los capotes. Tras la paliza sigue Ureña su porfía con visibles muestras de estar conmocionado, ante un toro que va desarrollando sentido de lo que va aprendiendo y ante el que Ureña pone valor. El toro se raja y se va hacia el 5 y ahí es donde se verifica el último acto del drama del espada, quedándose en la cara del toro al herir y cobrando una estocada contraria que precisa ser reforzada con el descabello.
Otro pavo sería su segundo, el cárdeno Esclavino, al que nuestro invitado recibe por verónicas que el animal traga. El toro tiene su presencia y su casta e impone respeto, pero demuestra su clase cuando se le lleva toreado y se le guía. Bonito inicio doblándose con el toro y jaleada serie con la derecha a continuación. Es el toro de mejor clase para la muleta. El intento con la izquierda es de bastante menor intensidad, aguanta un espeluznante parón de manera impávida que le reporta sinceros aplausos. Primero pincha y luego, perfilándose muy en largo, estocada delantera que tumba al toro. Le dan una oreja.
Cuando parecía que la tarde ya no podía ir a más, ahí sale su impresionante tercer oponente, Gallego de nombre, otro cárdeno saludado a base de aplausos por la afición. El toro no regala nada: lleva la cara arriba y mira mucho más de lo que debe, gazapea y se entera de lo que le rodea. Ureña opone a eso su valentía y decisión. Opta por acortar distancias y meterse en cercanías, se huele la cogida que, efectivamente llega. Vuelve a la cara del toro, todo valor y finalmente pincha una estocada recibiendo. Luego, media estocada para acabar con el toro más complicado de la tarde.
Y es que Paco Ureña fue durante toda la tarde la entrega y la disposición absoluta.
Por su parte, en la tarde del 6 de octubre de la pasada feria de otoño nadie podía imaginar lo que el destino nos tenía preparado. No hay quinto malo apunta el caprichoso tópico. Y es que en el oscuro chiquero venteño aguarda Andaluz el cual luce el hierro de Toros de Cortés, número 182, negro listón salpicado que iba a portar el cetro de la mansedumbre suma, pues desde su salida quiso hacer ver a todo el mundo que a él a manso no le ganaba nadie.
Anduvo de acá para allá todo el tiempo que le dio la gana sin hacer caso del capote de Ureña ni del de Agustín de Espartinas, que, finalmente y a base de esfuerzo, consiguió darle un medio chicotazo con el percal. Lo de las varas ya fue el acabose, porque el bicho iba de un caballo al otro y al sentir la pica en el espaldar, o donde cayese, salía de naja sin atender a nadie. En esas circunstancias el presidente sacó el trapo colorado para que el oprobio de las banderillas negras cayese sobre Andaluz. Con muchísimas fatigas, que incluyen tirarse al callejón de cabeza anduvieron Curro Vivas y Azuquita con los que el toro hizo furioso hilo hasta la barrera sin atender a capotes. Se cambió el tercio con dos banderillas en el espaldar del toro y una en el cerviguillo, y allí que se fue Ureña a ver qué es lo que se podía enjaretar con este Andaluz de tan poco salero.
Nadie hubiera censurado al torero que se hubiese doblado con el toro y le hubiese pegado un espadazo, visto lo visto, pero no era esa su intención. Desde el principio le propone la muleta al toro con sus precauciones y este acude, y entonces el lorquino comienza su obra que consiste en poder al toro en los medios, aplicando la fórmula clásica del toreo, que es ponerse en el viaje del toro y de rematar el pase cayendo hacia adelante, sin retroceder. La sensación dramática es que el toro se le puede echar encima en cualquier momento, pero que el torero no está dispuesto a ceder su posición ante ese demonio pase lo que pase. Al principio le va sacando los muletazos, intensísimos, sin fiarse de la posible repetición del toro, retirando la muleta y sin buscar la neta incertidumbre de la ligazón, sin ceder ni un solo centímetro su posición de torero que sabe que esa pugna la va a vencer. Ureña se la juega en cada uno de sus desgarrados muletazos a sangre y fuego, de los que unos salen más limpios y otros más comprometidos, pero aquí se trata de vencer y de crear la sublime belleza de un hombre frente a la fiera, a la que va a dejar sometida en una apoteosis de toreo por abajo, de mando y de muñeca, con la plaza entregada a su torería y a su verdad. Falla a espadas y recoge las ovaciones unánimes en su vuelta al ruedo.
Es extraordinaria la actuación del torero. Fue una exhibición de valor, ganas, oficio y conocimiento frente a la incertidumbre del comportamiento de un animal, el dramatismo de no saber si el pase siguiente se logrará producir, la insoslayable voluntad de un hombre de salir vencedor en la pelea, jugando valerosamente con la ausencia de cualquier certeza sobre si lo que se propone va a llegar a buen puerto.
Y sin más dilación y como es al torero a quien queremos y debemos escuchar, paso a cederle los trastos. Muchas gracias por su presencia y bienvenido a la Asociación El Toro de Madrid.
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